Un GRAN día

...

El mismo joven gigante que le había hecho burla levanto la mano pidiendo la palabra.

― Pero nosotros somos gigantes.

Camille le sonrió.

―Lo sé.

―Y usted es un hada.

―Créeme, también eso lo sé.

―Entonces― el joven gigante la miró con el ceño fruncido, ― ¿Que podría enseñarnos alguien como usted? Es decir, mírenos, somos más grandes y más fuertes. Y usted, solo mírese, es más pequeña que mi dedo meñique.

Una nueva tanda de risas recorrió el aula.

―Brindar y recibir conocimiento no se trata de tamaño o de fuerza―dijo Camille con dulzura, ― Se trata de tener una actitud abierta y una mente dispuesta. No estoy diciendo que las diferencias no sean importantes, porque lo son, solo que no de la manera en que tú las planteas. Para ti son limitantes, yo las veo como una oportunidad, ¿De quién se puede aprender más que de alguien diferente? para mí, las diferencias son una especie de herramienta, que puede ser usada tanto por ustedes como por mí en el desarrollo de nuestro propio pensamiento, en la ampliación de nuestros conceptos, en el mejoramiento de nuestras aptitudes… si así lo queremos.

El joven gigante volvió a levantar la mano.

― ¿Pero, como pueden ser las diferencias una oportunidad y no una restricción?

―Porque son nuestras diferencias las que nos brindan la mejor oportunidad para aprender de otros, de sus costumbre, sus creencias, sus valores… Son las diversas perspectivas con que las personas ven la vida las que nos hacen replantearnos la nuestra. Esa es la clave de una sociedad, el respeto por las demás personas, aunque su raza, color o ideología difieran unas de otras.

Otro alumno levantó la mano pidiendo la palabra.

― ¿Entonces a usted no le importa enseñarnos aunque seamos gigantes?

Camille habló con la mayor sinceridad.

―Ni un poco― dijo, y sus ojos recorrieron el salón de clases con la mayor decisión, ―al contrario, con esta oportunidad todos vamos a poder evidenciar que a pesar de nuestras diferencias todos podemos ser un gran equipo si trabajamos juntos.

―Tal vez va a necesitar mucha paciencia con nosotros― dijo otro gigante.

Camille le sonrió.

―Y tal vez ustedes la van a necesitar conmigo. Pero todos avanzaremos un paso a la vez. Ya verán que será muy fácil. No solo enseñar es un arte, aprender también lo es. Podemos hacer que esta experiencia sea agradable, divertida y didáctica para todos, ¿Qué dicen? ¿Empezamos con el pie derecho?

Uno a uno los quince gigantes se levantaron de sus asientos, respondiendo así la pregunta de su nueva maestra.

Camille sonrió, tal vez todo saldría mejor de lo que imaginaba. Ahora, amaba incluso más su vocación.