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La utopía nuestra

Enviado por   •  13 de Octubre de 2017  •  1.218 Palabras (5 Páginas)  •  449 Visitas

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No obstante, al inicio de este ensayo se sentenció que la utopía, esta herramienta nuestra, está enferma. Esta enfermedad, que se traduce en un profundo pesimismo, tiene, a nuestro parecer, varias causas, aunque creemos que la principal, o por lo menos la primera que voy a mencionar, es la del positivismo.

El positivismo, siendo el pensamiento filosófico que afirma que el único conocimiento auténtico es el científico (obtenido este a través del método científico), tuvo más consecuencias de las que, en mi opinión, se podían prever. Independientemente de la afirmación básica y fundamental que defiende esta corriente, cuestión que no es la que nos preocupa, hay que señalar que en el momento en el que Auguste Comte establece que en el avance de los estados sociales siempre se progresa, es decir, “lo mejor está siempre por llegar”, se cayó, en nuestra opinión, en lo contrario a lo que supone la utopía, es decir, en el conformismo. Esta filosofía ha conseguido, en nuestra opinión, que la gente tenga una fe ciega en que el progreso es inevitable, hasta tal punto de conformarse con todo aquello que les sucede. Ejemplos de esto son la concepción de la tecnología del futuro como algo mágico, o ese pensamiento tácito de que se podrán curar todas las enfermedades, o que ya no habrá más guerras porque confían en la efectividad de los gobiernos, o que se respetarán los derechos de las personas y habrá justicia porque un Estado así lo garantiza. O también es el hecho de la amnistía electoral, gente que no vota porque no le interesa (obviando que existen otros motivos por los que no votar).

Es evidente que el progreso existe, pero este progreso no es algo que quepa esperar. El progreso existe tan sólo en tanto y cuanto alguien prevé que se pueda progresar, pues sólo aquellas personas que “sueñen” y “aspiren” a una realidad mejor, intangible en un primer momento, podrán llegar a ese estado social.

A raíz de esto se puede hablar, considero, de una postmodernidad que nos ha dejado un sabor de boca amargo, pues en todos los ámbitos de nuestras vidas está latente ese conformismo, esa aceptación (y en algunos casos resignación) de la realidad. La gente ya no confía (y por supuesto generalizamos) en sí misma para cambiar el paradigma, sino que confía en que otros lo harán por ellos, o, por el contrario, y es donde encontramos el pesimismo, la gente no confía ni en sí misma ni en nadie, sino que directamente considera que no hay solución, y que la realidad que le toca vivir es infranqueable.

Ya no vivimos en la época en la que se pensaba en un futuro mejor, aunque seguimos viendo pequeñas aristas de ese deseo utópico de cambio. Ya no es la época de las grandes revoluciones, de los grandes cambios, de las pasiones por el progreso. Yo diría que, más bien, vivimos en la resaca de esas utopías con gente que ya no tiene pasiones ni convicciones (sólo hay que ver la generación ni-ni). La gente piensa que está viendo la luz del sol, pero en verdad han vuelto a las cavernas donde sólo se avistan sombras.

Así, considero que la utopía, lejos de ser sólo un ideal inalcanzable, es la potencia de la realidad, el motor del progreso no sólo de la política, sino también de nuestra historia, y que sólo aspirando se puede llegar a ser.

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