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Los Cien Años De Soledad resumen por paginas.

Enviado por   •  28 de Febrero de 2018  •  14.804 Palabras (60 Páginas)  •  1.630 Visitas

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Pág. 15: José Arcadio estaba entre la multitud que presenciaba el triste espectáculo del hombre que se convirtió en víbora por desobedecer a sus padres. Era una ranita lánguida, de senos incipientes, pero tenía una decisión y un calor que compensaban su fragilidad. La lámpara colgada en la vara central iluminaba todo el ámbito. En una pausa de las caricias, José Arcadio se estiró desnudo en la cama, sin saber qué hacer, mientras la muchacha trataba de alentarlo

Pág. 16: La pasión de los otros despertó la fiebre de José Arcadio pero se fue con los gitanos. José Arcadio Buendía entonces supo que de algún modo inexplicable ella tenía la culpa de la fuga de su hermano y la consiguiente desaparición de su madre, y la acosó de tal modo, con una callada e implacable hostilidad, que la mujer no volvió a la casa. José Arcadio Buendía y su hijo observaban aquellos fenómenos con asustado alborozo. De pronto, casi cinco meses después de su desaparición, volvió Úrsula. Llegó exaltada, rejuvenecida, con ropas nuevas de un estilo desconocido en la aldea.

Pág. 17: Ella no compartía su alborozo. Le dio un beso convencional, como si no hubiera estado ausente más de una hora.Traían mulas cargadas de cosas de comer, carretas de bueyes con muebles y utensilios domésticos. Úrsula no había alcanzado a los gitanos, pero encontró la ruta que su marido no pudo descubrir en su frustrada búsqueda de los grandes inventos.

Pág. 18: El hijo de Pilar Ternera aunque recibió el nombre de José Arcadio, terminaron por llamarlo simplemente Arcadio para evitar confusiones. Cuando volvieron los gitanos saltimbanquis, ahora con su feria ambulante transformada en un gigantesco establecimiento de juegos de suerte y azar, fueron recibidos con alborozo porque se pensó que José Arcadio regresaba con ellos.

Pág. 19: Mientras su padre ponía en arden el pueblo y su madre consolidaba el patrimonio doméstico con su maravillosa industria de gallitos y peces azucarados que dos veces al día salían Úrsula, como siempre que él expresaba un pronóstico, trató de desalentaría can su lógica casera. Era normal que alguien llegara. Decenas de forasteras pasaban a diaria por Macondo sin suscitar inquietudes ni anticipar anuncios secretos. Sin embargo, por encima de toda lógica, Aureliano estaba seguro de su presagio.

Pág. 20: Como en aquel tiempo no había cementerio en Macondo, pues hasta entonces no había muerta nadie, conservaron la talega con los huesos en espera de que hubiera un lugar digno para sepultarías, y durante mucho tiempo estorbaron por todas partes y se les encontraba donde menos se suponía, siempre con su cloqueante cacareo de gallina clueca. Cataure, el indio, no amaneció en la casa. Su hermana se quedó, porque su corazón fatalista le indicaba que la dolencia letal había de perseguiría de todos modos hasta el último rincón de la tierra. Nadie entendió la alarma de Visitación.

Pág. 21: No durmieron un minuto, pero al día siguiente se sentían tan descansadas que se olvidaron de la mala noche. Fue Aureliano quien concibió la fórmula que había de defenderlos durante varias meses de las evasiones de la memoria. La descubrió por casualidad. Insomne experto, por haber sido uno de las primeros, había aprendido a la perfección el arte de la platería. Un día estaba buscando el pequeño yunque que utilizaba para laminar los metales, y no recordó su nombre.

Pág. 22: Pero pocos días después descubrió que tenía dificultades para recordar casi todas las cosas del laboratorio. En la entrada del camino de la ciénaga se había puesto un anuncio que decía Macondo y otro más grande en la calle central que decía Dios existe. Mientras Macondo celebraba la reconquista de los recuerdos, José Arcadio Buendía y Melquíades le sacudieron el polvo a su vieja amistad.

Pág. 23: Pero cuando se vio a sí mismo y a toda su familia plasmadas en una edad eterna sobre una lámina de metal tornasol, se quedó mudo de estupor. Meses después volvió Francisco el Hombre, un anciano trotamundos de casi doscientos años que pasaba con frecuencia por Macondo divulgando las canciones compuestas par él mismo. cama. Antes de Aureliano, esa noche, sesenta y tres hombres habían pasado por el cuarto. De tanto ser usado, y amasado en sudores y suspiros, el aire de la habitación empezaba a convertirse en lodo. La muchacha quitó la sábana empapada y le pidió a Aureliano que la tuviera de un lado. Pesaba como un lienzo.

Pág. 24: Aureliano ansiaba que aquella operación no terminara nunca. Conocía la mecánica teórica del amar, pero no podía tenerse en pie a causa del desaliento de sus rodillas, y aunque tenía la piel erizada y ardiente no podía resistir a la urgencia de expulsar el peso de las tripas. El tiempo aplacó su propósito atolondrado, pero agravó su sentimiento de frustración. Se refugió en el trabajo.Úrsula se dio cuenta de pronto que la casa se había llenado de gente, que sus hijos estaban a punto de casarse y tener hijos, y que se verían obligadas a dispersarse por falta de espacio.

Pág. 25: Entonces sacó el dinero acumulado en largos años de dura labor, adquirió compromisos con sus clientes, y emprendió la ampliación de la casa. Don Apolinar Moscote, el corregidor, había llegado a Macondo sin hacer ruido.Don Apolinar Moscote se había puesto un saco de dril, blanco como sus pantalones, sin perder en ningún momento la pureza de sus ademanes.

Pág. 26: Así la llevó por la mitad de la calle, suspendido por las solapas, hasta que lo puso sobre sus das pies en el camino de la ciénaga. Ya para entonces había empezado a cultivar el bigote negro de puntas engomadas, y tenía la voz un poco estentórea que había de caracterizarlo en la guerra. Desarmadas, sin hacer caso de la guardia, entraron al despacho del corregidor. Era una sensación física que casi le molestaba para caminar, como una piedrecita en el zapato.

Pág. 27: La casa nueva, blanca como una paloma, fue estrenada con un baile. Úrsula había concebido aquella idea desde la tarde en que vio a Rebeca y Amaranta convertidas en adolescentes, y casi puede decirse que el principal motivo de la construcción fue el deseo de procurar a las muchachas un lugar digno donde recibir las visitas. Era en realidad una selección de clase, sólo que determinada por sentimientos de amistad, pues los favorecidos no sólo eran los más antiguos allegados a la casa de José Arcadio Buendía desde antes de emprender el éxodo que culminó con la fundación de Macondo.

Pág. 28: José Arcadio Buendía renunció a la persecución de la imagen de Dios, convencido de su inexistencia, y destripó la pianola para descifrar su magia secreta. Pietro Crespi volvió a

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