Hermenéutica. Gadamer
Enviado por Stella • 14 de Junio de 2018 • 1.481 Palabras (6 Páginas) • 286 Visitas
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Tenemos así, de un lado, la semiótica y la lingüística, que han aportado nuevos conocimientos sobre el modo funcional y la estructura de los sistemas de lenguaje y de los sistemas de signos, y de otro la teoría del conocimiento según la cual el lenguaje nos da a todos los accesos al mundo. Ambas corrientes actúan conjuntamente para hacernos ver desde una nueva óptica los puntos de partida de una justificación filosófica del acceso científico al mundo.
La interpretación es la que ofrece la mediación nunca perfecta entre hombres y mundo, y en este sentido la única inmediatez y el único dato real es la que comprendemos algo como >. Sólo a la luz de la interpretación algo se convierte en hecho y una observación posee carácter informativo. Así se descubrió en la percepción misma la comprensión hermenéutica de algo como algo. Pero esto significa en definitiva que la interpretación no es un recurso complementario del conocimiento, sino que constituye la estructura originaria del ser en el mundo. Para la óptica hermenéutica, la comprensión de lo que el texto dice es lo único que interesa. El funcionamiento del lenguaje es una simple condición previa.
El uso actual de la palabra texto puede ser tan esclarecedor en este sentido como la historia de la palabra. Hay sin duda una especie de fase de desvanecimiento del texto que apenas llamaremos ya “texto”; por ejemplo, las referencias que uno utiliza para apoyo de la memoria. La cuestión del texto sólo se plantea entonces si la memoria falla, la referencia resulta extraña e ininteligible y por eso obliga a recurrir al acervo de signos, al texto.
El escritor, al igual que el participante en el diálogo, intenta comunicar lo que piensa y esto implica la atención al otro, con el que comparte ciertos presupuestos y con cuya comprensión cuenta. El otro se atiene al significado de lo dicho, es decir, lo entiende completándolo y concretándolo, sin tomar nada al pie de la letra en su sentido abstracto. El otro se atiene al significado de lo dicho, es decir, lo entiende completándolo y concretándolo, sin tomar nada al pie de la letra en su sentido abstracto. Se impone aquí una conclusión fundamental que es decisiva para la teoría hermenéutica. Si la fijación escrita ofrece siempre esa característica, ello tendrá consecuencias para la intención misma de la escritura. Como el escritor conoce la problemática de la fijación escrita, tendrá siempre en cuenta al destinatario para que éste pueda entenderle correctamente.
Hay sin duda, numerosas formas de conducta lingüística comunicativa que no es posible someter a esta finalidad. Se trata de textos que se pueden considerar tales al aparecer desligados de sus destinatarios, por ejemplo, en composición literaria. Pero en el proceso comunicativo mismo oponen resistencia a su textualización.
El lenguaje y la escritura se mantienen siempre en una referencia recíproca. No son, sino que significan, incluso cuando lo significado sólo existe en la palabra manifestada. El discurso poético sólo se hace efectivo en el acto de hablar o de ller, es decir, no existe si no es comprendido. La estructura temporal del hablar y el leer representa un campo poco explorado. La imposibilidad de aplicar el esquema puro de la sucesión al habla y a la lectura salta a la vista considerando que de ese modo no se describe la lectura, sino el deletreo. El que tiene que deletrear para leer es incapaz de leer. El oír y el leer poseen la misma estructura temporal que el comprender, cuyo carácter circular es una de las constataciones más antiguas de la retórica y la hermenéutica.
En el texto poético ocurre lo mismo que en la imagen artística. El texto es lo único presente con su relación de sentido. Cuando leemos textos literarios, constantemente nos vemos remitidos a las relaciones de sentido y de sonido que articulan la estructura de la totalidad. Volvemos páginas, atrás, leemos de nuevo, descubrimos nuevas relaciones y al final no está la conciencia segura de haber comprendido la cosa, con la cual uno deja ya el texto tras de sí. Ocurre a la inversa: ahondamos más cuantas más sean las referencias de sentido y sonido que entran en la conciencia. No dejamos atrás el texto, sino que nos dejamos introducir en él. Nos quedamos dentro de él, al igual que el hablante está en las palabras que dice y no se mantiene a distancia como el que maneja herramientas, las toma y las deja. Por eso, cuando se trata del lenguaje real, hay que limitar radicalmente las reglas y normas. Cada palabra encaja y parece casi insustituible, y en cierto grado lo es.
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