GUÍA DE EXPOSICIÓN: APOLOGÍA DE SÓCRATES.
Enviado por Ledesma • 25 de Abril de 2018 • 6.861 Palabras (28 Páginas) • 304 Visitas
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Confieso que soy un gran orador: pero no a su manera, porque no han dicho ni una sola palabra verdadera y ustedes sabrán de mí la pura verdad, no por Zeus en discurso vestido de sentencias brillantes y palabras escogidas como mis acusadores, sino en un lenguaje sencillo y espontaneo porque digo la verdad y ninguno debe esperar otra cosa de mí, cuando vean que en mi defensa emplee términos y maneras comunes, no se sorprendan ni se irriten, porque esta es la primera vez que comparezco a un tribunal.
Soy extraño al lenguaje que aquí se habla, y como si fuese un extranjero me disculparían que les hablase de la manera y en el lenguaje de mi país y creo justa mi petición. Y que miren solamente con toda la atención si les digo cosas justas o no, porque en esto consiste toda la virtud del juez, como la del orador: en decires la verdad, es justo que comience a responder a mis acusadores y a refutar mis acusaciones porque tengo muchos acusadores desde hace muchos años, los cuales nada han dicho que no sea falso. Temo más a estos que a Anito y sus cómplices (breve interrupción para explicar esta parte por parte de otra persona) pero son aquellos mucho más temibles, desde la infancia les han dado muy malas noticias de mí diciéndoles que hay un tal Sócrates, hombre sabio que indaga lo que pasa en los cielos y en las entrañas de la tierra, estos falsos rumores son de mis más peligrosos acusadores por que llegan a los demás a persuadirse que los hombres que se consagran a estas indagaciones no creen en la existencia de dioses, estos acusadores me acusaban en plena libertad sin que pudiera contradecirlos y lo más injusto es que no se me es permitido conocerlos ni nombrarlos. Todos aquellos que por envidia o malicia han transmitido todas estas falsedades, quedan ocultos sin que pueda llamarlos y refutarlos para defenderme.
Desearía con todo mi corazón, que fuera en ventaja de ustedes y mía y que mi apología pudiera servir para mi justificación. Pero yo sé cuál difícil es esto. Venga lo que los dioses quieran, es preciso defender la ley y defenderme.
Remontémonos al origen de la acusación ¿Qué decían mis primeros acusadores? “Sócrates es un irreligioso: por una curiosidad criminal quiere penetrar lo que pasa en los cielos y la tierra, convierte en buena una mala causa y enseña a los demás sus doctrinas”. He aquí la acusación un cierto Sócrates que dice que se pasea en los aires y en otras extravagancias semejantes que yo ignoro absolutamente y esto no lo digo porque desprecie esta clase de conocimientos si no es solo para hacerles ver, que yo jamás me he mezclado con tales ciencias. Y si alguna vez enseñaba y pedía salario es también otra falsedad, no es porque tenga por muy buena el poder instruir a los hombres como lo hacen Gorgias, Prodico e Hipias estos grandes personajes tienen el maravilloso talento de persuadir a los jóvenes a que se unan a ellos, cuando podrían estos ser sus maestros sin costarles un solo donativo, me llenaría de orgullo y me tendría por afortunado, si tuviera esta cualidad pero desgraciadamente no la tengo. Alguno de ustedes incidirá- Sócrates ¿Qué es lo que haces?¿de dónde naces estas calumnias que se han propalado contra ti? Si te has limitado a hacer lo mismo que hacen los demás ciudadanos, jamás debieron esparcirse rumores. Dinos el hecho de verdad para que no formemos un juicio imprudente. Esta objeción me parece justa voy a explicarles lo que me ha desacreditado.
La reputación que yo pude adquirir no tiene otro origen que una cierta sabiduría que existe en mí, una sabiduría puramente humana por testigo de mi sabiduría les daré al mismo dios de Delfos. Todos conocen a Querefón, mi amigo de infancia y que fue desterrado, un día habiendo partido para Delfos tubo el atrevimiento de preguntar al oráculo si había en el mundo un hombre más sabio que yo, a lo cual respondió que no. Querefón ha muerto pero su hermano podrá dar fe de ello. Les refiero esto para hacerles ver de donde provienen estos falsos rumores.
Cuando supe la respuesta me dije: ¿Qué quiere decir el dios? porque yo sé que en mí no existe semejante sabiduría ¿Qué quiere decir el más sabio de los hombres? Porque él no miente. La divinidad no puede mentir. Me propuse hacer la prueba siguiente: fui a casa de uno de los más sabios para rebatir el oráculo y presentarle un hombre más sabio que yo político, examinando pues este hombre sin necesidad de descubrir su nombre conversando con el me encontré, con que todo el mundo lo creía sabio, que el mismo se tenía por tal y que en realidad no lo era, después de este descubrimiento me esforcé por hacerle ver que de ninguna manera era lo que él creía ser y eh aquí lo que me hizo odioso a este hombre y a los amigos suyos. Luego razonaba con migo mismo – yo soy más sabio que este hombre. Puede muy bien suceder, ni él ni yo sepamos nada de lo que es bello y de lo que es bueno, pero hay esta diferencia, que él cree saberlo aunque no sepa nada y yo, no sabiendo nada, creo no saber. Desde allí me fui a casa de otro que se entendía por más sabio, me encontré con lo mismo y me conseguí nuevos enemigos, fui en busca de otros he aquí el fruto de mi indagaciones porque es preciso decirles la verdad, todos aquellos que pasaban por ser más sabios me parecieron no serlo.
Después me fui a los poetas no dudando que con ellos se me cogería infraganti encontrándome más ignorante que ellos y les examine las obras suyas, pregunte lo que querían decir y su objeto, no hubo ninguno que supiera hablar ni dar razón de sus poemas. Conocí que no es la sabiduría la que guía a los poetas, sino ciertos movimientos de la naturaleza. Dicen muy buenas cosas sin comprender nada de lo que dicen. Les deje pues persuadido que yo era superior a ellos.
En fin. Fui en busca de artistas estaba bien convencido que no entendía nada de su profesión, sabían cosas que yo ignoraba pero me parecieron incurrir en el mismo defecto que los poetas, porque no halle uno que no se creyese muy capaz y muy instruido en las más grandes cosas: la extravagancia les quitaba todo el mérito de su habilidad.
Me pregunte si querría mas ser tal y como soy sin la habilidad de estas gentes e igualmente sin su ignorancia, o bien tener la una y la otra y ser como ellos, y me respondí y también al oráculo que era mejor para mi ser como soy. De esta indagación han oído contra mi todos estos odios y enemistades peligrosas que me han producido todas estas calumnias y me han hacho adquirir el nombre de sabio, porque todos los que me escuchan creen que yo se todas las cosas sobre las que descubro la ignorancia de los demás. Solo Dios es el verdadero sabio y ha querido decir esto por su oráculo entender que la sabiduría humana no es la gran cosa,
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