De la narración a la argumentación.

...

Si seguimos la línea jurídica podemos establecer que la Savarini incurre con su acción en un acto de Dolo, que según Hernando Grisanti el Dolo es la voluntad consciente, encaminada u orientada a la perpetración de un acto que la ley prevé o estipula como delito. En tal sentido, la viuda sabe y ejecuta lo que conocido por ella.

Ahora, se descarta de un tajo que la Savarini haya caído en un acto preterintencional porque la preterintención es el resultado punible que sobrepasa la intención del autor denominase delito preterintencional. El diccionario jurídico de Cabanellas, define al delito preterintencional como aquel que resulta más grave que el propósito del autor, es decir, que el autor del delito obtiene un resultado que no se esperaba y que sobrepasa a lo que el busco o tenía como fin a cuando cometió el delito. Y ella, consiguió lo que planeó.

Según Carrara, se entiende por culpa como la voluntad omisión de diligencia en calcular las consecuencias posibles y previsibles del propio hecho. A esta teoría se le han formulado diversas críticas, lo que no implica que no se reconozca que el concepto de previsibilidad juega un papel de importancia en la culpa, sino tan solo que ese elemento no puede considerarse como suficiente para servirle de fundamento, dado que, en otras razones, aun siendo previsible el resultado, puede no darse la culpa, si el sujeto ha actuado con la debida diligencia y prudencia.

Este acto condenable desde lo que establece la norma jurídica no está fuera del foco de acción de la axiología que pone al servicio del hombre todos los valores que direccionan la conducta humana; no obstante, no peca porque no incurre en este hecho punible.

Este tema de las conductas humanas ya fue preocupación de Aristóteles a través de la antropología Noética, tiempo después Maquiavelo resalta la animalidad del hombre en las acciones que comete, estudiada desde la antropología Orética. Y a manera de ilustración, podemos citar un ejemplo en el Mito del Mino tauro donde es evidente asa dualidad y mejor, esa animalidad que llevamos dentro.

En la conciencia humana, por ejemplo, a sabiendas de que la muerte al ofendido no nos devolverá el ser querido, la sed de venganza sobrepasa esos límites y nos acordamos que este indicio viene incluido en nuestros genes ancestrales y culturales. Para más señas, es cuestión de honor en la que se sopesa la valentía del agredido. Con la Savarini por tanto no hay excepción alguna, también ella, al igual que cualquier hombre promete venganza, una venganza ciega. Tan ciega es que le pide a Dios que la ilumine y le dé valor para perpetrar ese acto. En este caso pasa de una petición divina a una muestra terrenal, olvidando lo que señalan las escrituras. La muestra tomada de libro lo manifiesta de esta manera: Cuando lo juzgó oportuno, la Savarini confesó y comulgó un domingo con mucha devoción, y luego se puso un traje de hombre y se embarcó en la barca de un pescador, que la condujo al otro lado de la costa, acompañada de su perra.

Entonces es posible que se cumpla la sentencia popular que el que peca y reza empata. Entendiendo ella que por su condición de indefensa recibiría favores divinos.

Es bueno señalar que para llevar a cabo este hecho la Savarini, pone de manifiesto la teoría de Skinner, que en definición, condujo un trabajo pionero en psicología experimental y defendió el conductismo, que considera el comportamiento como una función de las historias ambientales de refuerzo. Escribió trabajos controvertidos en los cuales propuso el uso extendido de técnicas psicológicas de modificación de conducta, principalmente el condicionamiento operante, para mejorar la sociedad e incrementar la felicidad humana, como una forma de ingeniería social. Que, parafraseándola, podríamos resumirla en una acción de estímulo – respuesta. O mejor condicionamiento operante.

Tal acción se hace evidente en el siguiente pasaje de la historia. La vieja hizo con el asado una corbata al hombre de paja, y se la ató bien fuerte; después soltó a la perra. De un salto formidable, el animal alcanzó la garganta del maniquí, y con las patas sobre los hombros se puso a desgarrarlo. Cuando arrancaba un pedazo se bajaba y se lanzaba luego por otro, metiendo su hocico entre las cuerdas y arrancando los pedazos de morcilla. La vieja, inmóvil, miraba con los ojos brillantes; después volvió a atar a la perra, la hizo ayunar otros dos días y volvió a repetir aquel extraño ejercicio.

En consonancia con lo anterior, es evidente que la vieja condiciona a la perra para luego encontrar la respuesta esperada, es decir, que la perra asesine a Nicolás de Rovalati, tal como ella le indicara que hiciera con el maniquí. Siendo consecuentes con lo anterior la venganza es dulce o, en otras palabras, se cumple una promesa más que su hijo a sí misma, pues el muerto no verá semejante hazaña. Sin embargo, le correrá un fresco interior que le recorre todas las arterias y todas las venas, pues al parecer un crimen por sus condiciones “normales” y en Longosardo, en una tierra donde no hay control. Aquí todo crimen adquiere la condición de impunidad y la justicia no permite que se haga venganza con las propias manos, pues nada saldrá a la luz pública pues no se contempla la ley del talión o la de ojo por ojo y diente por diente. No se admite esta regla tácita porque están por fuera de la ley del hombre y por supuesto de la ley de Dios. De ahí la razón de ser de este refugio o bien podríamos mencionar la contraparte, que el mismo desorden propicie actos de esta naturaleza y siga reinando la ineptitud de la ley y de las normas que rigen las conductas humanas.

En resumen, podemos resaltar que más allá de imaginario narrativo es posible motivar a los estudiantes para que a través de la narración y con estas indicaciones se llegue de la mejor manera de comprender un texto, interpretarlo y mejor aún, hacer proposiciones que se posibilitan con cada una de las preguntas y en cada una de ellas se genera ese espíritu investigativo y un sentido crítico que es en última instancia lo que se pretende en cada texto.