EL PRÍNCIPE GUAYACÁN
Enviado por Jillian • 20 de Junio de 2018 • 4.057 Palabras (17 Páginas) • 338 Visitas
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que fuese sano y se convirtiera en su nahual cuando fuera grande, lo llevaban a esa cueva en donde permanecía por tres días, al cabo de los cuales lo iban a traer, y si estaba vivo, ese niño sería un gran guerrero el que se convertiría en su nahual es decir que si éste era el jaguar, el joven tendría la virtud de volverse un hermoso jaguar, el que atacaría y batallaría, los nahuales podían ser, el T’iu o águila, el llanto, la serpiente ik’bolay, etc...
Desde la cumbre, esa ciudad dominaba una gran área, se veía todo, controlaban todo, había vigías día y noche que espiaban el paso de otras gentes; tenían caracoles para dar la alarma a los guerreros, caracoles que con su sonido potente hacían retumbar la tierra y al instante los guerreros estaban prestos para defender su pueblo. Había mujeres lindas, de pelo muy negro cual la obsidiana, sus ojos rasgados cual los ojos orientales y dientes blancos, tan preciosos como el grano de maíz tierno, en días especiales aquellas bellísimas mujeres vestían albos camisones, adornados con motivos primorosamente bordados, con motivos diversos, pajarillos, animales, flores... Los muchachos, en las grandes celebraciones, jugaban la pelota sagrada, como un rito más dedicado profundamente a sus poderosos Ajawes.
A los principales los enterraban cuando morían, en las cuevas, les dejaban todas sus pertenencias, para que en la otra vida les sirvieran. -Pero mira tata, me dijo el viejo q’eqchi’, en este mundo, todo se termina, mirá la milpa, observála, alegría da cuando nace, alegría cuando crece, felicidad cuando florece, satisfacción ver sus mazorcas y después recoger la cosecha ;y todo terminó! su ciclo es corto, muy corto; mira la flor, ¡Qué bella! qué linda en la mañana y véla cuando el sol se muere, con él también ella fallece... todo se acaba, se acabará el aire, el sol, la luna, las piedras, porque todo tiene un ciclo, el único que no muere es el Ajaw, es Tzultaqa, que nunca nació y jamás va a morir, él no está en el ciclo de la vida, porque El siempre es. Y fue así ,como a aquel pueblo le llegó su fin, terminó su tiempo, a su sol le llegó su crepúsculo y hoy, solo sus piedras silenciosas existen, como mudas testigas de un esplendoroso pasado.
Cuando el rey Wol-Wol, sintió que su vida se aproximaba al final, soñó un día que su estrella se aproximaba al infinito horizonte del poniente, y decidió convocar a su pueblo, para decirles que su fin no estaba distante y que desde ya iba a preparar su tumba, él la quería única, para que las generaciones venideras lo recordaran siempre. El rey Wol-Wol, tenía una hija muy bella llamada Rax-Chajim, mujercita hermosa, dulce, de mirada encantadora, alta, esbelta, que era la admiración de su pueblo, la ilusión de muchos jóvenes y la adoración de su padre. Cuando pasaba por los caminos de su pueblo todos la admiraban y exclamaban -;Qué linda princesita es "Rax-Chajim"!, tan bonita y tan graciosa y muchos se preguntaban - ¿Cuándo será pedida la mano de nuestra princesita Rax-Chajim?, ya el rey está anciano y el pueblo quiere a un sucesor. Cierto día, retumbaron los tunes y tambores en el pueblo, el sonido de los caracoles se fue de cerro en cerro y de montaña en montaña, la chirimía, triste sonaba entre las piedras del templo, las mujeres iban y venían y los muchachos jugaban la pelota en sus campos, algarabía reinaba en el pueblo del rey Wol-Wol, él, el monarca pondría este día una condición para quién quisiera ser el esposo de su hija adorada, la princesa Rax-Chajim. Todo era expectación aquel día allá en el pueblo, ¿Cuál sería la condición? ¿Qué pediría el Rey Wol-Wol?...
Los tambores retumbaban y los caracoles hacían cimbrar los cimientos de aquella ciudad antigua situada en la cumbre de una gran montaña. donde la vista era magnífica, y se cubría de bruma en las mañanas y por las tardes, dando al lugar un ambiente místico y misterioso indescifrable. Los sacerdotes de aquel lugar, pasaron en santa meditación aquel día, y por la tarde salieron a ver la caída del sol, fueron a un mirador especial, desde donde se veía en el horizonte del poniente, que el sol se hundía allá lejos, muy lejos entre un incendio de celajes rojos, naranjas y violetas; el cielo cual si lo hubieran barrido, tenía leves nubes que se tendían cual sábanas quemándose de norte a sur, al fondo a la derecha, imponente y azul marino profundo, se erguía, la madre de todas las montañas, la gran Qana ltzám, la Diosa maya que desde tiempos inmemoriales fue la adoración de los antiguos mayanses, la ltzamná de los códices y de las estelas perdidas en las selvas del Petén.
De ese mirador se apreciaba hacia el oriente una bella claridad, era la proximidad de la salida de la luna, que esa noche llegaría a su total plenilunio, momento propicio para informar al pueblo de las condiciones que el Rey Wol-Wol requería para desposar a su linda hija, la princesa Rax-Chajim, con el más valiente, el más fuerte, el más aguerrido joven de todas las comarcas.
El pueblo listo en la planada, y el Rey de pié en un estrado de piedra, esperó el momento de la salida de la luna entre los cerros y los valles, y cuando aquel disco grande y plateado emergió del horizonte, un griterío salió de mil gargantas. los tunes sonaban sin cesar y los caracoles retumbaban, llenando rincones, parajes y bosques con su grave sonido, entonces, solo entonces el Rey Wol-Wol reverente se dirigió a su pueblo mientras el humo de copal-pom inundaba el recinto y grandes hachones de ocote iluminaban; el humo, se elevaba en grandes volutas que más retorcía el suave viento y las metía entre las piedras hateadas de los muros y templos del pueblo. Con voz grave, Wol-Wol, el Rey dijo: "Pueblo mío, hoy que Qana’ Po’, nos alumbra con su sagrada luz, les comunico de que mi voluntad es que mi hija, la princesa Rax-Chajim. contraiga matrimonio, que se case con un joven que merezca ser su esposo... pero para eso hay una condición — y prosiguió — allá abajo, y señaló hacia el gran río que cual serpiente verde se retuerce aún en el fondo de la cañada, allá hay una gran poza y en ella una enorme piedra, grande muy grande, la cual el hombre que la suba hacia aquel cerro, demostrando su gran fuerza, y la coloque exactamente en la cumbre, ese será quién se case con mi hija... yo, el Rey Wol-Wol, monarca de estos pueblos, viendo que no está lejos el fin de mi sol, de mi ciclo, el final de mis días, veo que las sombras que proyectan mi cuerpo son mas largas, y que presagian mi fin, me preparo desde ya para construir mi sepulcro, y precisamente, bajo esa piedra enorme es mi voluntad que sea enterrado, para que las generaciones que vengan, sepan que en la cima de ese cerro, bajo esa gran piedra descansa el Rey Wol-Wol.. Un silencio,
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