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HACIA UNA ECONOMIA GLOBAL.

Enviado por   •  22 de Abril de 2018  •  23.096 Palabras (93 Páginas)  •  307 Visitas

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El debilitamiento de la aristocracia terrateniente, el fortalecimiento de la burguesía y la creciente fuerza de los sectores medios y la clase obrera gestaron el terreno propicio para el avance de la democracia. Se combinaron las reformas electorales que incrementaron el número de los votantes; con la ampliación del cuerpo electoral, los acuerdos entre los notables cedieron paso a las intervenciones de los partidos políticos..

Ante la creciente movilización de los sectores populares y el temor a la revolución social, los gobiernos promovieron reformas sociales para forjar un vínculo de tipo paternalista. Las experiencias compartidas en el lugar de trabajo, en los barrios obreros, los espacios públicos, así como el desarrollo de la org sindical impulsaron la construcción de un nosotros. En la década de 1890 con el avance de los partidos socialistas, que confluyeron en la Segunda Internacional a partir de 1889, el movimiento obrero se afianzó y generalizó.

Desde la perspectiva de la derecha radical, la democracia liberal era incapaz de defender las glorias de la nación y era la responsable de las injusticias eco y sociales que producía el capitalismo.

En Francia, en el Imperio de los Habsburgo y en Alemania, la nueva derecha radical combinó la exaltación del nacionalismo con un exacerbado antisemitismo. En Italia, en cambio, los nacionalistas defendieron la necesidad de apropiarse de nuevos territorios para dejar de ser una “nación proletaria”.

Las ligas nacionalistas nacieron en Alemania en la década de 1880 como instrumento de presión a favor de una política imperialista que, a diferencia de Bismarck, el emperador Guillermo II propició ampliamente. La rebelión intelectual y política de fines del siglo XIX contra la ilustración abonó el terreno donde arraigó el fascismo después del trauma de la Primera GM.

En la era del imperialismo, Europa dejó de ser el centro privilegiado del desarrollo eco y dos nuevas potencias (EEUU Y JAPÓN) emergieron como competidoras. En 1880 EEUU todavía era un país mayoritariamente agrario, pero en 1914 ya se había convertido en el primer centro industrial del mundo. El país ofrecía condiciones geográficas y sociales óptimas para el desarrollo capitalista: un territorio de escala continental con variedad de recursos y un vasto mercado, protegidos por dos océanos. Debido a la Guerra de Secesión (1861-1865) y con el triunfo del norte y su avance hacia el oeste le permitió triplicar la superficie cultivada y afianzar un ámbito agrario muy mecanizado y de alta productividad. En 1913 la producción manufacturera estadounidense equivalía a la de Alemania, GB y Francia juntas. El avance de la producción industrial debió afrontar el problema de la escasez de la mano de obra. En este marco, Frederick Taylor desarrolló la gestión científica del trabajo. El taylorismo permitía incrementar la productividad sustituyendo al obrero calificado por un trabajo semicalificado, que solo tenía que repetir algunas tareas rutinarias, impuestas por las maquinas. Es este contexto, la producción en serie se impuso tempranamente en los EEUU. Por otra parte, la intensa combatividad de los trabajadores estadounidenses no condujo a la consolidación de partidos obreros, en parte por la heterogeneidad cultural de los trabajadores.

En el escenario político, las diferencias entre los grandes partidos nacionales, el Demócrata y el Republicano, era principalmente de carácter étnico y religioso o bien derivadas de la guerra civil. Los republicanos prevalecieron entre los protestantes del norte, mientras que los demócratas se afianzaron en el sur y entre la población inmigrante de las grandes ciudades norteñas.

En la era del imperialismo, los EEUU no se lanzaron a fundar colonias como Europa y Japón. Prácticamente no tuvieron presencia en África, y en Asia eligieron propiciar una política de puertas abiertas que favorecía el libre movimiento de capitales y mercaderías. Pero se ocuparon de los océanos, que eran sus fronteras. En el pacifico ocuparon las islas Hawái, donde instalaron la estación carbonífera y base naval de Pearl Harbor, y arrebataron el archipiélago de Filipinas a España. En el Caribe, terminaron ocupando Cuba y anexándose Puerto Rico, que arrebataron a España.

El imperio nipón permaneció aislado hasta mediados del siglo XIX, bajo el régimen Tokugawa (1603-1867) prevaleció el feudalismo basado en un rígido sistema de castas y la concentración del poder en un jefe militar llamado sogún. Cuando en 1853 las fuerzas navales estadounidenses obligaron a Japón a permitir el libre comercio, la elite provechó las tensiones reinantes en el seno de la sociedad y puso fin al songunato. La revolución de Meiji se presentó como la restauración del antiguo poder imperial. Fue un golpe de estado organizado por grupos periféricos de la elite, que buscaban aplastar el sistema feudal y modernizar el estado. Los dirigentes Meiji buscaron situarse ventajosamente en el orden global financiero, colocando en el Banco de Inglaterra el oro acumulado. Esta decisión propicio la firma de la alianza anglo japonesa. En poco más de treinta años, Japón logro convertirse en un importante pilar de la hegemonía británica en Asia Oriental y en una potencia imperialista por derecho propio.

La crisis de los antiguos imperios: la expansión de occidente trastocó radicalmente el escenario mundial, no solo en virtud del reparto colonial de Asia y África, sino también a través de su impacto sobre tres antiguos imperios. Uno fue el Safaví, en Persia. El segundo, el otomano, cuya base estaba en Asia Menor, y que en su período de máxima expansión abarcó Oriente Medio, el Norte de África y la zona de los Balcanes. Finalmente el chino, gobernado por la dinastía manchú de los Quing.

Ninguno de los imperios perdió su independencia política, pero su desventaja económica, militar y tecnológica los colocó en una posición dependiente de Occidente, esto agravó su crisis interna.

Persia asumió una nueva importancia estratégica en la primera mitad del siglo XIX al calor de los juegos de poder entre Rusia y el Reino Unido. Mientras Londres pretendía controlar el golfo Pérsico y las regiones del sudeste persa para proteger la India colonial, Moscú trataba de establecer una base en el norte para resguardar su expansión en Asia Central. En el marco de esta competencia, ninguna intentó hacer de Persia una colonia, pero ambas procuraron obtener privilegios que colocaron a los persas bajo su dependencia.

El debilitamiento del imperio Otomano se hizo evidente, en primer lugar, en el norte de África, luego de la campaña de Napoleón a Egipto en 1798, que impulsó la emancipación del bajá de

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