DESTRUCION DE LOS ECOSISTEMAS
Enviado por Helena • 28 de Febrero de 2018 • 2.466 Palabras (10 Páginas) • 330 Visitas
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Las zonas áridas, que ocupan un 65% del territorio mexicano, tradicionalmente se han utilizado para ganadería extensiva, extracción de recursos bióticos espontáneos (fibras, licor, cera, etc.), minería y agricultura en áreas reducidas. La falta de agua ocasiona una baja productividad primaria neta de los ecosistemas, presentándose problemas de abastecimiento de recursos a los conglomerados humanos. En estos sitios surgen originalmente culturas nómadas en un afán por superar las limitaciones naturales; actualmente pueden aplicarse sistemas de riego muy costosos y altamente tecnificados. Sus problemas actuales radican en la gran presión de uso del espacio, con problemas de desaparición de especies, salinización de suelos agrícolas y erosión.
En regiones muy húmedas, por el contrario, el exceso de humedad crea otro tipo de limitaciones para la subsistencia. Los ecosistemas de dichas zonas, son los más complejos del planeta. Crecen sobre suelos muy lavados por el exceso de lluvia. En ellos la respiración es igual a la productividad bruta (R = P), por lo que no producen excedentes de alimentos que puedan sostener poblaciones muy densas de consumidores. No resulta conveniente talar en forma indiscriminada las selvas tropicales, ya que el caudal de nutrientes está concentrado en la biomasa vegetal y al destruirla se ocasiona un deterioro ambiental de tipo exponencial. Además, los suelos tropicales no soportan sistemas agrícolas o pecuarios intensivos, a menos que se implanten elevados subsidios. Las selvas mexicanas son el caso más patético de uso irracional de los ecosistemas. Actualmente sólo el 5% se conserva en su forma original; el resto se ha incorporado a otro uso del suelo, fundamentalmente a ganadería extensiva. La enorme riqueza florística y faunística propia de estas áreas ha sido puesta en peligro.
Los ecosistemas que toleran una explotación más o menos intensiva de sus recursos, corresponden a las zonas de vida que dicho autor denominó de matorrales, estepas (pastizales, bosques templados, bosques de neblina y bosques húmedos (nunca hiperhúmedos), siempre y cuando se respeten las tasas de regeneración de los recursos utilizados, para no ocasionar el deterioro de los ecosistemas. Los bosques en México, que ocupan el centro del país y las zonas altas, tradicionalmente han estado bajo una fuerte presión de aprovechamiento de recursos forestales maderables. Son altamente productivos, aunque es cierto que han sido muy aisladas las acciones para su regeneración, con consecuencias de degeneración del bosque mismo, de la fauna, el suelo y el agua (Holdridge, 1967).
Aunque muchas veces se piense lo contrario, el valor de una región no debe medirse exclusivamente con base en el rendimiento directo que ofrece a la sociedad (beneficios económicos y sociales), sino que se deben tomar en cuenta sus funciones en relación con el resto de la biosfera, es decir, el costo ecológico que se tiene si se establecen desarrollos que impliquen pérdida de recursos.
El manejo de cada tipo de ecosistema dependerá de los objetivos que se persigan. No es conveniente utilizar técnicas de extracción intensiva a bosques que presentan limitaciones de agua (bosques de zonas áridas) o nutrientes (bosque tropical lluvioso), ya que el balance entre productividad (P) y respiración (R), suele ser igual a cero; en su manejo se debe tomar muy en cuenta el control de la erosión, así como el mantenimiento de la calidad del agua.
Los ecosistemas en los que la productividad supera a la respiración (P > R), pueden ser manejados con miras a un rendimiento extractivo, por ejemplo, los bosques que se desarrollan sobre suelos aluviales, sobre piedemontes y en tierras planas.
Sistemas antrópicos:
Resultado de la intervención del ser humano. Comprenden también dos tipos de ecosistemas:
• Ecosistemas humanos subsidiados, que son impulsados por energía solar, como es el caso de los sistemas agrícolas o silvícolas.
• Sistemas urbano-industriales, que consumen energía procedente de combustibles, por ejemplo las ciudades, zonas industriales, etcétera.
Ecosistemas humanos subsidiados: a semejanza de los sistemas naturales, utilizan energía solar, pero como no son autosuficientes, requieren insumos de otros tipos de energía, introducidos por el hombre al sistema (maquinaria y fertilizantes, entre otros). Los más representativos son los sistemas agrícolas de monocultivo.
La agricultura moderna que se practica en la zona templada del mundo occidental, produce más alimento por unidad de superficie y tiempo, que las técnicas agrícolas que se practican en otras regiones (P > R). Sin embargo, este mayor rendimiento tiene su precio: El aumento de la energía. Si bien es cierto que se obtiene una gran producción, los rendimientos en términos económicos (y energéticos) son despreciables debido al balance beneficio-costo (B/C).
En vista de la gran inversión de energía fósil en la agricultura mecanizada para el monocultivo (agrosistema), numerosos científicos han llegado a sugerir que lo que se consume no son alimentos, sino petróleo (Lugo y Monis, 1982).
La agricultura intensiva que se practica en regiones tropicales puede tener éxito o no, dependiendo de las condiciones físicas locales del sitio en que se lleve a cabo. En los ecosistemas tropicales húmedos predominan las interacciones bióticas, mientras que en regiones frías son más determinantes las condiciones físicas. Las zonas templadas ofrecen condiciones de equilibrio relativo entre aspectos físicos y bióticos, razón que explica el éxito del monocultivo.
Sistemas urbano-industriales; sistemas no autónomos que dependen de la energía proveniente de muy diversas fuentes (combustibles). Como modelo se pueden mencionar las ciudades, constituidas por grandes concentraciones de organismos consumidores, que dependen de su entorno para desechar desperdicios. Requieren de condiciones ambientales propicias para su funcionamiento y pleno desarrollo.
La ubicación y determinación del tamaño óptimo de las ciudades es un problema de gran importancia, en especial para los países del tercer mundo. Todos los sistemas consumidores que las integran, crecen en proporción a la capacidad de sus alrededores para proveerles de los materiales necesarios para su metabolismo.
El crecimiento excesivo y su consecuente caudal de desechos evita que las corrientes de aire sean insuficientes para purificar la atmósfera; impide que las masas de agua asimilen y procesen el exceso de desechos naturales y sustancias contaminantes,
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