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Manipulación y valoración de la emoción

Enviado por   •  2 de Mayo de 2018  •  3.945 Palabras (16 Páginas)  •  266 Visitas

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La fuerza del reflejo de sobresalto, la respuesta que sigue a un estímulo repentino y sorprendente, tal como escuchar de repente un fuerte ruido, puede medirse. Si estamos paseando al mediodía por una calle relativamente tranquila y de pronto oímos el petardeo del escape de un coche, es posible que nos sobresaltemos. Si escuchamos el mismo sonido a última hora de la noche y en una calle desierta cuando ya nos estamos sintiendo un poco ansiosos, es posible que se sobresaltemos aún más. El sobresalto es un reflejo que se potencia, o se refuerza, cuando nos encontramos en un estado emocional negativo. El grado de potenciación se puede medir en laboratorio examinando la intensidad de la respuesta de parpadeo, un componente del reflejo de sobresalto. La intensidad de esta respuesta se mide mediante electrodos situados en la piel sobre los músculos del ojo. La cantidad de contracción muscular refleja la intensidad del reflejo de sobresalto. Parpadeamos con más fuerza cuando nos sobresaltamos más, lo cual se denomina sobresalto de parpadeo potenciado. Un investigador interesado en las respuestas emocionales de un sujeto ante diferentes escenas presentará, una a una, diferentes escenas y de forma imprevista hará que suene un fuerte chasquido o un sonido estrepitoso. La diferencia en la intensidad del sobresalto de parpadeo potenciado que ha producido el sonido aporta información sobre el estado emocional que han evocado las diferentes escenas. Las escenas más negativas inducen una respuesta refleja de parpadeo más fuerte que las escenas neutras o más positivas (Lang et al., 1990).

Una de las distinciones interesantes entre la RCP y las medidas del sobresalto potenciado es que la RCP refleja el arousal que puede ocurrir en respuesta a estímulos tanto positivos como negativos, mientras que el reflejo de sobresalto está modulado por el valor —esto es, aumenta cuando el sujeto se halla en un estado emocional negativo y disminuye cuando se encuentra en un estado emocional positivo—. Ambas medidas proporcionan una evaluación fisiológica, indirecta, de una emoción, pero se diferencian en cuanto al tipo de información emocional que registran.

Aprendizaje emocional: adquisición de valoraciones

¿Por qué nos gustan algunos géneros de películas y otros no?, ¿algunas marcas de jabón y otras no?, ¿algunos tipos de personas y otros no? En este análisis, lo que se supone que es una respuesta racional —en el caso de las películas, «porque me gustan los efectos especiales»— no es suficiente. ¿Qué subyace a estas preferencias? He aquí otro ejemplo: ¿Nos hemos sentido inquietos en alguna ocasión, sin motivo aparente, ante una persona a la que apenas conocíamos —y posteriormente nos hemos dado cuenta de que esa persona nos recordaba a alguien que en alguna ocasión nos hizo daño? ¿Qué subyace a esta reacción emocional?—. Todos estos casos implican aprendizaje emocional —aprendizaje, de un modo u otro (y no siempre en base al hecho) de que las personas, los lugares y los objetos no son todos neutros, sino que frecuentemente adquieren algún tipo de valor—. Algunas personas, lugares u objetos son mejores o peores, reconfortantes o espeluznantes, o simplemente buenos o malos. Este valor determina, en parte, nuestra reacción emocional a la persona, el lugar o el objeto. Algunos estímulos que evocan emociones son, en sí mismos, positivos o negativos; no es necesario aprender su valor. Una descarga moderada es algo aversivo para todos los animales, desde las mascotas familiares hasta los premios Nobel. Estos tipos de estímulo se llaman reforzadores primarios porque sus propiedades de motivación se dan de modo natural y no han de aprenderse. Otros estímulos provocan una motivación sólo porque hemos aprendido que representan consecuencias positivas o negativas. Una bañera llena de billetes de 100 e no nos mantendrá calientes (o al menos, no muy calientes), no tendrá buen sabor ni proporcionará seguridad —sin embargo, sería muy agradable tener una bañera llena de billetes de 100 e—. El dinero tiene valor debido a que hemos aprendido a asociarlo con estímulos que motivan por sí mismos: con dinero podemos comprar cosas que nos mantengan calientes, que tengan buen sabor y que nos proporcionen seguridad. El dinero es un ejemplo clásico de un reforzador secundario, un estímulo que adquiere sus propiedades de motivación mediante aprendizaje.

Comprender cómo los estímulos adquieren valor afectivo interesa a una amplia serie de profesionales, entre ellos, los anunciantes y los entrenadores de animales. Para los psicólogos, entender cómo un estímulo llega a asociarse con una emoción es un punto clave al investigar cómo interaccionan la emoción y la cognición. Existen varios medios mediante los cuáles un estímulo puede adquirir significado emocional.

- Condicionamiento clásico

El nombre que se asocia más a menudo con el condicionamiento clásico es el de Iván Pavlov (1849-1936), el gran fisiólogo ruso que descubrió los principios de dicho condicionamiento. Pavlov estaba interesado en la digestión y trató de examinar la salivación en los perros como respuesta ante la comida. Sus estudios se complicaron cuando los perros empezaron a salivar antes de que se les presentara la comida: la respuesta de salivación ocurría cuando un investigador abría la puerta de la perrera. Los perros salivaban como respuesta a un acontecimiento asociado con la presentación de la comida. Pavlov se dio cuenta de que reflejos tales como la salivación pueden evocarse no sólo mediante el estímulo apropiado (en este caso, la comida), sino también mediante acontecimientos asociados con esos estímulos inductores del reflejo. Las investigaciones posteriores han demostrado que todos los tipos de reflejos y de respuestas, incluso las respuestas emocionales, se pueden provocar mediante condicionamiento. En el estudio de la emoción, se ha hecho evidente que los estímulos que están ligados a acontecimientos positivos o negativos por sí mismos obtienen cualidades afectivas y provocan reacciones afectivas. Por ejemplo, si hemos tenido un accidente de automóvil, no será sorprendente si nos sentimos inquietos en la próxima ocasión en la que nos encontremos en el cruce en el que ocurrió el accidente. La asociación entre el lugar que era previamente neutro y el accidente negativo lleva a una respuesta de arousal condicionada y una sensación de nerviosismo relacionada con ese lugar. No nos resulta extraño que nos sintamos ansiosos o en alerta ante personas, lugares u objetos que previamente se han relacionado con experiencias no placenteras. Este es el resultado de un condicionamiento clásico emocional, la asociación aprendida entre un acontecimiento

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