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LA SUPERACIÓN DEL NIHILISMO

Enviado por   •  23 de Enero de 2018  •  6.357 Palabras (26 Páginas)  •  272 Visitas

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Muchos han considerado que este texto implícito al que se refiere Gómez Dávila en sus escolios sería la religión democrática, no obstante no existe una afirmación unánime por lo que cabrían distintas afirmaciones. Lo que si cabe decir, es que el lector deberá penetrar más allá para tratar de encajar estas líneas en un conjunto más amplio, dando lugar a lo que se conoce como filosofía puntillista.

Abandono de las corrientes contemporáneas

Como ya se ha mencionado, en este trabajo vamos a analizar la posición de nuestro autor ante el nihilismo, y su superación, ya que el pensamiento de Gómez Dávila le sitúa entre aquellos autores pesimistas, sin embargo es este un pesimismo distinto del que encontraríamos al fijarnos en la literatura y filosofía más estrictamente contemporánea con autores como Nietzsche. Para analizar el tema, partiremos de la exposición y estudio de distintos escolios del autor.

Antes de comenzar con el tema en sí, y explicar la razón que le permite a Gómez Dávila situarse entre aquellos autores que estando íntimamente ligados a las corrientes nihilistas, consiguen superarlas, aferrándose a una seguridad, que como veremos solo puede encontrarse en Dios, vamos a analizar las principales características de estas corrientes nihilistas, y en concreto, aquellas con las que Gómez Dávila podía identificarse en mayor medida en orden a comprender mejor la materia objeto de estudio

Esta postura, de acuerdo con la obra, arranca de la critica que nuestro autor realiza frente a la religión democrática a la que considera la parte fundamental de la desviación moderna, que conlleva a la adoración de la humanidad debido al abandono contemporáneo de Dios como muestra en su escolio “La humanidad es el único Dios completamente falso”, (Escolios 917). En este sentido, podemos encontrar un cierto paralelismo con Nietzsche, que también criticó ese pretendida divinización de la humanidad, aunque ambos con intenciones claramente distintas que veremos más adelante, puesto que para don Colacho, esa divinización lejos de encontrarla en la humanidad, ha de buscarse en la Fe, y por tanto en Dios.

«Nosotros no somos humanitarios; nunca nos atreveríamos a hablar de nuestro “amor a la humanidad”, ninguno de nosotros es lo bastante cómico para eso, ni lo bastante saintsimoniano, ni lo bastante francés. Verdaderamente hay que estar afectado por esa excitabilidad erótica desmesurada y por esa impaciencia característicamente francesa para acercarse con ardor y buena fe a la humanidad... ¡a la humanidad! ¿Hubo nunca una vieja más odiosa entre todas las viejas? (a no ser que estemos hablando de “la verdad”, que es una cuestión reservada a los filósofos). No, no amamos a la humanidad»[2].

Esta dureza del autor con aquellas corrientes que profesaban su adoración a la humanidad puede observarse en numerosos escolios como cuando afirma que «La humanidad no acumula soluciones, sino problemas» [3]O con la afirmación rotunda que dice que “La humanidad es el único dios totalmente falso” [4]

Con todo esto podemos ver como de severo se mostraba Gómez Dávila frente a estas corrientes que divinizaban la condición humana, siendo necesario para nuestro autor, la búsqueda de un cambio, que localice la razón de nuestra seguridad fuera de nuestra condición humana.

Inicia pues Gómez Dávila el camino hacia un humanismo teologal según veremos a continuación

El nihilismo, reflejo en la obra de Gómez Dávila

Si bien, es preciso volver al estudio que nos acontece ahora, es decir, los postulados del nihilismo, y especialmente aquellos a los que más se acercaba nuestro autor. Será importante mencionar aquí autores nihilistas como Cioran o Nietzsche que acompañaron al escritor colombiano a lo largo de su obra.

Para situarnos en el tema en cuestión, es conveniente recordar lo que se entendía por nihilismo de la mano de su principal defensor como es Nietzsche, entendiendo por tal la posición filosófica que argumenta que el mundo, y especialmente la existencia humana, no tiene un significado objetivo o , propósito, comprensible verdad, o valor esencial, basándose en postulados tales como que no existe prueba razonable de la existencia de una "regla suprema" o algún "creador", que la "verdad moral" es desconocida, o que la ética universal es imposible. Para estos autores por tanto, la vida no posee verdad alguna, y ninguna acción vale la pena. En el fondo, no se cree en nada, y como no se cree en nada, hay una sensación de "decepción " o "indiferencia" ante la vida misma, ya que no es real nada en ella, y da lo mismo lo que se haga o no.

El nihilismo se podría decir, que está muy ligado con el pensamiento humanista (antropocentrista y no Teo centrista, como en épocas anteriores), es de carácter ontológico y no teleológico, y supone la negación de toda verdad, y la destrucción de todo lo prexistente para crear algo. Niega toda finalidad, y ende a ello, toda autoridad.

Si bien, históricamente puede ser abocado a cualquier zona geográfica o política, lo cierto es que fue muy propia de la Alemania y Rusia del siglo XVIII, ya que esta corriente de pensamiento tuvo mucha relación con la revolución rusa, como afirman muchos historiadores, así como también , con el encaminamiento intelectual de Alemania en los años venideros, si bien en ninguno de estos países tuvo consecuencias directas remarcables, está muy relacionado con hechos históricos que le sucedieron posteriormente.

Es habitual identificar la segunda posguerra como una época de angustia, penuria o desazón, no es por tanto extraño que los autores post modernos que entonces aparecen, se caractericen por un profundo escepticismo sobre la existencia de la verdad o del bien o por lo menos de la capacidad del hombre para conocerlos. Acudimos pues a una época donde se impone el relativismo moral dominada por la depresión generalizada y la falta de horizonte vital como tónicas habituales del mundo, lo que lleva a una incertidumbre generalizada marcando un tiempo dominado por la desesperación y la angustia vital. Siempre ha resultado paradigmática la perspectiva de Michel Foucault (1968) al respecto:

A todos los que quieran todavía hablar del hombre, de su reino y de su liberación, a todos los que se preguntan todavía sobre qué es el hombre en su esencia, a todos los que quieran apoyarse en él para acceder a la verdad (...), a todas estas formas de reflexión deformes y alteradas, no podemos más que contraponer una risa filosófica, es decir, en

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