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EL ALTAR

Enviado por   •  28 de Noviembre de 2017  •  2.634 Palabras (11 Páginas)  •  310 Visitas

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Segundo periodo: (del s. IX al XIV). Se empieza la costumbre de depositar sobre el Altar, en el lugar que ahora está el tabernáculo, las reliquias insignes de cada iglesia. Esto hace que desaparezca el ciborio con sus adornos y lámparas y se use el altar para otras cosas. Se traslada el centro a testero, empotrándolo con el muro, y como hay que poner en la mesa el crucifijo, los candeleros y otros objetos, en vez de cúbico se hace oblongo.

Tercer periodo: (del s. XIV en adelante). Se añade una gradilla para el crucifijo y los candeleros, se retiran las reliquias sobre el Altar para acercarlas más a los fieles y se comienza a construir el retablo que adquiere dimensiones gigantescas en la época medieval y del Renacimiento. Así que el Altar deja casi de ser una mesa del Sacrificio, para convertirse en pedestal de un monumento: lo accesorio sustituye a lo esencial.

En el siglo XV se instala el tabernáculo, en el XVIII reaparece el baldaquino, aunque muy adornado. En el paso del tiempo se hacen esfuerzos para volver al Alatar antiguo, aunque no siempre se acierta. Hay que recordar que el Altar entre más mesa sea y menos pedestal de cosas, es más Altar y más digno del Sacrificio.[6]

El derecho canónico vigente (Canon 1197 – 1202) distingue dos clases de altares: los altares fijos y los altares movibles. Los primeros consisten en una gran loza de piedra o de mármol, de una sola pieza, formando un todo inseparable (por las columnas que le lleguen a sostener). Y los segundos consisten en una pequeña pieza de losa, también de piedra o mármol, llamada ara, embutida en una mesa de cualquier material. Hay que tener en cuenta que tanto uno como el otro deben ser consagrados por el Obispo y llevar en el centro un “sepulcro”, u hoyito con la reliquia de algún mártir.[7]

- Simbolismo del Altar.

El Altar, como lo dijimos en un primer momento, representa a Jesucristo. En su sacrificio, él es el Sacerdote que ofrece; la Víctima sacrificada; y ese Sacrificio, antes que en la Cruz y más que en la Cruz, se ofreció en su Corazón divino, desde el primer instante de su Encarnación hasta su último suspiro en la Cruz. “De manera que Jesús es también el Altar de su Sacrificio; es por tanto, Sacerdote, Víctima y Altar de su propio sacrificio o bien, el Altar es el trono del Cuerpo y la Sangre de Jesús[8]”. Por ello, en cuanto a los materiales del Altar, debería considerarse los más preciosos; la ornamentación más rica.

El Altar es la mesa de la Última Cena y por otra parte el ara de la Cruz, ahora bien, cada una de las cosas que integran el Altar propiamente dicho tiene también su especial significado:

La piedra, representa a Jesús como la “piedra angular”, de la que hablan las Escrituras, de toda la Iglesia. Las reliquias de los santos, que nos recuerdan la antigüedad de los primitivos altares cristianos (que estaban erigidos encima de las tumbas de los mártires) y que nos indican la estrecha unión que existe entre el Sacrificio de los Santos y el de Jesucristo. Las cinco cruces, de las cuales representan las cinco llagas de Jesucristo, así como las unciones del santo Crisma y la combustión del incienso que recuerdan el embalsamiento del Cuerpo de Jesucristo.

Finalmente los honores litúrgicos como incensaciones, besos, etc., que en las mismas celebraciones litúrgicas se le atribuyen a los altares, es la singular manifestación de la realidad de Cristo mismo como el Altar, al que se le debe honor y respeto.[9]

“Cuando miramos el altar como umbral, pensamos en algo concreto… nótese también que las imágenes provienen del mundo material… por medio de imágenes aplicamos, pues, a lo divino conceptos propios de nuestra vida humana. Nuestro discurso hará esfuerzos por declarar, mediante conceptos y preposiciones lo significado.”[10]

- Accesorios del Altar.

El Altar propiamente dicho, posee complementos accesorios: los manteles, el Crucifijo, los candeleros y el Sagrario, del que algunas veces se agregan flores, algunas cortinas y relicarios. Sin embargo, dentro de este contexto. “Para elevar la dignidad del Altar puede estar elevado sobre gradas pero no se debe “sobre-alzar””[11]Esto por la situación de no dejar de menos la participación del sacerdote, quien también representa a Cristo. “La Cruz significa lo que se realiza en el Altar”[12], ya que, como lo hemos venido remarcando, es el sacrificio de Cristo el cual se presenta, se vive y se realiza. “Los candelabros expresan el carácter festivo de la celebración y el resplandor de la presencia de Cristo”[13], habrá que mantenerse tomando en cuenta la variedad de manifestaciones culturales existentes, sin exagerar lo esencial; la vista misma del Altar, juntamente con los adornos florales, los cuales deben servir al Altar sin desdibujarlo.[14]

De igual manera, se tendrá que prever un pequeña mesita anexa al Altar llamada “credencia”, donde se puedan poner los vasos sagrados y otros objetos necesarios para la Celebración y a la que son llevados de nuevo, una vez que han sido utilizados.[15]Esto en favor al Altar que no debe de convertirse en un “anaquel” o “posadera”, de cualquier objeto, ya que posee una realidad teológica (es Cristo), de la que habrá que hacer consciencia dentro del pueblo.

En palabras del papa Pío XII, con respecto al decoro de deben tener los Templos y los Altares escribe: “Siéntase cada uno animado por aquello del Salmo: el celo de tu Casa me tiene consumido, y esfuércese, por consiguiente, para que, aunque no llame la atención ni por la riqueza ni por su esplendor, sin embargo todo en cuanto pertenezca a los edificios sagrados, a los ornamentos y a las cosas del servicio de la Liturgia, aparezca limpio y en consonancia con su fin, que es el culto a la Divina Majestad. Y si bien ya hemos reprobado el criterio erróneo de quienes, bajo la apariencia de volver a la antigüedad, se oponen al uso de las sagradas imágenes en los templos, creemos que es también Nuestro deber reprobar también aquella piedad mal formada, de los que, sin razón suficiente, llenan templos y altares con multitud de Imágenes y efigies expuestas a veneración de los fieles”[16]

Conclusión.

Ya hemos visto que la ejecución del Rito Eucarístico se ve fundamentado en un espacio concreto, pero que, en dicho espacio, está implícito un ambiente, unas características peculiares que le dan valor al Lugar Santo; el Altar cetro del Lugar, donde se consuma el Sacrificio “agradable al Padre”.

Vemos también la peculiaridad en relación a la distinción de la presentación del Altar a lo

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