La Pedagogía Por Inventar
Enviado por Stella • 24 de Diciembre de 2018 • 2.268 Palabras (10 Páginas) • 324 Visitas
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de exclusión significa aceptar que determinados individuos están dotando de las condiciones necesarias como para convivir con los incluidos.
La inclusión resulta una figura sustitutiva de la exclusión. No sería lo contrario, sino un mecanismo disciplinario que reemplaza a la exclusión
“Todos” bajo sospecha
“Escuelas para todos”.
Si de integrar a todos se trata, nos remitimos a la enseñanza, la escuela, el niño, el lenguaje de modo homogéneo, etc. Inclusión escolar, inclusión escolar plena. Si no es inclusiva, no es escuela.
No debemos olvidar que la escuela se inventó para educar a las mayorías.
¿Cómo la exclusión se inscribe en las políticas educativas de exclusión?
Como efecto de ciertas comprensiones se produce una suerte de equivalencia entre igualar y equiparar. La calidad educativa y la demanda de mayor eficacia en la acción docente.
El problema de inclusión educativa propone sentidos tecnicistas que haciendo culto con la eficacia articulan epistemologías gerenciales.
“Inclusión educativa” se define en indicadores de permanencia, promoción, repitencia y sobreedad, dentro de los carriles del sistema escolar imaginado como un todo.
La escolarización se sostiene en la esperanza y la promesa que la escuela puede producir una diferencia en la vida de los chicos. Dicha esperanza se desdice en políticas cuya presunción es que la función igualadora se garantiza mejorando la efectividad en la transición, mediante una perspectiva curricular y de capacitación que restituye el poder experto en el control de la enseñanza.
Políticas remediales que abogan por mejores y más efectivas estrategias se producen mediante la pautación exhaustiva de procedimientos estandarizados y la prescripción de actividades como rutinas de aplicación universal.
Los planes tendientes a incluir producen otros modos de regulación y de exclusión, dejando fuera de análisis la lógica propia de su política pedagógica, del modo de funcionamiento y de conocimiento implicados.
Aprendizajes básicos, básicos. Una enseñanza minimalista, técnicamente dosificada. Sin interpelar que significa estar alfabetizado en el mundo de hoy, que saberes son necesarios para moverse en sociedad, para participar y formar parte. La situacionalidad, las diferencias y singularidades son reconfiguradas así en formatos ahistóricos, y el conocimiento escolar adquiere también, una representación unificada.
La frecuente utilización del término todos, en expresiones tales como “todos pueden aprender”, resultan ideas potentes como apuesta de confianza en todos los chicos por igual. Si bien generalizan compromisos democratizadores, en tanto tienden a reparar condiciones provocadas por pobreza, la discriminación y el fracaso escolar.
La cualidad comparativa expresada en “todos pueden aprender”, paradójicamente cuando hablamos de todos, refiriendo al universal, se alude también al que no alcanza las expectativas de logro estandarizas.
La estandarización actúa como si el sistema fuera equitativo.
Pedagogías Anteradas:
“Seguí, vas a ver que vale la pena”. De allí la pregunta: ¿Por qué vale la pena?
Uno podría sostener que lo común es que un maestre enseñe y esa su valía. Sin embargo lo que estos maestros ofrecen de si la centralidad aparece vinculada con el amor por los niños, con sentimientos de cariño, el abrazo, etc. Remitiendo a la contención, entrega, vocación, deber, sacrificio, pero no encontramos referencias que impliquen el vínculo maestro-conocimiento.
Una de las cuestiones da sentido a la tarea de enseñar y a la escuela aparece como contener, cuidar, amar a los niños. Lo que pretende ser una práctica inclusiva de constituyente en otro lugar de regulación social.
Por otra parte desde hace unos años (a partir de la crisis de 2001) la horizontalización del desamparo, la vulnerabilidad creciente de chicos y grandes generó preocupación y un cumulo de producciones pedagógicas en torno del cuidado del otro. La necesidad de restituir el lugar adulto requiere reponer ese lugar también desde la centralidad de las transmisión cultural.
El parloteo pedagógico no deja de producir perplejidades: tenemos que construir a partir de lo que hay. Venimos escuchando acerca de la necesidad de trabajar en orden de que se puede, la escuela hoy más de lo que debe. Podríamos decir que la preeminencia de “Deber ser” ha impedido leer la situación pero también es cierto que es preciso mantener cierto horizonte de expectativas. Por ejemplo: no renunciar a la igualdad como línea que oriente nuestro trabajo, como un modo de tener presente siempre que es la cuestión de corroborar en la práctica, en cada clase y con cada chico.
Si la enseñanza pierde centralidad, si la escuela renuncia a la abundancia en el ofrecimiento, a sostener para otro una exigencia, al convencimiento de es posible algo más, siempre más.
La escuela del siglo pasado, la pretensión igualadora del currículo ofrecía una versión de la cultura y simultáneamente la convicción que esa versión común, única e impuesta permitía a “Los nuevos” triunfar en la vida, “Ser alguien”. Si esos nuevos eran pobres, inmigrantes o deficitarios poco afectaba esa condición a la operación pedagógica, que de igual modo les ofertaba los signos de la cultura común.
Hoy pareciera que nada valioso podemos ofrecer, solo queda dosificar una didáctica a demanda.
La escuela tiene que traer algo del orden de la novedad, ofrecer la posibilidad de ese encuentro con el otro. La discontinuidad, lo extranjero al propio saber. En muchas situaciones escolares, las contracciones de hoy tensan la tarea, podrían conjugarse en cuatro verbos: Aguantar, amar, conocer, controlar.
Entre aguantar y amar a los chicos, conocerlos y controlarlos nos despojamos de otros que dan sentido a hacer: Enseñar, ofrecer, dar, compartir, repartir, soñar para otro algo mejor.
La apuesta política de la escuela es que permite a un cuerpo desplazarse del lugar asignado, desatando profecías de fracaso con que muchos chicos llegan, haciendo sitio, ofreciendo mundos.
Según Ranciére la actividad política cambia el destino de un lugar, hace ver lo que tenía razón para ser visto y escuchar lo que no es escuchado. Porque si algo sostiene la apuesta educativa es la suposición de un desplazamiento posible.
Inventores de mundos:
Pregunta
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