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Aproximación sobre participación y representación

Enviado por   •  18 de Noviembre de 2017  •  6.065 Palabras (25 Páginas)  •  457 Visitas

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En este sentido, Pitkin que hace un análisis moderno de la representación política, realiza un recorrido sobre la idea de la representación en su obra (Pitkin, 1985)[3], estableciendo cuatro tipos de representación: la formal, la simbólica, la descriptiva y la sustantiva, y nos dice que este concepto es un concepto moderno. Este surge con la intención de limitar el poder absoluto del soberano y con las revoluciones burguesas se identifica con la idea de unir “representación” y “gobierno”, tendiendo hacia el gobierno representativo. Por otra parte, Pitkin nos habla de distintos tipos de representación y nos dice que “La representación existe sí y solamente sí la gente cree en ella…Un hombre está representado si siente que lo está” pero también escribe “No todo puede ser representado” (Pitkin, 1985:11). “La muestra representativa es un modelo engañoso para comprender la representación política” (1985:83). En la representación política, “el representante…va a reflejar aquéllas (opiniones) que ya tienen (sus electores” (1985:100). Para algunos la representación política, tiene un carácter simbólico, y para que se pueda considerar una representación simbólica, es preciso que exista o alguien crea que existe una conexión simbólica entre representante y representado. Del mismo modo que para representar a los representados, es preciso considerar la idea que implica al representante como el que actúa o debería actuar tal como define su papel, para lo que tiene conocimiento, habilidades, capacidades y experiencia para representa.

En este orden de cosas, para ajustar la idea de representación dentro de la representación política, sería conveniente, interrelacionar todas las dimensiones de la representación, tanto la de la representación como la de autorización, donde el poder pasa de los “súbditos” al “Estado”; o la representación como responsabilidad, donde los representantes han de rendir cuentas (aunque ahora eso solo se hace, de elección en elección); o la dimensión descriptiva que establece la relación entre el representante y representado, por lo que al elegir al representante se dota de legitimidad al sistema; la dimensión simbólica, en cuanto que la representación tiene la significación que representa al representado, donde el representante representa simbólicamente al “pueblo”, a la “nación”; por último, la dimensión de la representación sustantiva, en la que “El representante debe actuar independientemente” (Pitkin, 1985:233), en el momento que actúa en interés de los representados. Lo cierto es que la representación se construye entre dos actores, el representante y el representado, y la relación que se establece entre ellos. Por ello, la idea de representación tiene que ver con diversos aspectos como el del representante cuando actúa en nombre del representado; pero también, el aspecto del comportamiento independiente del representante con relación al representado; por último, también ha de observarse el aspecto del comportamiento del representante que tiene en cuenta las opciones y las sensibilidades de los ciudadanos.

La aparición del Estado de partidos, surge de la necesidad de organizar la voluntad general, que está fragmentada y se refleja en la dinámica entre mayorías y minorías en la «democracia de masas» (Weber). Pero hay cierta perversión en la idea de los partidos, en cuanto que cumplen un papel bisagra, al constituirse en mecanismos que convierten la voluntad general en voluntad de los partidos y está en voluntad del Estado. El partido se constituye en el único poder, elabora la lista de posibles representantes, que no se eligen por sus cualidades, si no por sus méritos hacia el partido. Por tanto una vez que se arrincona la idea del mandato imperativo en favor del representativo, surgen los partidos, dentro del modelo competitivo que se arrogan la capacidad de representar a los ciudadanos y en ese sentido, de representar los “intereses generales” de toda la Nación. Aunque la representación política electiva de los partidos, cumple una doble función, la del principio de representatividad y la del principio participativo en una sociedad democrática; la idea de representación es multidimensional que sintetiza un fenómeno político complejo, en el que se entrelazan la idea de “selección de liderazgo”, “legitimación”, “control político”, “participación política”,…

El concepto de participación política, lo define Gianfranco Pasquino como “aquel conjunto de actos y de actitudes dirigidas a influir de manera más o menos directa y más o menos legal sobre las decisiones de los detentadores del poder en el sistema político o en cada una de las organizaciones políticas, así como en su misma selección, con vista a conservar o modificar la estructura (y por lo tanto los valores) del sistema de interés dominante” (Pasquino, 1988:180)[4]. Esto se refiere a la legalidad o ilegalidad del acto de participar, que implica hacerlo de acuerdo a la normativa, donde confluyen, los actos y actitudes directos (como es votar) o indirectos (estar informado). Muchos teóricos políticos consideran que el voto no es un instrumento de participación suficiente, ni tampoco la modalidad más eficaz para influir en el proceso político (Putnam, 2002:46), es necesarios encontrar nuevas formas de participación política, que sea a la directa y a la vez independiente e igualitaria (Kitschelt, 2001:364)[5].

Desde una perspectiva liberal, una sociedad moderna más individualista, se enfoca más hacia la esfera privada y no tanto al ideal de participación pública; sin embargo, desde otra perspectiva, la concepción republicana viene a decirnos que todos estén sometidos a la voluntad de todos, y en este sentido, suscribe Pettit, que “La participación democrática puede ser esencial para la república, pero sólo porque resulta necesaria para promover el disfrute de la libertad como no-dominación” (Pettit, 1999:25)[6], que de alguna manera implica, que la representación democrática y el control democrático se convierten en un medio para promover, a su vez, la libertad como no-dominación, opuesta a la idea de interferencia, en unas condiciones de democracia deliberativa, incluyente y responsable. En este sentido, la no-dominación implica que los ciudadanos no están sometidos a la necesidad material y de alguna manera, esto significa que actúa sin interferencias.

No se pretende mezclar las viejas y nuevas formas, ni negar la razón, la ciencia, los meta-relatos, la historia, la política o cualquier otra construcción humana, pero lo cierto es, como escribe Castoriadis, la historia es tanto creación consciente como repetición inconsciente y “La creación de la ciencia, de la filosofía, como de la democracia

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