Las Guerras de Religión en Francia.
Enviado por tolero • 6 de Diciembre de 2017 • 4.209 Palabras (17 Páginas) • 464 Visitas
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1.3.- Las represiones previas al conflicto.
De forma previa al comienzo del conflicto armado, se da en Francia toda una política de persecución del protestantismo que se ejecutó durante los reinados de Francisco I y Enrique II, intercalada por momentos de permisividad, fruto de intereses estratégicos para la corona.
La primera de estas persecuciones es llevada a cabo por Luisa de Saboya, reina madre y regente durante el cautiverio de Francisco I tras la derrota en Pavía, frente al emperador (Carlos V), La reina madre, en un intento de conciliación de los poderes del Parlamento de París y de la Sorbona, decreta la prohibición de impresión de libros luteranos y heréticos, así como la creación de una comisión en el Parlamento de París, para descubrir, juzgar y castigar herejes. Los predicadores del “grupo de Meaux”[1] tuvieron que refugiarse en Estrasburgo y la traducción de las Sagradas Escrituras realizada por Lefèvre fue quemada públicamente.
A la vuelta de su cautiverio, el rey mantuvo una política conciliadora; suspendió las persecuciones y nombró tutor de su hijo menor a Lefèvre, lo que impulsó a los predicadores de Meaux a volver a Francia. El monarca convocó, entre 1528 y 1529 al gran Concilio francés, el cual se reafirmó en la mayoría de las posiciones católico-romanas. Ocurrió que mientras sesionaba este concilio, los protestantes decapitaron una estatua de la Virgen, lo que provocó la cólera del rey, que dio su aprobación para renovar las persecuciones, las cuales se volvieron sistemáticas en 1534, tras la impresión y fijación en París, en provincias y hasta en la puerta de la cámara del rey en Ambroise, de un manifiesto que atacaba la ceremonia de la misa, con un lenguaje violento e injurioso.
Debido a un deseo de Francisco I de aliarse con los protestantes alemanes, proclamo una amnistía para todos los protestantes, excepto para los sacramentarios[2]. Tras el fracaso de este intento de alianza, se reanudaron las persecuciones mediante una sucesión de edictos, de entre los que destaca, por su excepcional severidad, el edicto general de Fontainebleau (1540). Una excepción en estas persecuciones y que merece la pena resaltar, fue la de los valdenses de Provenza, que fueron autorizados por la corona a la práctica de su fe, puesto que fueron campesinos llegados de los Alpes para establecerse esa zona, que se encontraba prácticamente despoblada.
En 1547 fallece Francisco I y le sucede en el trono Enrique II, quien, a diferencia de su padre, no tuvo una política vacilante y se dedicó resueltamente a combatir la Reforma, desde el principio de su reinado. El 8 de octubre de ese mismo año se instauró en el Parlamento un segundo tribunal de carácter penal, con el único fin de tratar los casos de herejía, este fue conocido como la “Chambre Ardente” (Cámara Ardiente). Este tribunal sesionó, por orden real, de forma permanente durante los tres primeros años desde su instauración, periodo en el cual dictó unas quinientas sentencias.
En 1551 se promulgó el edicto de Chateaubriand, que codificaba y ampliaba todas las medidas legales tomadas en defensa de la fe católico-romana; no obstante, seis años después el monarca tuvo que confesar que estas disposiciones, a pesar de su severidad, no lograron detener la difusión del protestantismo. Fue entonces cuando, a instancias del cardenal de Lorena, el papa Pablo IV propuso establecer la Inquisición, esta propuesta se topó con la firme oposición del Parlamento.
A la muerte de Enrique II, le sucede su hijo Francisco II, quien contaba tan solo con quince años (según la ley francesa estaba capacitado para reinar en su propio nombre). Su debilidad de carácter, puso en el gobierno efectivo de Francia a Carlos, cardenal de Lorena, y Francisco, duque de Guisa. Estos endurecieron severamente las persecuciones contra los protestantes e incitaron a todos los “buenos cristianos” del reino a denunciar los casos de herejía. Sin embargo, y a pesar de todas estas medidas, el número de protestantes seguía aumentando[3].
Esta situación creó en todo el reino una situación generalizada de malestar, que se verá reflejada en la Conjuración de Ambroise. Esta conjuración consistió en un complot orquestado por un tal La Renaudie y bajo la dirección de Luís de Condé, con el único objetivo de arrestar a los Guisa y poner al monarca bajo la tutela de los Borbones, familiares de sangre del rey. La conjuración fue filtrada a los Guisa, que prendieron y condenaron a muerte a muchos conjurados, incluido Luís de Condé, quien se salvó gracias a la muerte prematura del rey, el 5 de diciembre de 1560.
Le sucede en el trono su hermano, Carlos IX, quien al ser menor de edad (10 años), debe dejar el gobierno en manos de su madre, Catalina de Médicis[4], que es nombrada regente. Esta busca una política de conciliación que no haga peligrar la posición de la familia real, y como medidas de cambio nombró a Antonio de Borbón teniente general del reino y Condé fue liberado; no obstante, mantuvo al duque de Guisa al frente del ejército e introdujo a los Montmorency en el Consejo Real, buscando así un frente común para afrontar la convocatoria de los Estados Generales. En esa reunión el canciller Michel de l’Hôpital, demostró que la política de la corona pretendía ser de tolerancia. La regente convocó en Poissy una reunión de teólogos de las dos confesiones, que dio como resultado el edicto de 17 de enero de 1562, por el cual se permitió la libertad de conciencia de los protestantes y se les autorizó a celebrar su culto de forma privada, o pública si se realizaba fuera del recinto amurallado.
El 1 de marzo de 1562 se produjo en Vassy el acontecimiento que se considera el desencadenante de las guerras de religión en Francia. El duque de Guisa se encontraba de viaje desde Joinville hasta París, acompañado de su familia y una fuerte escolta. Este día hicieron un alto en la localidad de Vassy, y siendo domingo, el duque se dirigió a la iglesia a oír misa, y cerca de la iglesia, en un granero, se estaba celebrando un oficio protestante, contraviniendo el edicto. El duque envió a parte de su escolta a ordenar a los hugonotes que abandonasen el lugar, los soldados fueron recibidos a pedradas y una de las piedras golpeó al duque de Guisa, que mandó fusilar a los herejes. La noticia de la masacre se extendió rápidamente e incitó a los protestantes a armarse y marchar a París para ponerse bajo las órdenes del príncipe de Condé. Las masacres se repitieron por el resto de Francia, lo que provocó represalias por parte de los hugonotes, que irrumpieron en iglesias romanistas, destruyendo imágenes altares y reliquias. Dan comienzo así las Guerras
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