La impostora.
Enviado por Christopher • 29 de Mayo de 2018 • 41.232 Palabras (165 Páginas) • 299 Visitas
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—Haré una lista de los títulos, papá —había contestado Sacha—. O, mejor aún, te traeré los libros a casa para que los veas.
Hubo una ligera pausa antes que el vicario contestara:
—No estoy seguro de que debamos tomar libros prestados sin el permiso de tu tío. Y, con toda franqueza, no estoy muy deseoso por el momento de pedirle favores.
Sacha había sonreído. Sabía que su padre estaba en desacuerdo con su cuñado acerca de las condiciones de algunas las casitas en las que vivían los viejos pensionados de la finca.
A pesar de ser muy rico, el marqués podía ser muy avaro en cosas que no le afectaban en lo personal, pero el vicario le había hecho notar con firmeza que algunos de los viejos pensionados estaban enfermos a causa de los techos que goteaban y de las ventanas que no cerraban bien.
—Está bien, papá —había respondido Sacha—. El señor Cornwall, el bibliotecario, se siente tan emocionado de que yo me interese en los libros, que estoy segura de que me prestará los que quiera.
Sin hacer caso de las protestas de su padre, le llevó todos los libros que había sobre los griegos, pues sabía que lo ayudarían en sus estudios.
En los últimos cinco años el vicario había empezado a aumentar sus exiguos ingresos escribiendo libros, en su mayor parte traducciones del griego, que tenían una venta limitada entre los eruditos y las bibliotecas universitarias.
Lady Margaret solía decir: “por poco que sea, es una ayuda”, y se sentía muy orgullosa de que su marido fuera aclamado por los intelectuales como una verdadera autoridad en la Antigua Grecia.
Pero en el castillo, llamado Langsworth Hall, sólo interesaba la vida social, en la que Deirdre empezó a brillar en cuanto hizo su debut.
No sólo era muy bonita, con la belleza exquisita dé una rosa inglesa, sino que la vestían los modistos más famosos de Londres y se la agasajaba en grande en las fiestas que sus padres organizaban en la Casa Langsworth, de la plaza Berkeley. No era asombroso, por lo tanto, que la cortejaran numerosos galanes.
Cuando se suspendieron las lecciones, la vida de Sacha había sufrido un violento cambio.
Ya no podía ir al castillo todos los días y había perdido, con las enseñanzas que recibía, la oportunidad de montar a caballo. Pero lo que más lamentaba era no poder seguir tomando libros prestados de la biblioteca, pues aunque al señor Cornwall le alegraba verla, ella se daba cuenta de que, cuando se encontraba con su tía, ésta le pedía una explicación de su presencia allí, y era evidente que la consideraba como una intrusa en la casa. Como Deirdre ya había crecido, sus padres esperaban que Sacha se limitara a ocupar su lugar en el pueblo como lo que era, la hija del vicario.
Al verse privada del apoyo de su madre, Sacha no había podido hacer otra cosa que olvidarse de los placeres que disfrutó en Langsworth Hall y sentirse agradecida por los años que había pasado allí.
Por fortuna, tenía muchas cosas que hacer en su casa. Al morir Lady Margaret, la pequeña renta que ésta recibía como herencia familiar fue suspendida. Sacha y su padre tenían que vivir sólo del sueldo que él percibía como vicario y de las utilidades que obtenía de sus libros.
Esto significaba que no podían ya pagar servidumbre extra. Y como Nanny empezaba a envejecer, Sacha tenía que ayudarla con el trabajo de la casa.
A ella le alegraba estar con su padre y las veladas eran perfectas si podían sentarse solos a conversar.
Como los dos estaban muy ocupados todo el día, las horas pasaban de prisa, hasta que podían enfrascarse, en la noche, en una de sus animadas discusiones sobre ternas históricos, los cuales, de manera inevitable, terminaban siempre en los griegos.
El profundo, conocimiento que su padre tenía de la Antigua Grecia, así como de los dioses y diosas que los griegos adoraban, resultaba fascinante para Sacha y podía oírlo hablar durante horas sobre el tema.
Ella también trataba de ayudarlo en sus traducciones y algunas veces lo sorprendía al encontrar el mejor equivalente en inglés de una palabra con más rapidez que él mismo.
Aquélla, sin embargo, era una vida muy limitada para una jovencita, sobre todo siendo tan hermosa como era Sacha a los dieciocho años.
—Si me lo pregunta, señor vicario —había dicho Nanny unos días antes—, es una vergüenza que el señor marqués no haga algo por su sobrina. Parece haber olvidado lo unidas que eran Lady Deirdre y ella cuando niñas.
El vicario había levantado la vista de su escritorio para preguntar con voz vaga:
—¿A qué te refieres con ese “algo”, Nanny?
—Bueno, señor, creo que Sería muy justo que la señorita Sacha fuera a algunos bailes y conociera caballeros que pudieran admirarla, tal como lo hacen con Lady Deirdre. No hay mucha diferencia entre ellas, pues la señorita Sacha es la viva imagen de su madre, y Lady Deirdre se parece a su padre y ambos eran hermanos. Casi podrían ser gemelas.
—Supongo que se parecen —reconoció el vicario.
—Y se parecerían todavía más si la señorita Sacha tuviera un vestido decente y no sólo esos corrientes vestidos de algodón que son lo mejor que yo puedo hacerle.
Después de una pausa el vicario comentó:
—Sabes bien, Nanny, que en este momento no podemos disponer de dinero para comprar ropa.
—Lo sé, señor, y aunque le comprara a la señorita Sacha un vestido de la calle Bond, ¿quién se lo vería puesto, como no fueran las coles y calabazas del huerto, o los aldeanos que van a la iglesia los domingos?
El vicario no contestó y después de un momento Nanny añadió:
—Es una pena que esa linda niña viva escondida aquí, como esclava, y que jamás la inviten a ninguna de las fiestas que se dan en la casa grande. ¡Estoy segura de que, si Lady Margaret viviera, ya habría hecho algo al respecto, y yo sólo quisiera, a veces, tener la oportunidad de decir a su hermano, el marqués, lo que pienso de él!
Cuando Nanny terminó de hablar había salido del estudio y cerró la puerta tras ella
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