Siempre hay tiempo
Enviado por Jerry • 15 de Diciembre de 2018 • 1.641 Palabras (7 Páginas) • 292 Visitas
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Mi camisa estaba manchada de sangre en su mayor parte, el abdomen lo tenía lleno de moretones y aún seguía sangrando.
Me lavé la boca para limpiar aquel líquido rojo y me limpié la sangre del abdomen.
Pensé que si asistía a las clases así, todos se iban a preguntar y preocupar de mi terrible apariencia y si me regresaba a la casa sería lo mismo. Sin embargo, era mejor regresar a casa para poder tratar los golpes y, quizá, después dormir un rato; aunque eso significara tener que aguantar el cuestionario de mis padres.
Antes que nada, tenía que cambiarme de camisa, pues la que tenía puesta estaba, en su mayoría, cubierta de sangre. Por suerte, siempre cargo un cambio de ropa en la mochila por si se necesita. Y, aunque no fuese el uniforme, no importaba en estos momentos; con tal de que mis padres no vean la camiseta llena de sangre, me valía.
Me cambié y salí del baño, la única puerta que me daba acceso a la calle se encontraba cerrada, ya que las clases habían empezado ya. Intenté encontrar alguna otra salida, pero nada, sólo quedaba saltar la reja.
Una vez escapado de aquella institución, me dirigí a mi casa. Abrí la puerta y allí estaba mi madre, sentada en el sillón mientras veía la televisión. Ella se percató del sonido de la puerta y se giró casi al instante, cuando me vio, su cara pasó de tener una expresión tranquila a una de preocupación.
Yo sólo me limité a caminar hacia mi habitación sin decir palabra alguna, y agradezco que mi madre no me haya hecho preguntas al respecto.
Los días pasaban y la situación empeoraba cada vez más, los golpes siempre eran más fuertes que los anteriores, mi piel había tomado un color pálido y me aterraba ir a la escuela, por lo que fingía estar enferma con frecuencia.
Las chicas me habían amenazado; si yo le decía algo de esto a alguien me iría aún peor de lo que me va ahora. Mis padres me preguntaban sobre mi repentino cambio de actitud, pero yo salía siempre con la típica excusa: “es sólo que ya no me gusta la escuela tanto como antes, nada más”.
Hubo un día que me había quedado sola en casa, porque mi padre se había ido a trabajar y mi madre se había ido con unas amigas. Yo ya estaba harta de todo esto, así que se me ocurrió una solución definitiva a mis problemas.
Caminé hacia la cocina, tomé un cuchillo del cajón de la alacena y lo puse contra mi muñeca empecé a hacer presión provocando que brotara un poco de sangre de ésta. Hice más fuerza y aquella sangre que apenas y era visible, ahora era el centro de atención en mi muñeca, pues de ella salían chorros de sangre.
El dolor no me importaba, lo que quería era acabar con esto para siempre.
Empecé a sentirme mareada después de unos segundos, mis piernas estaban tan débiles, que no aguantaron mi peso haciéndome caer al piso de rodillas. Comenzaban a ver borroso y logré escuchar una puerta abrirse y momentos después, sentí unos brazos cargarme. Sin embargo, fue todo lo que supe antes de que todo se volviera negro.
5 horas después…
Desperté y me percaté de que estaba en un cuarto totalmente blanco. Estaba sobre una cama realmente incómoda, vestía sólo una bata blanca y estaba conectada a un montón de aparatos. Por lo visto, estaba en un hospital.
Revisé la muñeca que me había cortado, estaba vendada y de ella no salía siquiera una pequeña gota de sangre.
Al cabo de unos minutos, la puerta se abrió dejando ver un doctor y seguid de él, mis padres. Los tres se sorprendieron al verme y el doctor inmediatamente les pidió a mis padres amablemente si podían salir del cuarto y ellos, resignados, accedieron.
El doctor rápidamente llamó a unas enfermeras para que me realizaran algunos estudios. Me sacaron sangre, revisaron la presión, entre otras cosas. Después de un rato, las enfermeras salieron y el doctor se asomó por la puerta, hizo una seña con la mano y después volvió a entrar. Momentos después entraron mis padres al cuarto y el doctor salió de éste.
Mis padres me reprendieron por lo que hice y me preguntaron el porqué de ello; fue entonces cuando me armé de valor y les dije todo lo que me hacían en la escuela aquel grupito de chicas.
Me dieron de alta al día siguiente y por fin pude salir de allí. Mis padres hablaron con la directora y corrieron a esas niñas de la escuela.
Desde ese día, he ido a la escuela todos los días sin que nadie me moleste o lastime al entrar. También aprendí que siempre hay que hablar con un adulto sobre algún problema que te pase u nunca quedarse callado.
Gracias a ello, ahora mis padres y yo vivíamos en paz, y podemos seguir nuestras vidas como una familia feliz y unida.
FIN
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