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Todo se derrumbó, dentro de mí, dentro de mí.

Enviado por   •  20 de Febrero de 2018  •  1.098 Palabras (5 Páginas)  •  275 Visitas

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Para el fin de semana, Uber ya había sacado un comunicado buscando calmar a sus clientes prometiendo mejoras y “reembolsos” (http://ele

conomista.com.mx/tecnociencia/2016/05/03/uber). Hasta el día de hoy, esas medidas para reposicionar la marca de Uber han tenido el mismo éxito que cuando Quadri quiso citar al dialogo sobre la homosexualidad en aquel debate del 2011.

Yo no perdono a Uber. Había tolerado sus botellas de agua para café (hirvieeeeeentes), sus auxiliares rotos, su forma condescendiente de pedirme que me ponga el cinturón cuando voy en el asiento de atrás, sus interminables preguntas respecto a la temperatura del aire, la estación de radio que prefiero escuchar o si necesito cargar mi celular, las miradas incómodas por el retrovisor para confirmar y garantizar mi satisfacción, su maldito experimento social para recrear la incomodidad de estar atorado en un elevador con un desconocido pero ahora en un coche cuando regresas pedo del antro (Uber Pool, y no vale si sales pedo de Azcapo, la Contreras o la GAM), y también había tolerado su incapacidad para manejar más rápido que sesenta kilómetros por hora, esa impotencia total de no poder decir al chofer ‘carnal, la neta necesito llegar en diez minutos, ¿parito?’ (o sea no, neta no, un chofer de Uber jamás se partiría la madre por ti como lo haría un taxista), pero que intenten cobrarme miles de pesos por llevarme de mi rincón favorito de la ciudad, en donde puedo ‘frikear’ un rato (Telmex Hub), a la escuela, es un perjurio gigantesco a mi persona e integridad (exagero, sí); en fin, eso sí no lo puedo perdonar. No es porque no tenga sentido económico o porque no pueda pagarlo (de hecho, no lo puedo pagar, digo, soy estudiante), sino porque, como dicen los policías que grabas cuando te quieren sacar una lana, eso no es de caballeros, eso no es de banda (diría mi amigo, el de Chima), la neta. Los usuarios de Uber se pusieron la camiseta cuando los taxistas querían linchar a los conductores y los defendieron. Era más que un negocio, era un movimiento a favor de los servicios de calidad. Y nos rompieron el corazón, como cuando Scar le clava las garras a Mufasa y luego lo deja caer en la estampida de Viaducto o Conscripto (inserte aquí ‘teofrecimiamistadymeescupisteenlacara.jpg’).

Uber, en una de las peores semanas que ha tenido el D.F. en los últimos veinte años, no le hizo ‘parito’ a sus usuarios. Todo lo contrario, se aprovechó del caos sufrido por todos los habitantes de la Ciudad de México. Si quieren que de plano la relación sea estrictamente de negocios, estaría bien que nos fueran avisando para tomárnosla en serio y ya no seguir tolerando la simulación de que Uber es sólo una aplicación que une a personas que necesitan un aventón, con conductores que están dispuestos a dárselo. Así mejor voy adaptando mi bici para incorporar los ‘bicitaxis’ en el pleno automovilístico de la ciudad de México (a mi ex suegra le encantaría está faseta emprendedora mía, le llamaré al terminar), total, si de servicios precarios se trata es buena idea. En palabras de nuestra honorable diputada Carmen Salinas: no se anden pasando de culeros, mijos.

Ay mi cartera.

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