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Dioses y heroes

Enviado por   •  26 de Diciembre de 2018  •  5.959 Palabras (24 Páginas)  •  515 Visitas

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Tras alguna otra aventura, ya en el Mar Negro, los Argonautas desembarcaron por fin en el país de la Cólquida, final de su expedición. El valor que hasta el momento habían demostrado los Argonautas había complacido mucho a la esposa de Zeus, Hera, que se decidió a ayudarlos en su misión. Se reunió con Afrodita y tejieron el plan siguiente: ordenarían a Cupido que lanzara sus flechas sobre Medea, hija del rey de la Cólquida, y hechicera de grandes poderes. Con esto, Medea caería enamorada de Jasón, y representaría una ayuda inestimable para su misión.

Los Argonautas se presentaron un día ante las puertas del rey de la Cólquida, Eetes, pidiéndole que les entregara el Vellocino de Oro a cambio de cualquier servicio que éste les quisiera encomendar. Eetes no podía permitir que aquella valiosa posesión cayese en manos de aquellos extranjeros, por lo que impuso una tarea imposible a Jasón: debía uncir a un arado a dos toros mágicos, que expelían fuego por la boca, labrar un campo y sembrarlo con los dientes de un dragón, de los que brotaría un ejército de hombres armados a los que él, sin ayuda de arma alguna, debía vencer. Aceptó Jasón la disparatada empresa y se retiró con sus hombres al Argos para descansar. Durante la noche, un mensajero de Medea les entregó un ungüento mágico que haría invencible a Jasón, y les comunicó además que si éste arrojaba una piedra en medio del ejército nacido de los dientes del dragón, éste se aniquilaría a sí mismo.

Al día siguiente, Jasón se dirigió a cumplir su misión: unció a los toros en el arado, sembró los dientes y al nacer un ejército de ellos, arrojó una piedra entre ellos, sorprendido al comprobar cómo se mataban los unos a los otros. El rey Eetes se enojó terriblemente, jurando que jamás obtendrían el Vellocino de Oro, encerrándose en su ciudad. Estaban los Argonautas apesadumbrados cuando recibieron la visita de Medea. La princesa prometió ayudarlos a robar el vellocino, a lo que Jasón respondió declarándole su amor y sus intenciones de casarse con ella al regresar a Grecia. Se dirigieron Jasón y Medea a un bosque, en cuyo centro una monstruosa serpiente custodiaba el Vellocino. Mediante un conjuro, durmió Medea a la serpiente, momento que aprovechó Jasón para apoderarse del Vellocino de Oro y huir con la princesa en el Argos.

Vellocino es el vellón que resulta de esquilar las ovejas. Entre los griegos, el Vellocino de Oro fue el nombre que se dio al vellocino del alado carnero divino que salvó por los aires a los hermanos Frixo y Hele cuando estaban a punto de sucumbir a manos de su madrastra Ino.

Perdida Hele por el camino al precipitarse al mar (en el lugar que a partir de este momento se llamó el Helesponto, es decir, mar de Hele), Frixó llegó a la Cólquida, donde inmoló el carnero a Zeus y regaló el vellón al rey del territorio, Aetes. Este lo colgó de una encina y puso a su pie un dragón para defenderlo.

Más tarde Pelias, rey usurpador del país de Yolco, ordenó a su sobrino Jasón (hijo del rey legítimo) que fuera a buscar el vellocino, con la esperanza de que pereciera en el intento, dando origen a la famosa expedición de los argonautas ("viaje de los argonautas a la conquista del vellocino de oro").

Entre los argonautas -llamados así porque viajaron en la nave Argos-, dirigidos por Jasón, se hallaban Heracles, Cástor y Pólux y Orfeo, entre otros, de un total de unos cincuenta.

Salieron de Tesalia y, después de numerosas aventuras, llegaron a la Cólquida. Aquí Jasón se apoderó del vellocino, ayudado por la hija del rey Aetes, Medea, que huyó con él.

Luego se inició el regreso, dando lugar éste a numerosas leyendas relativas a los diversos héroes de la expedición, que constituyeron un auténtico ciclo épico, dentro del cual destaca el poema Las argonáuticas, de Apolonio de Rodas.

Tras su regreso a Yolco, las tradiciones respecto a la suerte de Jasón difieren. Unas le hacen reinar en lugar de Pelias; otras le sitúan viviendo tranquilamente en Yolco en compañía de Medea.

Teseo el vencedor del minotauro: El Rey Minos, de Creta, tenía varios hijos: Ariadna, Fedra, Glauco, Catreo, pero su predilecto era Androgeo, joven fuerte y vencedor en el gimnasio y la palestra.

Cuando en Atenas se organizaron los juegos en honor de Palas Atenea, se reunieron los mejores atletas griegos, y allí partió Androgeo, para medirse con los más fuertes paladines de la Hélade, con el beneplácito de Minos, quien esperaba a su hijo regresar con la corona del triunfo.

El joven príncipe logró vencer en todas las pruebas a sus rivales, los mejores campeones de la ciudad. Pero los atenienses, en lugar de victorearlo, hicieron recaer su furia sobre él, por haber derrotado a sus luchadores, y esa misma noche le dieron muerte.

Al recibir la noticia el Rey Minos, sintió un inmenso dolor, pero inmediatamente se despertó en él un irrefrenable deseo de venganza, y marchó con un numeroso ejército a sitiar a Atenas, hasta que logró que se rindieran incondicionalmente, e impuso condiciones y penas terribles.

Entre sus condiciones, estableció que durante nueve años, los atenienses debían enviar a la isla de Creta a siete robustos jóvenes y a siete doncellas, quienes serían las víctimas que se ofrecerían para ser devorados por el minotauro.

El minotauro, mitad hombre y mitad toro, vivía en un laberinto, cercano a Cnosos, capital de Creta. Estaba encerrado en dicho laberinto y se alimentaba de carne humana, de esclavos y prisioneros de guerra, así como los jóvenes atenienses, que enviaba el rey Minos.

Año a año, llegaban los mensajeros de Creta a elegir a sus víctimas.

Al tercer año, un joven y gallardo joven hijo del rey ateniense Egeo, llamado Teseo, se ofreció voluntariamente, pues se consideraba capaz de enfrentar y dar muerte al minotauro.

Al enterarse el Rey Minos, expresó:

- Como miembro de la familia real estás eximido de ir como víctima. Pero si insistes, te diré que, aunque mates al minotauro, jamás encontrarás la salida del laberinto.

-No me importa- respondió el joven Teseo, me basta con matar al monstruo y ser útil a Atenas.

Ariadna, quien escuchó el diálogo, secretamente, por la noche se acercó al joven y le entregó un puñal y un ovillo de hilo, diciendo:

-Con este puñal mágico, podrás atravesar el corazón del minotauro, y si sigues el hilo de este ovillo podrás hallar la salida.

Agradecido quedó el joven Teseo, y penetró en el laberinto, desenvolviendo

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