Sean bienvenidos a "Alhena", una asociación sin ánimos de lucro
Enviado por Sandra75 • 11 de Octubre de 2018 • 1.680 Palabras (7 Páginas) • 342 Visitas
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Lo que Daichi no había planeado, era el hecho de que la enfermedad que el susodicho tendría sería tan difícil de tratar. Es decir, como ayudar a alguien que te teme. Vaya que sería complicado. El pelinegro recordó la ficha que había llenado al ingresar. _Paciencia. Dedicación. Esfuerzo_. Sí. Necesitaría mucho de eso. Pero a él le gustaban los retos. Sonrió trazándose desde ya un plan que le permitiera interactuar con su paciente.
Con un ligero balanceo, sus pies que se habían detenido en la puerta junto a la enfermera, dieron un par de pasos hacia adelante, queriendo captar la atención del castaño. Elevó su mano efectuando un corto saludo en el aire dirigido al más alto.
- *Soy Sawamura Daichi. Estaré cuidándote esta temporada. Espero que nos llevemos bien.* -Una sutil sonrisa se mantuvo en su rostro sereno. Afable.
Los temblores en su cuerpo aumentaron cuando escuchó una segunda voz en la habitación. ¿Qué hacia ese chico ahí? ¿Por qué lo dejaban entrar al único lugar en el que se podía sentir seguro? ¿Y si le hacía daño? ¿Y si quería tocarlo? ¿¡En serio le estaba hablando a él!?
Comenzó a sentir náuseas y se inclinó hacia delante en un vano intento de calmarlas. Los ansiolíticos que le había obligado a ingerir no estaban haciendo su trabajo y aquello le estaba causando mucho más daño que lo usual. Tragó con fuerza, levantó un poco la mirada para luego bajarla y volver a su posición inicial, la cabeza cubierta por sus manos.
— N-no necesito ayuda. S-se puede retirar.— murmuró lo suficiente alto como para que ambas personas le escuchasen. ¿Por qué insistían con eso? Todos habían visto que mientras más solo estuviera, mejor se encontraría su cuerpo en lo físico y mental. — M-me seguiré sintiendo mal si siguen aquí.— las náuseas, los temblores y el dolor de cabeza comenzaban a multiplicarse en su cuerpo, haciendo insoportable el estar con los ojos abiertos.
Todo en él se había vuelto más sensible, desde el oído al olfato y el gusto. Nada se escapaba de sus sentidos bien desarrollados. El olor de la fragancia de la enfermera le estaba enfermando aún más, si aquello era posible. — ¿Por qué no se van? — el sonido de las pisadas alejándose no se escucharon en ningún momento. ¿Qué querían de él?
Intentaba. E intentaría. Daichi se hallaba algo conmocionado. Giró a ver a la enfermera tras sí con cierta preocupación expresada en su rostro. Tragó saliva volviendo la vista al castaño. Si bien sabía lo que le podría esperar, ver la realidad de cómo estaba el paciente a su cargo le daba una nueva visión. Y comenzó a replantearse su futuro proceder. Parecía más complicado de lo previsto. Más no dejaría que eso le desanimara. Aunque su actuar le dijera evitarse problemas. Enderezó su postura y sacudió sus hombros. _Aquí vamos_. Se dijo a sí mismo.
- *Tranquilo. No te haré daño. He venido a presentarme solamente, por ahora.* -Le dio una nueva vista rápida a la enfermera.- *Y… me retiraré ahora. Ya hice lo que tengo que hacer.* -Titubeó.
Elevó nuevamente su mano para agitarla esta vez en despedida, mientras daba media vuelta para salir de la habitación de nuevo.- *Nos vemos luego. Espero pronto.* -Afirmó atravesando la puerta de vuelta al pasillo para que la enfermera cerrara la puerta tras él.
Suspiró con una de sus manos en su pecho. Se había puesto nervioso, debía admitirlo. Miró su mano e hizo un puño con ella. Pensaba en lo que vendría luego y las indicaciones que ahora recibiría de la enfermara que le hablaba desde hace dos minutos y a la cual recién empezaba a atender. Asintió siguiéndola de vuelta por el mismo blanco, tétrico y largo pasillo del hospital.
— Espero que aquello no sea cierto.— volver a ver a ese desconocido en su habitación diciendo aquellas palabras haría que su cabeza explotara de alguna manera.
Una vez que levantó la mirada para observar que ya no se encontraban ahí, soltó la respiracion. Sus pulmones habian comenzado a doler, contener la respiración durante algo de tiempo hacia estragos en su cuerpo. Las palabras del joven invasor retumbaron en su cabeza de manera inquietante ¿se verían nuevamente? ¿en verdad quería "ayudarlo"?
— Esto no puede estar pasando.— murmuró un poco más tranquilo. Se había acostumbrado a la soledad de ese lugar, en verdad no creía necesario que necesitase ayuda en lo que ellos consideraban un "enfermedad" sólo no quería tener contacto con las personas ¿aquello en verdad era tan malo?
Cogió uno de los libros que tenia a su disposición y comenzó a leerlo. La antropofobia era algo tan complicado como el mismo ser. No tenía cura.
Aquello había comenzado como una simple timidez de niño, al parecer sus padres no prestaron atención a aquello. Hasta que comenzó a retraerse más y más. Llegó al punto que tan sólo la presencia humana le incomodaba y enfermaba. Quería vivir en una burbuja y lo logró cuando le internaron en aquel lugar.
Era feliz.
… M.
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