Frustraciones, apreciaciones y agresión aversiva (aversivamente?) estimulada
Enviado por klimbo3445 • 11 de Enero de 2018 • 2.729 Palabras (11 Páginas) • 373 Visitas
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Mientras que los hallazgos de Pastore son frecuentemente citados como una demostración de que solamente las frustraciones ilegitimas tienen consecuencias agresivas, los resultados actualmente son altamente equívocos. Por una cosa, algunos de los incidentes de Pastore no satisface la definición de frustración del grupo de Yale. Tal condición existe, recuerda, solo cuando las personas son abstenidas de alcanzar una meta que esperar obtener. En consecuencia, regresando al caso del bus, si las personas habían estado alertas por algún tiempo que el bus que se acercaba estaba solo camino al estacionamiento y no pararía, no hubiesen estado esperando subirse en éste bus, y estrictamente hablando, no habrían estado frustrados cuando se pasó. Pero más importante, como Pastore mismo reconoció, sus sujetos pudieron haber dado solamente respuestas socialmente deseables a la hipotética situación que les fue descrita. Ellos muy bien podrían haber creído que era irracional enfurecerse contra barreras razonables hacia sus metas, ya sea que esperaran conseguir estas metas o no, y negado –a los otros y quizá incluso a ellos mismos- que hubieran tenido tal reacción emocional.
Atribuciones y reacciones de frustración
Interpretaciones atribucionales de agresión –o ira- provocando situaciones son la más reciente variación en el tema de solo-algunas-clases-de-frustración. Estos conceptos sostienen que los sentimientos que las personas tienen y las acciones que emprenden dependen en gran parte de su apreciación del evento emocional, y especialmente en su interpretación de su causa. Como ejemplos, Averill [1982, 1983] y Weiner [1985] afirman que la ira es producida por un error observado, controlable y deliberado. Así, Averill [1983] insiste en que “la ira es una atribución de culpa”, una acusación de que alguien ha hecho algo mal. Las personas frustradas probablemente no se volverían iracundas e inclinadas a la agresión a menos que pensaran que han sido intencional o injustamente abstenidas de alcanzar su meta. Desde esta perspectiva, personas con agresividad crónica son fácilmente provocadas porque son muy propensas de imputar metas mal intencionadas hacia otras [Dodge, 1980].
No cabe duda de que las atribuciones realizadas por una falla en la satisfacción de expectativas propias puede afectar la reacción emocional a esta ocurrencia [e.g., Averill, 1982, 1983; Rule, Dyck, and Nesdale, 1978; Smith and Ellsworth, 1985; Weiner, 1985]. Sin embargo, es posible explicar este tipo de influencia en varias maneras. He notado que las personas a menudo creen que su comportamiento e incluso sus sentimientos deberían ser seguidos por las reglas socialmente apropiadas para las circunstancias en particular. Al adherirse a estas reglas podrían retener esas reacciones emocionales que parecen socialmente inapropiadas. Pero entonces, incluso en la ausencia de estos detenimientos, es especialmente grosero pensar que alguien ha deliberadamente bloqueado el progreso hacia la meta propia. El descontento producido por la percepción de tal afrontamiento personal indudablemente se suma a cualquier descontento generado por la frustración misma. No, aquí el problema realmente no es si las atribuciones tienen un efecto, sino, si la percepción de un error deliberado y controlado es necesaria para que aflore la ira y la agresión.
Algunas evidencias de que incluso las frustraciones “apropiadas” producen inclinaciones agresivas
No podría discutir todos los aspectos positivos y negativos de la búsqueda de esta pregunta. Sin embargo, vale la pena notar algunas de las evidencias que indican que la frustración puede crear hostilidad y agresión, incluso cuando no son vistos como arbitraria, ilegítima, y / o una ofensa personal.
Algunas observaciones relevantes provienen de un experimento publicado recientemente que se llevó a cabo en mi laboratorio. Margo Monteith y yo estábamos interesados en estudiar los pensamientos que venían a la mente en diversos incidentes aversivos y, entre otras cosas, se pidió a los sujetos que hablaran de tres situaciones diferentes que habían sido esbozadas brevemente para ellos. En una de ellas, un incidente supuestamente frustrante, los participantes tenían que imaginarse a sí mismos conducir a una entrevista de trabajo importante y luego quedar atado en un atasco de tráfico masivo, así que estaban en peligro de perder su cita. Dudo de si los sujetos creían que alguien había traído de forma intencional e ilegítima los atascos de tráfico, y ciertamente no se había dirigido a ellos personalmente. Sin embargo, al hablar de esta situación expresaron de forma más fiable declaraciones sobre el enojo, molestia, y la hostilidad que cuando hablaron de cualquiera de los otros incidentes. La idea del evento frustrante al parecer, había aumentado la accesibilidad de la ira y la idea de hostilidad.
Estas ideas de frustración activas hostiles en ocasiones conducen a evaluaciones hostiles de otras personas. Podemos ver esto en el experimento por Bernstein y Worchel [1962]. Se impidió a grupos de estudiantes de sexo masculino alcanzar su objetivo, porque uno de los miembros (confederado del experimentador) persistió en interrumpir y hacer preguntas. En la condición de frustración de no interferencia arbitraria la tarea del interrogador era fácilmente atribuible a su defecto auditivo evidente, mientras que no hubo tal excusa "legítima" por su comportamiento que interfiere en la otra condición de la frustración, supuestamente arbitraria. Cuando los sujetos evaluaron sus compañeros de grupo al final de la sesión, ninguno de los hombres expuestos a la frustración no arbitraria estaban dispuestos a rechazar al cómplice que interfería legítimamente, o al menos no de manera pública en sus declaraciones abiertas al grupo. Sin embargo, eran más propensos a dar bajos índices de agrado al cómplice de forma privada en un cuestionario (por ejemplo, en un artículo tocando su gusto por él) en ambas condiciones de frustración que los de condición control de no frustración. Los sujetos evaluaron la persona que les hizo sentir frustrado con dureza, pero no expresan estos juicios abiertamente cuando podrían haber parecido impropios.
La frustración puede conducir a la agresión abierta, así como a las ideas y juicios hostiles, siempre que la situación no ha activado otras tendencias de respuesta incompatibles con la agresión. Los resultados de un experimento realizado por Geen y Berkowitz [1967] sugieren que la agresión de la frustración engendrada puede manifestarse cuando las restricciones contra la agresión se bajan y / o la tendencia a la respuesta agresiva se intensifica. Los sujetos que se vieron
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