La historia que narra William Golding (1954) en su novela no trata de otra cosa sino de un proceso que ha formado parte de la naturaleza

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Ralph es un mediador que poco puede hacer contra la horda de salvajes en la que se habían convertido los que alguna vez fueron sus compañeros. Si se desea comparar con la realidad, tomemos de ejemplo a la bestia que encuentran los más pequeños entre las sombras. Lo desconocido siempre le parecerá peligroso al hombre. Por lo tanto, el cadáver de un paracaidista inmóvil entre las ramas de los árboles se convierte ante los ojos de los niños en una bestia alrededor de la cual crean toda una historia, una leyenda que aceptan como una verdad. Incluso habían acordado realizarle ofrendas. ¿No es esto un argumento aceptable para los mitos cosmogónicos, teogónicos o todas las leyendas que alguna vez hemos escuchado? La respuesta es afirmativa. Ahí está la razón por la que digo que a lo largo de toda la diégesis es posible encontrar similitudes con la realidad y en ningún momento el relato parece ficticio o irreal. De hecho, en su realidad se encuentra la misma literatura y el efecto aterrorizante que el lector puede hallar con facilidad en cada una de las páginas.

Puede argumentarse que es poco creíble que sólo hayan sobrevivido los niños en todo el avión. Es casi imposible. Sin embargo, repito de nuevo que de no haber sido así, de haber existido algún adulto que hubiera sido capaz de establecer el orden que su educación y sus valores lo habían convertido en una persona civilizada, las cosas hubieran sido muy distintas a las que ocurrieron. De ahí que haya sido indispensable para Golding el crear un ambiente libre de adultos, de moralidad, de religión, de valores, de todo. “Sin padres, sin profesores, sin academia, sin chicas…” (Golding, W., 1954.) Esto es con la finalidad de que los personajes pudieran tener la oportunidad de crearlo todo ellos mismos, como una sociedad primitiva para mostrar con ello la naturaleza misma del hombre de la que ya hablé en líneas anteriores.

En conclusión, Golding retrató majestuosamente la naturaleza primitiva del hombre que se encuentra latente en cada uno de nosotros y que, de encontrarnos en una situación tal, no sería difícil retomar nuestros instintos y dejarnos llevar por ellos. Por supuesto, también es posible hacer caso a la voz de la conciencia. Desafortunadamente para Piggy, su situación no es un buen ejemplo de ello.