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Maritornes

Enviado por   •  7 de Marzo de 2018  •  2.637 Palabras (11 Páginas)  •  307 Visitas

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(Mientras Sancho habla, Maritornes termina con el camastro de Quijote y se dispone a colocar rápidamente los fardos de heno entre los dos camastros. Quijote, profundamente dolorido, se acuesta sobre el camastro, el cual muestra su endeble condición)

Maritornes.- (Mientras acomoda los fardos de heno, se dirige a Sancho) Entonces, supongo que tú también habrás caído.

Sancho.- (Exaltado como quien se siente en evidencia) No, no caí. Es que de la preocupación de ver caer a mi amo, a mí también me duele todo el cuerpo. Tanto que parece que me han dado mil palos.

Ventero.- (Tratando de salvar el honor de Sancho) Es muy común que eso ocurra; a mí me ha ocurrido muchas veces el soñar que caía de lo alto de una torre, y que nunca acababa de llegar al suelo, y cuando despertaba del sueño, hallarme ton molido y quebrado como si verdaderamente hubiera caído.

Sancho.- (Con alivio) Es lo que a mí me ha ocurrido. Sólo que yo sin soñar nada, sino estando más despierto que lo que ahora estoy, me hallo con pocos menos cardenales que mi señor don Quijote.

Ventero.- Bueno señores, debo continuar atendiendo los requerimientos de los hombres de la Santa Hermandad. Los dejo con Maritornes por si necesitan algo.

Sancho.-Gracias, atienda sus negocios que con su ayuda me ocupare de mi amo.

(Sale el ventero hacia el salón de la venta. Maritornes toma el cubo de agua y los trapos y se dispone a tratar las heridas de Quijote. Este durante todo este periodo se mantuvo acostado y extraño a todo lo que aconteció. Ahora se incorpora sobre el camastro y se deja tratar por Maritornes)

Maritornes.- (a Sancho con curiosidad) ¿Cómo dijo que se llama el caballero?

Sancho.- (en vos alta) Don quijote de la Mancha; (pausa) y es caballero aventurero.

Maritornes.- (confundida) ¿Caballero qué…?

Sancho.- (Indignado) Pero, ¡qué ignorante! (Empieza con tono académico y se va enredando) Pues sepa, mujer, que caballero aventurero es una cosa que en dos palabras se ve ora apaleado, ora emperador. (Pausa. Maritornes lo mira con cara de no entender lo que le dice) Hoy parece la criatura más desdichada y menesterosa de la creación, y mañana bien podría poseer dos, o tres coronas de reinos (pausa) para entregar a su escudero.

Maritornes.- (despectivamente y como burlándose) Pues ¿cómo vos, siendo escudero de este tan buen señor, no tienes, por lo que parece, siquiera un pequeño condado?

Sancho.- (Con dignidad) Aún es temprano (pausa) porque no hace siquiera un mes que andamos en busca de aventuras. (Apenado y bajando la mirada) y hasta ahora no nos hemos topado con ninguna que realmente lo sea. (Recuperando su confianza) Pero si mi señor sana de esta golpiza… (Se corrige rápidamente) quise decir, caída; y yo no quedo maltrecho por la misma: (en vos alta) le juro que no cambiaría mis esperanzas, ni por el mejor título de España.

(Mientras Maritornes lo curaba, Quijote estuvo sosteniéndose con una mano del camastro y con la otra de la de Maritornes, poco a poco se va recomponiendo al tiempo que se compenetra en la charla)

Quijote.- (Interrumpe en tono solemne) Creedme, fermosa señora, que os podéis llamar venturosa por haber alojado en este vuestro castillo a mi persona, que es tal, que si yo no la alabo es por lo que suele decirse que la alabanza propia envilece; pero mi escudero os dirá quién soy. Solo os digo que tendré eternamente escrito en mi memoria el servicio que me habedes fecho, para agradecéroslo mientras la vida me durare; y pluguiera a los altos cielos que el amor no me tuviera tan rendido y tan sujeto a sus leyes, y los ojos de aquella hermosa ingrata que digo entre mis dientes: que los desta fermosa doncella fueran señores de mi libertad.

(Maritornes mira a Quijote con profunda incredulidad y confusión. Luego estupefacta se dirige a Sancho)

Maritornes.- (Nerviosa, recoge la cubeta y el trapo y se dirige a la puerta que da al salón de la venta. Mirando a Sancho) Yo aquí ya he cumplido con mi deber. Ya he limpiado las heridas del cuerpo de su señor, las de su mente no son tarea mía. (Al llegar a la puerta toma la lámpara de aceite y se dispone a salir. En tono seco) Buenas noches señores.

Quijote.- (A Maritornes, galante) Buenas noches, bella doncella. Yo velaré por su descanso hasta que Febo alumbre.

(Maritornes se lleva la lámpara y paulatinamente, la iluminación disminuye hasta la misma intensidad que al comienzo del acto. Sólo queda la luz que se cuela desde el portón que da al exterior. En la penumbra se distinguen los perfiles de las figuras y se escuchan las voces. El arriero entra silenciosamente al establo desde el exterior y se recuesta en si camastro. Quijote y Sancho se disponen a dormir)

Quijote.- (recostado, mira al techo, y le habla en voz baja a Sancho) Fermoso castillo este que nos hospeda. (Apuntando con sus dedo al techo, maravillado) Observa que esplendidos vitrales adornan los techos de este salón. Sin duda, dignos de tan eminente señor.

Sancho.- (Empieza a ganarle el sueño) No sé de qué me está hablando. Yo sólo veo un techo de paja vieja y lleno de agujeros.

Quijote.- (sin prestar atención a las palabras de Sancho, sigue en su discurrir) Habéis visto tan bella doncella. ¡Qué exuberantes cabellos, verdaderas hebras de lucidísimo oro de Arabia, cuyo eslandor al mesmo sol escurecia.

Sancho.- (Dormitando) No es que desee contradecirlo, pero en mi opinión, se parecía tanto más a unas duras crines de mula, que a cualquier oro. Y además, señor, la asturiana es morena como una aceituna.

Quijote.- (Sigue en su mundo) ¡Y su aliento! Exquisito y suave aroma que recuerda las praderas y los valles en abril.

Sancho.- (antes de quedarse profundamente dormido) Pues, no sé qué praderas le ha tocado conocer, pero en lo que a mi toca, su presencia me su aliento me recordaba a una mala mezcla de cebolla, chorizo y vino pasado.

(Sancho se queda dormido, y Quijote continua extasiado mirando al techo. Desde la puesta que da a la venta, Maritornes retorna sigilosamente, en camisón de arpillera. El establo continúa en penumbras que apenas permite distinguir las siluetas de las figuras. Ella avanza a tientas con los brazos extendidos para encontrar al arriero. Este se mantuvo durante todo este lapso, en silencio pero ansioso. Quijote escucha entrar

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