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Alegoría en La Casa de Bernarda Alba

Enviado por   •  25 de Febrero de 2018  •  5.070 Palabras (21 Páginas)  •  793 Visitas

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Jameson nos habla luego acerca de una historia de autoría de Xun, que nos presenta la vida de un coolie, servidor de origen asiático que era empleado mediante contratos de precarias condiciones laborales, y transportado hacia los Estados Unidos para servir a sus empleadores; este modo de empleo se volvió muy popular luego de la abolición de la esclavitud africana en el territorio estadounidense, en 1865. Bajo el nombre de Ah Q, este humilde servidor funciona como una representación de la misma China. Según Jameson:

This writer (…) produced at least one approach to the longer form, in a much lenghtier series of anecdotes about a hapless coolie named Ah Q, who comes to serve, as we might have suspected, as the allegory of a certain set of Chinese attitued and modes of behavior. (…) Ah Q is, thus, allegorically, China itself. [4]

Jameson nos confronta con la idea de la opresión por parte de la omnipotencia de los Estados Unidos de la época en contraposición a la sumisión laboral de las clases bajas del sur de China y del subcontinente indio, lugares de los que los coolies provenían en la normalidad de los casos. Aquí podemos ver una primera conexión directa con la obra de Lorca. Si bien el autor, oriundo de Granada, no plasma en sus textos la represión de la diferencia clasista, siempre presente en un contexto de supremacía capitalista, es evidente notar que la privación de las libertades básicas de los individuos es idéntica en ambos casos. Los coolies eran despojados de su condición humana para ser transportados lejos de sus hogares. Si tenían derechos, eran mínimos e insuficientes y, en la generalidad de los casos, sus empleadores no se atenían a los términos del contrato. En la España dictatorial de Franco, que Lorca nos presenta a sotto voce en sus textos, ocurría lo mismo pero a diferente escala: el pueblo español no fue físicamente esclavizado. Sin embargo, su libertad de expresión y de opinión fue amordazada y reprimida con toda furia. Aquí Jameson nos aporta un dato indispensable para establecer el vínculo entre su ensayo y el drama La casa de Bernarda Alba. Las demás argumentaciones que el teórico estadounidense presenta en su trabajo se aplican de manera específica a la diferencia entre las literaturas del primer y tercer mundo; no las traeremos a colación, ya que se desviarían del foco argumentativo de esta monografía. A continuación realizaremos el análisis del texto de Lorca anteriormente mencionado, que dará sustento a la teoría alegórica.

2.1 Exploración de la alegoría en La casa de Bernarda Alba

La radicalización de la España polarizada de 1936 fue el resultado, entre varios, de la censura y la represión de las libertades del pueblo. Por aquel entonces, la restricción de ideologías contrarias al franquismo se hacían sentir con mucho peso en cualquier publicación literaria, en piezas teatrales, películas e incluso en el periodismo. El pueblo estaba obligado a guardar silencio ante la omnipresencia de la censura y la asunción de Franco al poder significó para España un cambio hacia una realidad opresiva. Todos se veían forzados a subordinarse ante el totalitarismo de la tradición imperial. El anhelo de libertad se reprimió con fuerza y fue reemplazado por la búsqueda de la verdad. Según el régimen franquista, el país tenía que tratar de corregir «la falacia liberal» [5] generada por la Segunda República, que defendía la tolerancia religiosa, el sindicalismo, la pluralidad política y de opinión, la disolución del matrimonio y la exoneración del rigorismo moral. Esta «verdad» franquista estaba basada en la tríada Dios, patria y familia. Franco se reconocía a sí mismo como el padre (guía) de esa familia (España) que estaba íntegramente compuesta por «criaturas que necesitaban ser educadas». Por lo tanto, era su misión brindarles su apoyo y enseñanza, y lo hacía a través del control y la regulación exhaustivos. Durante esta época, el estándar social de España dictaba que el rol de la mujer estaba predeterminado por su género. Al ser mujeres, ellas debían quedarse en casa y dedicarse a ser amas de casa, esposas y madres, llevando a cabo labores manuales como coser, algo que está muy presente en el drama de Lorca, La casa de Bernarda Alba.

Federico García Lorca, nacido en Granada en 1898, fue un dramaturgo y poeta español que formó parte de la conocida Generación del 27 y fue el autor más influyente de la literatura española de su tiempo. Fusilado en 1936 a la edad de treinta y ocho años, Lorca publicó La casa de Bernarda Alba meses antes de su muerte. Esta pieza teatral presenta la vida de la familia Alba, marcada por la tragedia: el padre, esposo de Bernarda, había fallecido. Ella se obligó a sí misma, al igual que a sus cinco hijas y a sus criadas, a vivir encerradas dentro de la casa para cumplir con ocho años de luto. Tal y como lo dice la misma Bernarda al comienzo del acto I:

“En ocho años que dure el luto no ha de entrar en esta casa el viento de la calle. Hacemos cuenta que hemos tapiado con ladrillos puertas y ventanas. Así pasó en casa de mi padre y en casa de mi abuelo.” [6]

Aquí, al igual que se verá más adelante en el análisis de El celoso extremeño, Lorca emplea la idea de la casa como una alegoría para la nación española. El dramaturgo describe la casa como un lugar de absoluto orden y, sobre todo, silencio, donde todos los habitantes se atienen a una rutina establecida y no hay motivo que justifique romperla, algo que sería, incluso, una falta imperdonable. La historia comienza luego del fallecimiento del marido de Bernarda, quien nunca está físicamente presente en la obra, sino sólo a través de los comentarios de los personajes. Bernarda y sus cinco hijas llegan a casa, compungidas por la tragedia. Las criadas de la ahora mujer en cargo, Bernarda, la ven como una tirana; le tienen miedo y no se atreven a rebelarse ante su poder. Como en el texto:

“LA PONCIA(A voces.)

¡Ya viene! (A la CRIADA) Limpia bien todo. Si Bernarda no ve relucientes las cosas me arrancará los pocos pelos que me quedan.

CRIADA

¡Qué mujer!

LA PONCIA

Tirana de todos los que la rodean. Es capaz de sentarse encima de tu corazón y ver cómo te mueres durante un año sin que se le cierre esa sonrisa fría que lleva en su maldita cara. ¡Limpia, limpia ese vidriado!” [7]

El motor que mueve la acción en la obra es el deseo. Todos los personajes tienen algo que quieren poseer y no se atreven a obtenerlo por miedo a las represalias.

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