Sobre la empatía

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Dicho lo anterior me gustaría hacer una reflexión sobre un comportamiento: ignorar a un conocido. Ignorar a un desconocido no causa mal, aunque podría dejar de causar bien, pero es completamente neutro en términos del impacto en la persona desconocida. Ignorar a un conocido causa mal en la medida en que es predecible asumir que tendrá un impacto negativo en la persona ignorada. Este comportamiento no se puede justificar en ausencia de empatía, porque esta capacidad existe o no existe. No es selectiva. Quien no es capaz de comprender la tristeza en sus hijos, no la puede entender en sus amigos ni en otras personas. Así mismo, no se puede justificar ignorancia. Aunque es una posibilidad, es difícil que quién asuma este comportamiento crea sinceramente que su acto tiene consecuencias neutras o positivas. Es así que a mi parecer, ignorar a un conocido es una decisión consiente de hacer sentir mal a esa persona. Una decisión de hacer el “mal” bajo la ética humanista.

¿Por qué? Hay infinidad de posibilidades pero para esta columna lo relevante son sus consecuencias. Si salimos del entorno de la ética concentrado en el ámbito individual e ingresamos al ámbito de la sociedad, causar el “mal” depende de la percepción de los demás: “si las personas definen las situaciones como reales, éstas son reales en sus consecuencias” (teorema del sociólogo estadounidense William Thomas). Si una persona siente que otra persona le causó el mal, la primera persona podrá recurrir conscientemente a acciones para causar el mal, y en una potencial espiral negativa de acciones malévolas, se destruye la cohesión social haciendo imposible la convivencia.

La ética, como una caja de herramientas para colaborarnos en tomar las decisiones que hacen el mayor bien, es la base de una sociedad armoniosa sin importar su escala ya sea global o familiar. Sin embargo, no es suficiente. La percepción de una acción realizada de manera empática y conociendo sus consecuencias puede ser mal interpretada por alguien. Sólo es suficiente que las relaciones hecho-acción-consecuencia sean lo suficientemente complejas para que no exista la acción “más” conveniente y cualquier acción sea percibida como “mala” y como consecuencia, esta persona va a reaccionar con otra acción “mala”, y después un tercero y un cuarto y etc., aumentando la “maldad” en tamaño e intensidad.

Si una familia es un tejido, muchas veces el tiempo sana la herida, más aun cuando el tejido circundante está tan sano que logra evitar el desprendimiento de la pieza afectada. Pero una vez ocurrida la lesión (la primera serie de acciones malévolas) hay que evitar que se extienda y dado el daño, hay que minimizar la cicatriz, o incluso, usarla para fortalecer el tejido. Para ello es necesario la deliberación, expresar los puntos de vista, escuchar y comprender las posiciones de la otra persona y ofrecer disculpas si la acción causó el “mal”, así no se hubiese deseado.