Sanguinaria sensualidad.
Enviado por mondoro • 2 de Mayo de 2018 • 4.129 Palabras (17 Páginas) • 346 Visitas
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Salteóme la serrana
junto al pie de la cabaña…
que formaron parte del estribillo de una balada, se convirtieron en su simiente literaria, que para Menéndez Pidal es la última evolución de las serranillas medievales (Flor nueva 246).
El romance
Por más que las primeras recopilaciones impresas de romances proceden de principios del siglo XVI, no es hasta el siglo posterior en que surge nuestro personaje (Román y Benito 5), entonces es lógico pensar, que éste llevara tiempo de boca en boca, desde el siglo XV o antes.
La versión más antigua del romance y de la que se tiene noción es la que recoge el escritor Gabriel Azedo de la Berrueza y Porras en su tratado sobre la historia y geografía de la Vera, titulado Amenidades, florestas y recreos de la Vera Alta y Baja en la Extremadura, publicado en 1667.
Este libro incluye hechos remotos de los primeros habitantes del lugar y una reseña pormenorizada del espacio, que se describe, de «manera idílica, abundante en agua y de vegetación exuberante» (Paniagua 485). Fue en este locus amenus, por los caminos que llevan a Garganta la Olla y entre la espesura de los matorrales de la sierra de Tormantos donde aparecen «doce versiones» (Majadas and Merino 13) del romance.
La siguiente transcripción corresponde a la publicada por Díaz Roig en El Romancero Viejo,
1 Allá en Garganta la Olla,
En la Vera de Plasencia,
salteóme una serrana
blanca, rubia, ojimorena.
5 Trae el cabello trenzado
debajo de una montera
y, porque no la estorbara,
muy corta la faldamenta.
Entre los montes andaba
10 de una en otra ribera,
con una honda en sus manos
y en sus hombros una flecha.
Tomárame por la mano
y me llevara a su cueva;
15 por el camino que iba
tantas de las cruces viera.
Atravíme y preguntéle
que cruces eran aquellas,
y me respondió diciendo
20 que hombres que muerto hubiera.
Esto me responde, y dice,
como entre medio risueña:
«Y así haré de tí, cuitado,
cuando mi voluntad sea.»
25 Dióme yesca y pedernal
Para que lumbre encendiera,
y mientras que la encendía,
aliña grande cena;
de perdices y conejos
30 su pretina saca llena,
y después de haber cenado
Me dice: «Cierre la puerta.»
Hago como que la cierro,
y la dejé entreabierta.
35 Desnudóse y desnudéme,
y me hace acostar con ella.
Cansada de sus deleites
muy bien dormida se queda,
y en sintiéndola dormida
40 sálgome la puerta fuera.
Los zapatos en la mano
llevo porque no me sienta,
y poco a poco me salgo
y camino á la ligera.
45 Más de una legua había andado
sin revolver la cabeza,
y cuando mal me pensé
yo la cabeza volviera
Y en esto la vi venir,
50 bramando como una fiera,
saltando de canto en canto,
brincando de peña en peña.
-- «Aguarda [me dice], aguarda,
espera, mancebo, espera,
55 me llevarás una carta
escrita para mi tierra.
Toma, llévala a mi padre,
dirásle que quedo buena.»
-- Enviadla vos con otro,
60 o sed vos la mensajera. (301-302)
Pese a que esta versión es la más conocida, de la misma existen múltiples variantes y «se han recogido más de doscientas versiones diferentes» (Majadas and Merino 13), porque para Menéndez Pidal « cada romance no tiene un autor sino muchos que en él pusieron algo de su sensibilidad» (Romancero Hispánico 49).
Como vemos la descripción de la serrana del romance es muy cercana a aquéllas del Arcipreste y muy distinta a la de Santillana. El texto tiene una extensión de sesenta versos octosilábicos en una sola tirada, con rima asonante e /a en los versos pares y suelta en los impares. El primer verso comienza con el adverbio demostrativo allá, que nos sitúa en ese lugar específico o en sus proximidades y enfatizando la lejanía del mismo,
Allá en Garganta la Olla,
En la Vera de Plasencia,
En este animado texto, el narrador relata su encuentro imprevisto con una serrana de los montes mientras iba de un sitio a otro en la Vera de Plasencia. Las acciones que se suceden después son rápidas y breves, ésta coge
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