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El Mundo en que Vivimos

Enviado por   •  13 de Julio de 2018  •  5.296 Palabras (22 Páginas)  •  313 Visitas

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Además de las Formas eternas, Platón sostenía que la materia caótica es también eterna. Las cosas físicas cobran existencia cuando la materia caótica toma forma o idea. Quiere decir que las cosas son reales si están calcadas en las ideas. La materia sin idea simplemente no existe o es el caos. Pero Platón jamás hace claro en ninguna parte qué es exactamente la materia en sí. La impresión que uno recibe es que las cosas físicas son más o menos ilusorias. La famosa alegoría de la cueva sugiere esa idea. Sean lo que fueren las cosas físicas, pasan a la condición de inexistentes si se separan de la Forma.

Aristóteles concebía las cosas como un proceso. Existe cierta continuidad en la Forma y en la materia. La materia en si no existe nunca aparte de la Forma, aunque la Forma Pura no existe. La Forma Pura o el Movedor Inconmovible (el Dios de Aristóteles) guía el proceso de la naturaleza hacia un propósito determinado (Causa Final). Dentro de la materia existe una fuerza (Forma) que da realidad a las potencialidades de las cosas físicas. El roble se encuentra en estado potencial en la bellota, y el buque de roble se encuentra en estado potencial en el roble. Toda la naturaleza se mueve hacia fines determinados bajo el dominio del Movedor Inconmovible. Pero tampoco Aristóteles hace claro en qué consiste para él la esencia de la materia.

Durante muchos siglos se desvaneció el interés por conocer la naturaleza de las cosas físicas, hasta que cobró nuevos bríos con el surgimiento del pensamiento moderno. Renato Descartes dividió la realidad en dos mundos: el pensamiento y la extensión o el espíritu y la materia. Para él significan lo mismo materia, cuerpo, extensión y hasta espacio. Todo lo que puede decirse acerca de la materia es que tiene el atributo de la extensión. La naturaleza era un sistema completamente mecanicista para él, compuesto de cuerpos que actúan unos sobre otros de acuerdo con las leyes naturales.

En Inglaterra se registró nuevo interés en el tema de las cosas físicas con la aparición de la escuela empirista de Locke, Berkeley y Hume. Para Juan Locke, la materia en sí es incognoscible. No podemos conocer la materia misma sino solamente ciertas cualidades que se adhieren a ella. El dividió esas cualidades en dos clases: (a) cualidades primarias, como la solidez, extensión, forma, etc., que están en el objeto mismo; y (b) cualidades secundarias, como el color, sonido, sabor, etc., que están en la mente del observador. Pero por ninguna de estas cualidades llegamos a conocer la materia en si, la cual permaneció como “Je ne sais quoi” (yo no sé qué) para Locke. La naturaleza misma no puede ser percibida, sino tan sólo una apariencia o impresión hecha por ésta en la mente. Al punto de vista de los empiristas ingleses se le llama a veces materialismo idealista, pero mejor seria llamarlo materialismo sensacionalista.

Jorge Berkeley, sucesor de Locke, principió en el mismo punto, pero rechazó por completo la conclusión materialista tan evidente en la tradición empirista británica. Empezó por desechar la distinción hecha por Locke entre cualidades primarias y secundarias, por insostenible, por lo que rechazó la doctrina de Locke de una sustancia subyacente aparte de las cualidades percibidas.Las cosas son exactamente tales como las experimentamos, dice Berkeley. Las cualidades experimentadas constituyen la esencia del objeto. Ser es ser percibido (esse is percipi), sentenció Berkeley. Las cosas físicas no son sino ideas en la mente que las percibe. La naturaleza es una gran idea que existe tan sólo porque está siendo eternamente percibida por Dios mismo. Berkeley utilizó esta clase de argumentos como ingeniosa apologética del teísmo, creyendo que habla demostrado la imposibilidad de que exista la materia si no existe una mente que la perciba. Aquí lo importante de recordar es que, para él, las cosas físicas son un sistema de cualidades sensorias o ideas que existe en la mente de quienes las perciben.

David Hume aceptó el enfoque empirista de Locke y Berkeley y se esforzó por llevarlo hasta las más lógicas conclusiones. El resultado fue el escepticismo. Si cuanto podemos conocer, decía Hume, son nuestras propias impresiones, no tenemos base alguna para afirmar la realidad de la subsistencia material (Locke) ni de la sustancia espiritual (Berkeley). Si nuestra vida consciente no es más que una sucesión o cadena de ideas o impresiones, no hay razón alguna para aceptar las doctrinas comúnmente sostenidas de la conexión causal (causación) o de ninguna clase de sustancia. Así llegó Hume a la conclusión de que la experiencia no puede proporcionarnos ningún conocimiento seguro sobre la naturaleza del mundo físico. El empirismo de Hume ayudó mucho al desarrollo del positivismo, del agnosticismo y del humanismo.

Una escuela reciente que usa el método de análisis de Hume es el neorrealismo. Según los neorrealistas, las cosas físicas no son mentales ni físicas sino más bien neutrales. La realidad está constituida por un sistema de “entidades neutrales,” que entran en una infinita variedad de relaciones. La manera de entender la realidad es analizarla en puntos matemáticos, en instantes tiempo-espaciales, etc. Si bien es cierto que la ciencia moderna ha logrado hacer esto y ha reducido la materia a ]a forma de electrones, neutrones, etc., difícilmente puede afirmarse que gracias a tal análisis el científico haya llegado a saber qué son exactamente tales partículas. El método es valioso pero el análisis por sí solo no nos da un cuadro perfecto.

En busca de otro punto de vista interesante podemos retroceder en la historia hasta el filósofo y matemático alemán, Gottfried Leibniz, quien sugirió que las cosas físicas están constituidas por átomos o entidades vivas y dinámicas, no inertes. A esta manera de pensar se le llama pan psiquismo y es bastante popular en el mundo moderno. Santiago Ward, C. A. Strong, Alfredo North Whitehead y muchos otros han asumido posturas muy similares a la de Leibniz, aunque en manera alguna están de acuerdo con él en todos los detalles. Leibniz dio a sus átomos o centros de fuerza, el nombre de mónadas. La materia es fuerza o energía. La realidad está constituida por estos conscientes centros de fuerza. No todas las mónadas tienen el mismo poder de percepción. Pueden ser mónadas “durmientes” de objetos inorgánicos, seres personales conscientes o egos, o la Monada suprema de las cuales dependen siempre las otras mónadas.

Según Leibniz, las mónadas no tienen ventanas. Con lo que quiere decir que no puede haber relaciones causales directas entre ellas. El rechaza todas las causas secundarias en aras de la teoría de la armonía preestablecida. Todas las aparentes conexiones

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