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EXPLICACIÓN DE LOS TÍTULOS DE CADA NÚCLEO DE LA EXPOSICIÓN

Enviado por   •  9 de Marzo de 2018  •  2.673 Palabras (11 Páginas)  •  252 Visitas

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David Alfaro Siqueiros.

“Muerte y funerales de Caín”, 1947.

Piroxilina sobre madera comprimida, 76.5 x 93 cm.

David Alfaro Siqueiros

“Abstracción”, 1948.

Piroxilina sobre madera comprimida, 76.5 x 93.3 cm.

Orozco se diferenció de Siqueiros, ya que él se encargó del tema de una manera más directa. Sus paisajes se acercaron a la abstracción, y esto se relaciona con un viaje a Nueva York, donde también conoce el Guernica de Picasso.

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José Clemente Orozco

“El invierno”, 1932.

Óleo sobre tela, 38.6 x 46.4 cm.

José Clemente Orozco

“Tres cabezas”, 1932.

Óleo sobre tela, 48.5 x 38.5 cm.

- La experiencia muralista:

En la última instancia, se presentan los estudios preparatorios para murales, los bocetos y las documentaciones que Alvar Carrillo Gil coleccionó entre los años 30 y 60, dándole así forma al acervo del museo que lleva su nombre, uno de los núcleos más coherentes de la escuela mexicana.

Se presenta en esta sala el boceto del “Ejercicio plástico” de Siqueiros —que actualmente se encuentra en el Museo del Bicentenario— y una maqueta de esta obra, pintada en 1933 en el sótano de la quinta de Natalio Botana en Don Torcuato, junto con los demás miembros del Equipo Poligráfico: los artistas argentinos Lino Enea Spilimbergo, Antonio Berni y Juan Carlos Castagnino, y el escenógrafo uruguayo Enrique Lázaro.

Comienza a desplegarse aquí “La conexión sur”, el núcleo curado por Rossi para acompañar la muestra de la Colección Carrillo Gil.

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José Clemente Orozco.

“Cristo destruyendo su cruz”, 1932-34.

Temple sobre papel, 51.2 x 35 cm.

David Alfaro Siqueiros

“Torso femenino”, 1945

Piroxilina sobre madera comprimida, 115 x 95 cm

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David Alfaro Siqueiros

“Primera nota temática para el mural de Chapultepec”, 1956-57.

Mixta sobre papel adherida a tela sobre madera, 77 x 170 cm.

3. RELACIÓN DE LOS ARTISTAS CON LA REVOLUCIÓN MEXICANA, EL ARTE PÚBLICO Y LAS CULTURAS PRECOLOMBINAS, CON EJEMPLO DE OBRAS.

La Revolución Mexicana da comienzos el 20 de noviembre de 1910, cuando Madero convocó a todos los ciudadanos de la República a tomar las armas y a echar a las autoridades, las cuales habían llegado al poder con engaño y no a voluntad del pueblo en las urnas. Aunque esa misma fecha Porfirio Díaz continuó en el poder, campesinos, trabajadores y miembros de las clases medias de distintos puntos de México se preparaban para levantarse contra el poder central.

El norte del país, liderado por Francisco ‘’Pancho’’ Villa y el sur encabezado por Emiliano Zapata decidieron sublevarse y con el mismo objetivo de acabar con el poder de Díaz, se inició la revolución.

Con la revolución agraria de 1910 nació el fenómeno mexicano, el más fuerte y el más diferenciado, el muralismo mexicano.

Gerardo Murillo, pintor y escritor mexicano, creó un símbolo de su repudio pasional al pasado cambiándose el nombre hispánico por ATL y compartió sus ansias políticas entre los principios del marxismo y el anarquismo. Lo cual plantea la interrogante de cuál y con quién debe ser el compromiso del arte. Con estos principios se sentaban los fundamentos del gran movimiento artístico de la época.

Gracias a la idea de David Alfaro Siqueiros en 1921 de “Construir un arte monumental y heroico, un arte humano, un arte público”, toda una generación de artistas mexicanos se dedicó a manifestar en la pintura los ideales de la sociedad exigía, los ideales de la Revolución Mexicana.

Las condiciones para el desarrollo del muralismo se dieron en 1921, cuando José Vasconcelos, principal promotor del movimiento, comenzó a dirigir el Ministerio de Educación. Vasconcelos inició el plan de decorar edificios públicos con murales, dejando a los artistas la libertad de definir el estilo y los temas. En poco tiempo se vincularon los tres artistas más importantes del muralismo mexicano: Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros.

Los muralistas aprovecharon la coyuntura social e histórica para participar en este movimiento artístico; mediante sus imágenes, propusieron representaciones sobre lo nacional y lo mexicano, así como otros elementos visuales directamente vinculados a sus posturas políticas e ideológicas. David Alfaro Siqueiros y Diego Rivera utilizaron algunas de sus obras murales para manifestar sus preferencias e ideales políticos.

El primer encargo fue hecho a Diego Rivera, a quien pidieron pintara los muros del Anfiteatro Simón Bolívar. Realizó la obra con el tema de La creación, con gran influencia europea y con intentos de encontrar formas relacionadas con nuestra realidad.

Las obras de Rivera se convirtieron en un marco de referencia estético y temático dentro del arte mexicano.

Antes que la búsqueda de originalidad estética, el principal dilema del arte en América Latina durante las primeras décadas del siglo XX fue el de la identidad. Después de cuatrocientos años de dominio español y portugués en el continente y del imperio de los temas religiosos, los pintores comienzan a vincular su oficio con su origen geográfico, étnico, y su posición política.

La tendencia de buscar rasgos culturalmente profundos, esencialmente mexicanos, vinculada con la pintura histórica, ganó impulso en las décadas de 1920 y 1930 y se manifestó en el “redescubrimiento” de los indígenas, sus culturas y sus tradiciones. Lo cuál era lo opuesto

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