Filoctetes, de Sófocles

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Tan sólo la nobleza despreocupada de Neoptólemo habría de conseguir que depusiera de su ira y aceptara participar en la guerra. Es entonces cuando se les aparece el alma de Heracles y reitera lo que previamente habían dicho tanto Ulises, como Neoptólemo, como el espía disfrazado de mercader: Por designio de Zeus, Filoctetes sería curado de su herida fatal y luego alcanzaría la fama durante la destrucción de Troya, llegando incluso a asesinar a Paris, que fue el iniciador de la guerra. Es decir, únicamente cuando el personaje que había sucumbido a la soberbia y a la terquedad decide abandonar sus caprichos y someterse a la voluntad de los dioses, le es revelada su disposición de forma directa. El conflicto contrapone el choque de la consciencia privada y el bienestar divino, confirmando que éste último es el que restaura el orden. La anagnórisis, pues, es dada por Heracles, y es la simple corroboración de que finalmente ha tomado la decisión correcta al dejar de pretender negarse a lo que deparaban los hados. Y es así mismo como se salda la Némesis: Filoctetes sufriendo todo tipo de dolencias y abandonado en una isla desierta es el producto de su terquedad. Y estaría condenado a vivir así hasta el final, si es que no hubiera entrado en razón y aceptado el papel que tenía que tomar, entonces el equilibrio es restablecido.

Además podría hallarse en la obra cierto material didáctico al ser sus protagonistas justamente Ulises, fecundo en ardides, y el joven Neoptólemo, incapaz de mantener una mentira aunque sea para el propio beneficio. Y el hecho de que el hijo de Aquiles tuviera éxito en su misión por el “camino recto” demostraría que la nobleza es perfectamente capaz de dar buenos resultados y conseguir amistades, sin necesidad de recurrir a artimañas que agravien a su víctima.

Así pues, Filoctetes es una obra rica en elementos propios del género trágico y del trabajo de Sófocles, a pesar de no contar con un final trágico propiamente dicho. El fin de la obra es generar en el espectador el respeto por los dioses y sus designios. Los personajes de Sófocles suelen ser dolientes, que en ocasiones no tienen la culpa de lo que les sucede, sino que sufren por el hecho de ser humanos. En el caso de Filoctetes, es víctima del abandono de sus compañeros al ser gravemente lesionado. Pero para Sófocles el dolor es capaz de ennoblecer y de enseñar. Sólo se aprende sufriendo. Y principalmente, del sufrimiento que se vive en soledad. Filoctetes es el ejemplo que mejor encarna esto, habiendo pasado solo en Lemnos durante diez años, guardando rencor a sus compañeros y regodeándose en su propio dolor. Pero la prueba llega cuando finalmente tiene la oportunidad de salir de allí, e irónicamente el lugar al que pretenden llevarlo es junto a sus enemigos, que piden su auxilio. Y aun así, por mucho que odie a sus compañeros argivos, tiene que tomar parte porque las decisiones de los dioses superan a las humanas, y termina por hacerlo de buena gana, porque comprende que debe cumplir con su deber.