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Análisis de "Yo persigo una forma" Ruben Darío

Enviado por   •  21 de Noviembre de 2018  •  1.504 Palabras (7 Páginas)  •  702 Visitas

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La aparición del simbolismo y del decadentismo es el acontecimiento más notable y en cierto modo más feliz de la historia literaria de Sudamérica. Es el punto que marca nuestra completa anexión intelectual a Europa. Es el verdadero origen de nuestra literatura.[3]

El estilo, la forma que busca Darío es algo propio, latinoamericano y que busca diferenciarse de la literatura europea anterior. Manuel Ugarte, en un prólogo de antologías de jóvenes escritores, distingue dos momentos en la literatura independiente de América, el de imitación directa que:

no ha dejado ninguna obra fundamental que pueda salvar los límites de la región, y la imitación aplicada que permitió la emergencia de quienes llama los “primeros personales” de los que cita a Gutiérrez Nájera, Julián del Casal, José Martí y Rubén Darío, quienes manejando la acumulación literaria universal lograron traducir en su obra una conciencia personal y una cultura americana.[4]

Quiere ser autónoma, propia, aunque haya construido sus bases en la literatura europea, busca diferenciarse y alejarse de ello, Ángel Rama destaca de este proceso:

«La poesía castellana» es un poema de 1882 en que Darío comienza imitando al Mío Cid y, atravesando la historia completa, llega hasta Olmedo y Campoamor copiando metros, imágenes, léxico de los diversos autores.(…)Esto no impide reconocer que la imitación tiene un valor y que en este muchacho centroamericano encontramos un prestidigitador poético dotado de un don caligráfico que asombra y de un portentoso oído musical, los cuales certifican su conocimiento profundo de las fuentes.[5]

Darío demuestra a través de este poema que la palabra justa, aquella que concentra la idea y la forma perfecta de lo que intenta trasmitir es algo que no puede encontrar. Ese estilo que busca es algo inalcanzable, fugitivo, porque se le presenta, pero no logra capturarlo, hacerlo parte de él y de su obra.

Como dijimos al principio, este poema forma parte de “Prosas profanas” obra que se caracteriza por cerrar nuevamente su mundo a la vida cotidiana: “El poeta se instala entre marqueses empolvados y princesas pálidas, en el amor galante y sensual, con una copa de champaña y entre el brillo de las pedrerías y la suavidad de las sedas.”[6] En este nuevo contexto, los metros, rimas y ritmos de su poesía persiguen la musicalidad verlainiana, los ritmos franceses, las antiguas formas españolas y hasta la versificación de la poesía clásica, buscando en la mitología símbolos que representen sus preocupaciones “el abrazo imposible de la Venus de Milo.” Las preocupaciones que acogen al autor se deben a los cambios mundiales de la época, más que nada al avance que los Estados Unidos están teniendo sobre este, y en especial sobre América. Se pude apreciar a lo largo de la obra “La pesadumbre ante la muerte y la interrogación sobre el destino del hombre se vuelven desgarradas e inquietantes (…) aunque sin renegar de la vida cuyo amor sigue sosteniendo.”[7] El anteúltimo verso del poema “el sollozo continuo del chorro de la fuente” es una metáfora que utiliza para reflejar el paso de la vida y la dolencia que esta le genera.

“Prosas profanas” es la obra que demuestra la faceta más social del autor, quien reconoce: “Yo no soy un poeta para muchedumbres. Pero sé que indefectiblemente tengo que ir a ellas.” Y este acercamiento se refleja en su poesía, la cual se vuelve más cotidiana, se diluye de a poco el mundo griego y francés, para dar lugar a lo español que representa la concreción del Arte. Darío busca la unión de América con España para evitar el avance del materialismo y el artificio del progreso que representa Norteamérica y que supone invadirá al espíritu latino. El último verso “y el cuello del gran cisne blanco que me interroga.” Podemos pensar que es una metáfora que el autor utiliza para marcar que su obra, sus creaciones, en este nuevo contexto que se le presenta le está pidiendo un nuevo sentido: “El cisne, la poesía, en suma, tuerce el cuello en signo interrogante.” Como si estuviera cuestionando de alguna manera, estos cambios que se han suscitado en él, cambios que se han producido porque el autor comienza a tomar contacto con lo social, con este nuevo mundo que se está armando, podríamos decir entonces que Darío, “El poeta ha abandonado la torre de marfil.”[8]

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