TROYA: DIOSES, HEROES Y MORTALES
Enviado por Sandra75 • 29 de Junio de 2018 • 5.885 Palabras (24 Páginas) • 496 Visitas
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Terminó Afrodita:
-Paris, una vez me cedas la manzana de oro, serás el más irresistible de los varones de Grecia. No habrá mujer que se niegue a tus requerimientos amorosos y aún más serás el único merecedor de la bella Helena, la más pretendida entre los argivos.
El casto joven, deslumbrado por el desnudo cuerpo de la Citerea Afrodita, la eligió sin cálculo alguno. No quiso glorias de guerreros, ni sabios conocimientos, tampoco poderes soberanos. Optó por el amor placentero de las mujeres y el goce de la más bella de todas: la apetecida Helena. Sin sospecharlo, tan cómoda decisión determinó el aciago futuro de su ciudad y del reinado de su padre Príamo. El rechazo de Hera y a Atenea definió la posición beligerante de ambas diosas durante el conflicto de Troya. ¡A partir de aquel instante los designios comenzaron a desencadenarse!
El rapto de Helena o el encuentro entre Paris y Helena…
En Esparta el rey Tindáreo había abdicado a favor de su yerno, Menelao. Los atridas ahora gobernaban hegemónicamente la Argólide. Agamenón, el mayor, regía en Micenas. Se había casado con Clitemnestra, quien le dio por hijos a la sacrificada Ifigenia, al perseguido Orestes y a la vengativa Electra.
Todos los reyes aqueos habían jurado lealtad y compromiso con aquel que fuese escogido como esposo de la deseada Helena. De esta manera quedó sellada la unidad de la confederación aquea que hegemonizaba el poder soberano sobre tolda la Hélade.
Paris, príncipe de Troya, había iniciado un viaje a la corte de Esparta acompañado por el valeroso Eneas. Fueron recibidos como huéspedes especiales de Menelao y los hermanos de Helena, los dioscuros Cástor y Pólux, quienes fungían como celosos guardianes de su codiciada hermana. París conoció a Helena y el influjo de la áurea Afrodita se cumplió. Se produjo el mortal enamoramiento que desencadenaría la más funesta guerra de la antigüedad mítica.
El ungido hijo de Príamo recibió toda la confianza de los espartanos. Menelao debió ausentarse inesperadamente durante la visita de los troyanos y, aprovechando la ocasión en que los vigilantes dioscuros se distrajeron, se presentó el momento inevitable del rapto, ¿o más bien de la huida consentida de Helena y Paris? Ante cualquier coyuntura, el fatal agravio ya había acontecido.
La reacción aquea
El hecho conmocionó al mundo griego. Menelao deshonrado recurrió a su hermano Agamenón, el rey de reyes. La noticia recorrió toda Grecia. Los príncipes fueron convocados, existía un compromiso jurado, la afrenta era compartida. Primeramente, se procuró una solución diplomática. Menelao y Odiseo viajaron a la corte troyana y exigieron la reparación o la devolución de Helena. Los troyanos se negaron, así que los emisarios regresaron frustrados. Había que tomar otras acciones. No quedó más opción que la guerra.
De vuelta a Grecia, Menelao –con el apoyo de Agamenón- recorrió todas las ciudades, convocando directamente a los príncipes dánaos para organizar los ejércitos guerreros que se encaminarían hasta Troya para cobrar la grave ofensa. Todos los príncipes acataron y confirmaron su compromiso de participar en el rescate de Helena.
Odiseo, el astuto rey de Ítaca, fue el único de los convocados que no estuvo motivado a participar en la guerra. El mismo rey Agamenón se apersonó a buscarlo. Odiseo se había casado recientemente con la fiel Penélope, sobrina de Tindáreo, el rey de Esparta, y tenían un hijo pequeño de nombre Telémaco.
Odiseo se resistía a ir a Troya; su deseo era hacer una vida en paz junto a su querida familia. Además, un augurio le advirtió que pasaría veinte años lejos de su hogar; diez años en la guerra y diez años más en su camino de regreso a casa.
Ante la imposibilidad de negarse al propio Agamenón y su comitiva, optó por engañarlos fingiendo locura. Estos sospechando de la farsa escena de Odiseo y a instancia del suspicaz Palamedes, expusieron a su hijo Telémaco a la muerte inminente, lo que demostraría la artificiosa demencia del rey de Ítaca. Ello fue suficiente para que Odiseo quedara al descubierto y, de esta forma se ahorrara la excusa de faltar a su compromiso con la causa aquea.
Superado el dilema, Odiseo se incorporó y, asimismo se convirtió en uno de los jefes fundamentales de la expedición contra la ciudad de Príamo.
Aquiles, el guerrero insuperable
Los jefes aqueos necesitaban en el alistamiento en su ejército de una figura totalmente imprescindible para asegurar la conquista de Troya. Sin esta presencia estaban condenados a fracasa; así lo establecía el destino mítico. Ese papel recayó en el formidable Aquiles, hijo de Tetis y Peleo. La profecía de Metis señalaba que un hijo de la Nereida superaría con creces a su padre.
La madre Tetis se encargó de hacerlo invulnerable. Conocía los secretos para hacer de Aquiles el más poderoso mortal e invencible guerrero en la batalla. Tenía todos los atributos que lo ameritaban como un ser superior. Había recibido una rigurosa educación de la mano del centauro Quirón, que incluyó desde la estrategia y táctica militar hasta la apreciación sensible de las artes.
La nereida también sabía de su destino. Aquiles era la garantía del triunfo seguro sobre los troyanos y, al mismo tiempo, Troya señalaba el final de su efímera vida. Por ello, la protectora Tetis intentó por todas las vías evitar que Aquiles fuera a esa guerra. Lo ocultó en la corte del rey Licomedes, en Esciros, pero estas acciones fueron en vano. Hasta allá se dirigió una comitiva griega, encabezada por Odiseo y el sabio Néstor, con la misión de volver, sin falta, con el joven Aquiles.
Para evitar que lo encontraran, el rey Licomedes escondió al hijo de Peleo en un grupo de doncellas y lo vistió de mujer. El suspicaz Odiseo descubrió el engaño y distrajo a las jóvenes y al pelida con unos regalos, logrando captar la atención del joven Aquiles con unas relucientes armas. Con esta tentadora maniobra fue reconocido entre el grupo de féminas, y sin escapatoria, reclutado. Por tanto, su destino inexcusable será ir a la guerra, con su propio ejército y acompañado de su entrañable amigo Patroclo. Peleo le entregó los briosos caballos habladores Balio y Janto que Poseidón le obsequió como regalo de bodas. Estos anunciarán el inminente final de Aquiles en Troya.
Los aqueos se preparan para la guerra
Los arreglos de la expedición guerrera
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