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ESCATOLOGIA ESCATOLOGÍA INCOADA

Enviado por   •  23 de Septiembre de 2018  •  1.530 Palabras (7 Páginas)  •  448 Visitas

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A partir del siglo IV adquiere consistencia la teología de la mímesis de Cristo y su Pascua: se habla de una imitación mistérica del Señor, que es realizada por vez primera en el bautismo, es desarrollada posteriormente con la lucha espiritual y los sacramentos, y es destinada a culminarse en el último día como resurrección gloriosa. En Oriente esta idea encuentra notable difusión, y las Catequesis mistagógicas de San Cirilo de Jerusalén pueden servir como un resumen sistemático de la doctrina. Este teólogo en relación al bautismo, sostiene que la inmersión y la salida del agua significan una especie de muerte y resurrección. La inserción vital del neófito en el Cristo de la Pascua es perfeccionada ulteriormente por los sacramentos de la crismación y la eucaristía.

Como hemos dicho, las mismas ideas esenciales –con diferencias de matiz– las sostienen los Padres y escritores orientales de la misma época. San Basilio, p. ej., también mantiene que el bautismo realiza una mímesis, una imitación de Cristo; San Gregorio de Nisa afirma en su Oratio catechetica magna que hay un parentesco e igualdad entre Cristo y los creyentes que se logra mediante la imitación (mímesis) en la imagen (homóioma). Teodoro de Mopsuestia continua en esta línea.

Es de notar aquí el recurso a la noción de typos para referirse a la resurrección incoada en el sujeto por el bautismo. Expresa el hecho de que es una realidad-signo de renovación; no trae la salvación plena, pero sí garantiza la futura y total repercusión en nosotros de la resurrección de Cristo, al obrar una incorporación a Él). Con otros términos, pero con las mismas ideas de fondo, los autores occidentales de los siglos IV y V trazan un itinerario «pascual», que comienza para cada cristiano con la recepción de los sacramentos de iniciación. Para San Ambrosio, el lavado bautismal es un tipo o imagen mistérica de lo que se obró original y fontalmente en la Pascua del Señor. Este dinamismo vivificante de la renovación bautismal se robustece y se intensifica en la crismación y en la eucaristía.

San Agustín vuelve a insistir en la misteriosa configuración del cristiano con el Cristo pascual. Quien recibe el bautismo, afirma el Obispo de Hipona, es conformado a modo de imagen (similitudo) de la muerte de Cristo y, por consiguiente, es liberado del pecado por la justificación y liberado de la muerte por la resurrección. La configuración del bautizado con Cristo muerto y resucitado se perfecciona ulteriormente con la crismación y la Eucaristía –que le incorpora a la Cabeza: Cristo sacrificado y glorificado.

3. REFLEXIÓN TEOLÓGICA: LA INCOACIÓN DE LA PASCUA EN LA VIDA TERRENA DEL HOMBRE

Enunciemos ahora, con mayor detalle y en orden lógico, las ideas básicas que la revelación bíblica y la Tradición nos proporcionan sobre la renovación de la vida en Cristo:

— El sacramento del bautismo inserta al hombre en el misterio pascual de Jesús. El sagrado rito posee una eficacia sobrenatural, por la cual hace realmente presente el evento pascual con toda su fuerza, en la vida de esta persona, en este momento de la historia, otorga una auténtica, aunque misteriosa, participación en el morir y resucitar del Señor.

— Esta inserción en la Pascua conlleva la identificación con Cristo. El sujeto queda para siempre con una «impronta cristológica» –que la teología clásica llama carácter–, que le vincula y le identifica para siempre con el Señor. El bautizado conecta con el núcleo mismo del misterio de Jesús, Hijo divino.

— La vida nueva que posee el neófito tiene un dinamismo propio. Reclama el cultivo ulterior o la intensificación durante la vida mortal.

Estas ideas básicas tienen como consecuencias:

— una profunda valoración del sacramento bautismal, como hito de la biografía humana: define la identidad del sujeto en Cristo e inicia o incoa la Pascua en su vida;

— una valoración de la vida postbautismal del cristiano, como «tiempo escatológico». la existencia del bautizado ha de ser entendida bajo la luz escatológica, como tiempo para participar en el morir y resucitar del Señor; continuación lógica y vital del misterio bautismal. El juicio que cada uno tendrá al final de la vida será simplemente el discernimiento del grado de «identidad cristológica o filial» que ha alcanzado con la ayuda del Espíritu Santo.

En conclusión, podemos notar que la escatología cristiana muestra al hombre no sólo el sentido de la muerte (morir-en-Cristo; morir esperanzado), sino también el sentido de la vida terrena, como spatium para labrar el signo cristológico de la existencia personal.

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