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LA POSICIÓN DE MIGUEL DELIBES FRENTE AL PROGRESO

Enviado por   •  27 de Noviembre de 2018  •  2.687 Palabras (11 Páginas)  •  284 Visitas

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Si la vida siempre es breve, tratándose de un narrador, es decir de un creador de otras vidas, se abrevia todavía más, ya que éste antes que su personal aventura, se enajena para vivir las de sus personajes. Encarnado en unos entes ficticios, con fugaces descensos de las nubes, transcurre la existencia del narrador inventándose otros "yos", de forma que cuando medita o escribe, está abstraído, desconectado de la realidad. Y no sólo cuando medita o escribe. Cuando pasea, cuando conversa, incluso cuando duerme, el novelista no se piensa ni se sueña a sí mismo; está desdoblado "en otros seres" actuando por ellos. (Delibes, 1993, entrega de Premio Cervantes 1993)

He aquí una confesión bastante honesta de quien ha tenido la experiencia de entregar de su misma vida a seres “ficticios” para hacerles tan reales y trascendentes como fuese posible. Luego hace énfasis al afirmar que “... el desdoblamiento del narrador le conduce a asumir unas vidas distintas a la suya, pero lo hace con tanta unción, que su verdadera existencia se diluye y deja en cierta medida de tener sentido para él.” Evidentemente, Miguel Delibes da un lugar primordial al acto creativo literario en cuanto a los personajes y deja ver abiertamente cuanta conexión puede llegar a haber entre la creación y lo creado.

Estos desdoblamientos mencionados por Delibes son una inversión y un vertimiento por parte de todo escritor para sus personajes; incluso Borges en sus Ruinas circulares1 a manera de alegoría trata sobre este propósito atizado en el corazón de todo escritor: “El propósito que lo guiaba no era imposible, aunque sí sobrenatural. Quería soñar un hombre: quería soñarlo con integridad minuciosa e imponerlo a la realidad” (Borges, 1940); en este caso no se trata simplemente de soñarlo, sino más bien de brindarle todos los rasgos y características humanamente posibles para lograr una figura tan viva que pueda mover los sentimientos del lector.

Sería entonces pertinente conocer qué tan desdoblado se encuentra Delibes frente a su personaje insigne de El camino, el Mochuelo. Luego de las primeras afirmaciones de Miguel Delibes anteriormente citadas, entendemos pues que su entrega y compromiso con los personajes de sus obras era muy serio y concienzudo. Pero en nuestro caso, nos compete conocer qué tan profundo es el nexo entre Daniel y Delibes, pues a través de la obra visitamos una niñez tan fresca y viva que en ocasiones la narración ha de tornarse como una biografía de alguien muy bien conocido bajo un seudónimo del cual desearíamos encontrar el nombre verdadero.

Existen varias características que podemos asociar entre Miguel Delibes y Daniel “el Mochuelo”, por ejemplo, el amor y gran aprecio que sienten ambos por lo rural, la naturaleza y la paz que esta representa para los dos. También la afición por la caza es una característica que va del creador a lo creado, pero más allá de estos rasgos distintivos, podemos constatar en palabras del mismo Miguel Delibes cuan estrecho es el espacio que hay entre los dos:

Estos niños que corretean y hacen travesuras a lo largo de las páginas de mis libros pueden ser niños burgueses o de gente bien, o niños olvidados, pobres y desatendidos, pero hay uno, el Mochuelo, en la […] novela El camino, que no es ni lo uno ni lo otro, que viene a resumir el sentido de mi obra ante el progreso y, en consecuencia, uno de los pilares en que aquélla se asienta: la defensa de la naturaleza. (Delibes 1994, p. 11)

Teniendo en cuenta la gran capacidad de inversión de sí mismo que Miguel Delibes posee para con sus creaciones creemos que no sería errado pensar que el Mochelo no solo resume el sentido de la obra de Delibes frente al progreso, sino que también constituye en gran medida una réplica de sí mismo con algunos rasgos enternecedores agregados que han de impulsar al personaje a causar mayor impacto en la sensibilidad de quien lee. Por ello se puede afirmar entonces que el espacio diferencial entre el hacedor, Delibes, y la hechura, el Mochuelo es nimio y casi ninguno. Miguel Delibes se permite dar todo de sí a este pequeño para introducirlo en una narración y a través de él dejar enhiesto su posicionamiento frente al contexto sociocultural que vive en aquel entonces.

Miguel Delibes, por medio de El camino y los caracteres allí contenidos, sobre todo el del Mochuelo, busca mostrar su perspectiva frente a la sociedad; perspectiva que habremos de considerar de cierto modo opuesta o disconforme con respecto al espíritu español de los años 50. Tiempo durante el cual acontece una marabunta de cambios con intenciones progresistas, no solo en la comunidad de Valladolid y Castilla, (región donde el autor crece) sino también en toda España y el continente europeo. Es este un periodo de reformación y grandes avances caracterizado por un esmero grande en el propósito de industrialización, instauración de grandes urbes y expectación hacia las novedades de cualquier género. Mas este espíritu es atizado en el deseo de bienestar y sosiego que quedó en las comunidades debido las recientes guerras y terribles tragedias vividas durante la dictadura de Francisco Franco. España se halla convaleciente, y busca de un modo u otro, progresar y surgir de entre los escombros tanto físicos como espirituales. Bajo el nombre de “progreso”, la vida citadina se vuelve para la mayoría de los españoles el ideal, un gran objetivo y de lograrle habrían de cambiar las cosas para bien y asegurar de cierta manera una satisfacción estable y duradera. Sin embargo, considera nuestro autor que en estos tiempos de reinvención se deja de lado aquel espíritu fraterno y benevolente de los años en los que no existía tales avances y tales desarrollos. Sale a defender Delibes los valores y los nobles deseos que se comparten en un villorrio como La mancha y da prelación al entorno rural sobre el urbano:

Seguramente, en la ciudad se pierde mucho el tiempo […] y, a fin de cuentas, habrá quien, al cabo de catorce años de estudio, no acierte a distinguir un rendajo de un jilguero o una boñiga de un cagajón. La vida era así de rara, absurda y caprichosa. El caso era trabajar y afanarse en las cosas inútiles o poco prácticas.” (Delibes, 1950, p.2)

Con esto no quiere mostrar Miguel Delibes una aversión total hacia las ciudades y los estilos de vida que en ella se llevan, pero sugiere de manera notable cuan afanosas han de ser las vidas allí y cómo estos afanes pueden llegar a escamotearnos nuestra propia humanidad y con ella el aprecio por las cosas sencillas y nobles. Delibes a través de la inocencia del Mochuelo critica aquellas ambiciones que invaden las mentes de su sociedad e invita pues a los de su generación, a la España

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