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“Como viola en un solo de cello”

Enviado por   •  23 de Julio de 2020  •  Ensayos  •  2.551 Palabras (11 Páginas)  •  2.918 Visitas

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“Como viola en un solo de cello” (Juan Luis Guerra)

Mariana Oropeza P.

El peligro para la armonía de las relaciones humanas, son las cuerdas partidas de algunos de sus instrumentos….

…Apenas tres años de edad y comencé a estudiar música. En realidad fueron mis padres quienes me introdujeron en ese mundo… iniciando una infancia que se paseaba de la rítmica al canto, del solfeo al piano… Días y tardes entre niños, maestros y tareas distintas a matemáticas y castellano. Una niñez que danzaba y crecía entre giros, con cada melodía aprendida entre 88 teclas, siete octavas y una gran caja negra.

Fueron incontables oportunidades y encuentros con un mundo, un público expectante, y yo, ante un imponente objeto, con los pies a casi un metro del piso y dispuesta a enseñarle al mundo la magia que emanaba con tan sólo unir sonidos y vibraciones aisladas. Y es que en realidad es la unión inseparable de estos timbres individuales, lo que hace la magia de un piano… y más aún, la unión de ambas manos para hacer un trabajo conjunto que maravillara a quienes evaluaban mi labor.

Años pasaron, y sin embargo lo que nunca pasó fue la magia que esa niñez, con su música y su inocencia, me trajo. Tras una infancia con una amplia contención y un gran apoyo de quienes me acompañaban en mi formación, se me abría un mundo de obras, partituras y conciertos que me permitía posicionarme en apenas el inicio de un largo camino. Lo que inicialmente, con mis cortos años, se me presentaban como “cucarachitas negras” que se aglomeraban entre líneas, en grandes papeles blancos y amarillentos, se fueron convirtiendo en cuentos, historias y paseos cada vez con más sentido. Los años fueron pasando, los aprendizajes multiplicándose y mezclándose, y la curiosidad ante lo menos convencional me llevó a encontrarme, durante una clase de piano, con mi próximo gran reto: el Violoncello. Igualmente un instrumento que me quedaba bastante grande a mi corta edad, y que se constituía casi como un hermano mayor al que decidí llevar y traer a donde iba, y con el que no dejaba de sorprender a quienes me acompañaban en ese danzar constante de aprendizajes y juegos. Y es que siempre el interés por lo desconocido y por adentrarme a experiencias complejas no sólo me ha llamado la atención, sino que ha terminado por convertirse en una característica personal… y qué más complejo que, con tan sólo nueve años, decidiera –sin consulta previa- dar un vuelco a mi formación musical e incluso tener que aprender a leer música casi en un idioma distinto. Más tarde descubriría que había ciertamente algo todavía más complejo y fascinante: el reto por intentar asomarme y entender la mente humana, y con esa idea, decidir estudiarla y comprenderla.

Con el cello crecí además socialmente en talleres donde más que la responsabilidad por el tocar, la experiencia de conocer un mundo distinto al que me habían expuesto me permitió crecer y enamorarme más de la magia de la melodía. Tocar el cello implicaba además tener que abrazar su sonido para lograr la magia…y con ello, dicha tarea imprimía un mayor compromiso.

El violoncello es un instrumento donde indiscutiblemente el trabajo de ambas manos en conjunto hace el producto final. Además, es un instrumento mucho más gregario que el piano y cuyo sonido abarca aires aun de mayor grandeza y sonoridad. Con el cello me enfrenté a situaciones nuevas individualmente, a situaciones de gran deber en apenas pequeños grupos e incluso a trabajos laboriosos entre grandes cúmulos de personas; y es eso lo que se ha venido pareciendo entonces cada vez más a mis intereses. Con el cello aprendí a ceder y a esperar mi turno, a entender que ante la organización y el sonido conjunto, la magia de la melodía crecía aun más. Todo esto visto de una manera exhaustiva ante la experiencia de una orquesta que me brindó mi aventura con el cello. Una orquesta en la que, acompañada con mi enorme instrumento, crecí tras melodías versátiles que me permitieron contactar con la propia versatilidad de mis emociones. Y por qué no, considerar ahora en retrospectiva que quizás ese paseo por tantas melodías y cantos con mi instrumento me abrió el paso a la flexibilidad de mis emociones y de mi actuar.

Y es que dicen que el cello es el instrumento de cuerda que tiene un mayor parecido a la voz humana. A mi juicio, ciertamente es así…y es que no dejarse maravillar ante el llanto y la alegría de una misma melodía en clave de Fa que en un cello se construye, me sigue resultando imposible. Un sonido que invita a entender y a disfrutar del otro… Y descubrí entonces en esas voces mi interés por la gente, más aún, por escuchar qué tienen que decir las voces de esa gente. Y más aún, si entendemos que ante el roce del arco con las cuerdas es que se ejerce un resultado significativo en la melodía, más increíble parece entonces la relación del resultado del roce de la psicología y del psicólogo en su laborar en la vida de las personas.

Al considerar la importancia del individuo y la sociedad en mi propia historia personal, no puedo dejar de lado el hecho de que a lo largo de la vida, la persona en relación al entorno en el cual tiende a desarrollarse, va formando un sistema de relaciones dinámicas que se mantienen en un proceso de reciprocidad constante, pasando a ser una relación de mutua interdependencia. Específicamente, es cierto que por una parte el entorno con su estructura, influye de manera activa sobre la dinámica y el contenido de los distintos procesos psicológicos de las personas; y por otra parte, los procesos psicológicos individuales, entre los que caben elementos como las creencias, las formas de aprendizaje y las maneras de sentir y pensar, influyen activamente sobre las estructuras y condiciones sociales, afectando finalmente con esto el funcionamiento de la sociedad. Y todo esto, orientado hacia una armonía homeostática, que de algún modo produce fluidamente intercambios de información, en una búsqueda del funcionamiento adecuado ante las demandas tanto internas como externas.

De este modo, tras una niñez plagada de armonía, magia e interacciones sociales más allá de fenómenos verbales, me vi conviviendo con incontables experiencias de desarrollo emocional, autocrítica y tolerancia a la frustración que me llevaron de nuevo a sentir curiosidad por temas diferentes… temas en los que el comportamiento de los demás siempre fue prioritario, en el que los grupos y el bienestar del otro me movilizó e influyó en la toma de mis decisiones.

Imposible me resulta entonces considerar que mi infancia y adolescencia, dentro de un mundo lleno de

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