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NATHUS PHILOSOPHOR

Enviado por   •  10 de Enero de 2019  •  4.866 Palabras (20 Páginas)  •  347 Visitas

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En el pueblo donde sucedió nuestra historia, se encontraba un Templo del Siglo XVI, con sus características propias de la época, sobresaliendo dos particulares la oscuridad y la luz de los cirios La gente iba a dejar sus ofrendas y una que otra actividad de culto.

En una tarde que acudió al parque, para esperar su regreso, percibió aquel templo, que en sus atardeceres pasados no le ponía interés, pero ante el interrogante que embargaba su pensamiento decidió entrar por simple curiosidad, quiso conocerlo, sin saber lo que iba a encontrar. Pensaba que podía elevar una oración y que una respuesta por fin llegaría, no era un hombre de convicción en la fe, pero de cualquier modo intentaría, vio a unas personas orar y prender una vela o un cirio que ponían como ofrenda en el altar.[pic 14][pic 15][pic 16][pic 17]

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Entró al lugar, sentado cerró los ojos oraba y pedía respuestas, al paso de los minutos se levantó, tomó un cirio y con las flamas prendidas que ahí estaban lo encendió, la luz se hizo penumbra, solo podía ver la llama encendida de su cirio, la curiosidad pasó a ser miedo arrebatador, ante el claro oscuro del interior del templo, al tiempo que, escuchó una voz que le llamaba por su nombre e interrogándolo del por qué nunca había entrado al templo hasta ese día.

La voz vino de un hombre imponente, vestido de negro, con sombrero de copa y sin rostro alguno, produciendo sentimiento de miedo ante él y sin dejar estar sorprendido por lo que estaba sucediendo, era acaso una visión pensó. A pesar de la turbación en que se encontraba se enfrentó a un diálogo con aquel Hombre de Negro.

Ante el interrogante de ¿quién eres tú, y qué es lo que quieres de mí? de parte de él, el Hombre de Negro se presentó como como el “Rey de las Tinieblas”, apenas sostenido en pie con el terrible escalofrío que sentía, pensaba que no había lugar a dudas, era el mal que había encarnado y que estaba frente a él, la voz continuó diciéndole: “De ti, ya tengo lo que quiero, tu alma me pertenece…” dicho esto aquel hombre parecía perder la conciencia, sin saber de donde salieron sus fuerzas sostuvo la voz y negaba “No, no es posible, ¿por qué?”, pensaba que pecados graves había cometido para merecer ese castigo.

La voz continuó: “Es una casualidad, tú acabas de encender la flama que en número corresponde a un millón, quien prende la millonésimo cirio me pertenece, a partir de ahora tu destino está sellado, tu vida mortal está ligada a la de esa luz que sostienes en las manos, cuando esa flama se apague, regresaré por ti, estarás conmigo eternamente”, así la voz decía, que no le valía huir a ningún lado ni pedir ayuda.

Finalmente pudo escuchar la sentencia final: “para mantener tu vida, debes mantener esa luz encendida, no podrás amar o ser amado, pues condenarás a la misma suerte a aquella persona a la que ames, me despido por ahora de ti, pero regresaré”.

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Ante tal responsabilidad de vida, él le pidió que volviera a ver a la chica todos los atardeceres en su correr y se comprometía a mantener la llama un millón, con sus actos y con sus visitas al templo.

Él, con la emoción elevada se retiró, angustiado, y pensando qué pasaría si la flama se apagaba en verdad moriría y vendría el diablo en persona por él, y si el templo estaba cerrado por varios días, si no le permitían la entrada, encontraría algún pasadizo secreto, cuanto días podía durar la flama de un cirio de mayor tamaño; se preguntaba.

En los días venideros asistía siempre a correr por las tardes en el parque, y para su sorpresa la chica que amaba sentada estaba ya, pero el amor en silencio se seguía presentando, pensaba cuánto la amaba y cuán feliz era de verle, al tiempo recordaba que no podía expresarle su amor ni consumarlo, pues la condenaría a un terrible destino.

Todos los días al terminar ésta rutina, entraba a al templo, rezaba y pedía por su amada, y eventualmente cuando la luz un millón estaba por apagarse, encendía otra, siempre así, durante muchos años.

Y todas las tardes, corría con la esperanza de verla y contemplarla ahí en el mismo lugar, sin darse cuenta que ella cada día envejecía y él intacto de madurez está, sin un avance de senectud.

Pasaron los años y en su momento ella dejo de ir, preguntado estaba y ante tal interrogación, la gente le dio respuesta, que la anciana que se sentaba a leer en el atardecer había fallecido.

Él detuvo su correr y pensó no seguir con la llama de un millón, no tenía caso ya, la única opción era abandonarse a su fatídico destino, la llama de la vida se tendría que extinguir. Caminó al templo y en su claro oscuro se escuchó la voz del Hombre sin Rostro, interrogando si estaba seguro de apagar esa llama y finalmente dijo: “si estás decidido hazlo y ven conmigo”.

Idea: Dr. José Antonio Pérez Ramos. Redacción: Lic. Rubén Pérez Ramos.

Lic. Rommel Avitia Zarco

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[pic 22]

Multi Fanam Conscientiam Pauci Verentur

CAECILIUS CILO

"Muchos le temen a su reputación, pocos a su conciencia"

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La vida sobre rieles.

Ing. David Jorge Gómez Santiago

Como el agua fluye en los ríos y la vida en un suspiro se puede ir sin escuchar el sonido de las llantas de hierro en los rieles del ferrocarril.

Sentado en un durmiente gastado y desechado por el peso constante de los vagones del ferrocarril, en mi mano los clavos de hierro solido que dan amarre al riel y al durmiente al paso del viejo constante convoy. Dos vidas que se usaron (durmiente y clavo) para que el riel tuviera firmeza y su línea guiara por buen camino al tren, con sus ocupantes confiados en llegar a su destino bien.

Ese es el destino, dejado a la deriva porque

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