EAnsayo sobre A lo largo del latido

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Recordé algo muy interesante que dijo una vez Francis Jacob en su texto La importancia de lo imprevisible: “la aparición de la vida sobre la Tierra era tan improbable que sin duda sólo pudo producirse una vez”. Aquella importante reflexión, me hizo dar cuenta de que muchas veces por no tomar riesgos, dejamos ir oportunidades únicas, que pueden ser cruciales para tu futuro y que podrían hacerte feliz de alguna u otra manera; las oportunidades son el resultado de una serie tal de acontecimientos que pudieron no haberse dado y por esto, son tan valiosas. En el pasado, desperdicié muchísimas, siempre dejé todo para después y sé que debido a esto, tal vez ahora no estoy en una posición mejor con respecto a la vida. La enfermedad de mi abuela, la aparición de aquel médico, y mi revelación fueron hechos que se confabularon en favor de un cambio que vi totalmente necesario y que ahora estoy tratando de aplicar.

Como cualquier persona, yo tenía miedo de equivocarme, me aterraba pensar que de pronto la medicina tampoco llenaría mis expectativas. El hecho de adentrarme a un mundo que prácticamente desconocía y del cual había muchas opiniones, hizo que me diera cuenta de que sólo en mí recaía la tarea de despejar las dudas que en mi mente se acumulaban, por lo que decidí tomar un camino diferente, que finalmente sí me llevó a mi destino.

Empecé a hacer trabajo social en la Cruz Roja, fui capacitada en primeros auxilios y emergencias e incursé por primera vez en el mundo de las ciencias médicas básicas: anatomía, por ejemplo, me pareció extremadamente interesante y aunque no fue algo que vi a profundidad, entendí como el cuerpo se articulaba de manera tan específica para que cada estructura supliera la función que se le asignaba. Hasta ese momento, yo estaba cómoda con la idea de estudiar medicina, pero fue hasta que la realidad se mostró cruel y despiadada cuando decidí tomar definitivamente este camino.

Visité Siloé, un lugar en donde la desesperación y el miedo son el pan de cada día, donde subsistir se convirtió en un reto imposible de superar, donde conocí gente estupenda y con ganas de salir adelante: madres ansiosas por ver a sus hijos como profesionales y jóvenes que ansían dejar de escuchar el desfogue de un arma, no volver a ver sus madres llorar y dejar la preocupación de caminar solo por la calle a un lado. Cumpliendo mis labores como voluntaria, atendiendo a ancianos, niños y mujeres con problemas leves me di cuenta de que disfrutaba poner en práctica todo lo que había aprendido, veía en sus miradas tristes que de verdad necesitaban ayuda, esa misma que yo les proporcionaba con sumo placer. En aquel momento, finalmente supe cómo se sentía aquel médico que salvó la vida de mi abuela, un sentimiento que quise prolongar por el resto de mi vida. Las miradas agradecidas de aquellas personas, ahora son la motivación de mis desvelos y cada vez que me siento desfallecer, pienso en que en algunos años podré brindarles otra vez mi ayuda, pero esta vez, en forma de médico excepcional.

La vida te permite escoger y decidir a dónde quieres llegar, tener total dominio de tus acciones y reflexionar acerca de ellas. Ser consciente de que mi rumbo había cambiado, que mis planes se habían ido abajo y que debía organizar de nuevo mi mente, significó para mí un paso hacia la madurez que tanto me hacía falta. Es claro, que nada es lo suficientemente difícil o complicado, cuando se trata de hacer lo que realmente te apasiona y que del futuro incierto que nos espera, pueden venir cosas impresionantes, sólo debemos estar atentos y dispuestos a aceptar y aprovechar todo lo que se venga, porque como dijo una vez, la célebre Helen Rowland: “Las locuras que más se lamentan en la vida son las que no se cometieron cuando se tuvo la oportunidad”.

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