EL BIEN ÚLTIMO

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La teleología concibe los acontecimientos dirigidos hacia una meta, existe un propósito (Hillman, J., 1998). Algo tira de nosotros hacia un objetivo. El telos, el fin (Ferrater, J., 1998), da valor a lo que sucede al considerar que cada suceso tiene una finalidad, hay una razón en todo lo que ocurre, una intención, un propósito. Si la causalidad determinista empuja desde atrás, desde el pasado, el finalismo o teleologismo sostiene que cada uno de nosotros, como el mismo cosmos, se mueve hacia un objetivo último. Difiere del fatalismo que considera que cualquier cosa que suceda en nuestra vida se dirige hacia una meta distante y brumosa.

Aristóteles en la Ética a Nicómaco establece que el más alto de todos los bienes alcanzables por la acción humana es la felicidad, >. Sin embargo, por un lado hay discrepancias a la hora de determinar en qué consiste la felicidad (Cortina, A., 1996) y por otro, Waterman (1984) argumenta que esta traducción sugiere una equivalencia entre eudemonismo y hedonismo, lo cual es contrario a la distinción que hicieron los griegos entre la gratificación de los rectos deseos y los deseos erróneos. Weber ya ve la diferencia cuando critica la lógica hedonista propia del utilitarismo, el gozador cuya patología es la del > (citado en Soldevilla, C., 1998). Aunque el hedonismo moderno, el hedonismo auténtico, intenta distinguirse del hedonismo consumista, al dotarse de sentimientos sociales de simpatía (Cortina, A., 1996).

Desde una perspectiva psicológica, los esfuerzos para el desarrollo de los talentos individuales y los más amplios propósitos en la vida, por unos caminos éticamente justificables, están acompañados de unas condiciones distintivas subjetivas, afectivas, que están relacionadas con, pero que son distinguibles de, la felicidad en el sentido hedonista del término (Waterman, A. S., 1990). El eudemonismo se refiere a los esfuerzos de una persona para reconocer y vivir de acuerdo con el > o daimon.