Nuevo presidencialismo.
Enviado por poland6525 • 28 de Febrero de 2018 • 2.863 Palabras (12 Páginas) • 287 Visitas
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Alternancia y debilitamiento del ejecutivo.
Según la caracterización de Whitehead (1996), la transición en México llegó por vía de la alternancia, en este caso por el arribo del Partido Acción Nacional (PAN) al ejecutivo federal en el año 2000.
Sin embargo, esta transición por “alternancia” no construyó cambios fundamentales a partir de que el PAN se encontrara en la presidencia de la República. Es decir, la época en donde el partido hegemónico, el Revolucionario Institucional (PRI), gobernó sin cortapisa y estableció un sinnúmero de reglas no escritas[5] no ha quedado del todo atrás.
La alternancia partidista en la Presidencia de la República del año 2000, abrió amplias expectativas sobre la cancelación definitiva del presidencialismo, las que si bien no se cumplieron, sí hay que reconocer que en los dos últimos sexenios los poderes Legislativo y Judicial recuperaron buena parte de su soberanía y que el nuevo equilibrio de las fuerzas políticas obligó al Ejecutivo a autoacotar parte de aquellas facultades metaconstitucionales de que gozaba en los tiempos del presidencialismo.
Por primera vez se daba un cambio de esta naturaleza en México por la vía pacífica, a través de la democracia competitiva. Gustavo Emmerich (2009), al hablar de los intentos de instaurar una democracia en México, resalta la singularidad de este proceso, en el que paradójicamente, los niveles de gobernabilidad —criterio básico para evaluar la calidad de una democracia[6]— fueron bajísimos, por diversas razones de tipo institucional y de coyuntura política.
Los gobiernos de los estados se lograron liberar, en cierta medida, del yugo de la administración federal (proceso que desde el sexenio de Zedillo ya se vislumbraba); el PRI (otra paradoja), se convirtió en una oposición firme con lo que el legislativo ganó peso ante el ejecutivo, las reglas electorales cambiaron, favoreciendo la pluralidad en el sistema de partidos; sobre todo, la llamada guerra contra el narco mermó la credibilidad y confianza de la ciudadanía en la figura presidencial, dando la sensación de que el país se le iba de las manos al gobierno (Aguayo:2009). Éstos, y múltiples factores más favorecieron el debilitamiento de la figura presidencial, sin que signifique, aun así, que la pretensión del ejecutivo de controlar cada esfera del ámbito público fuera desechada por los gobiernos de la alternancia.
Viejo presidencialismo y nuevo presidencialismo.
Con la victoria del PRI en 2012, se hizo de dominio popular la proclama de que había regresado el viejo autoritarismo de partido. En otras palabras, la victoria del partido que gobernó más de 70 años, significaba una vuelta al presidencialismo.
Subsecuentemente se dieron algunos acontecimientos a nivel nacional que parecían justificar esta sentencia: por una parte, el acuerdo tripartidista conocido como Pacto por México demostró la capacidad de los líderes del PRI para negociar con sus opositores; en segundo lugar, la aparente cohesión que desde entonces han venido manifestando los miembros del partido, desde los militantes de a pie hasta la dirigencia; en tercer lugar, el partido se ha visto beneficiado de los arreglos que ellos han impuesto, como en los viejos tiempos.
Ello hace pensar que efectivamente el presidencialismo está de vuelta.
Si hablamos de un nuevo presidencialismo, debemos primeramente definir en qué consistía el viejo presidencialismo. Al respecto, Jeffrey Welden, nos dice que, en el caso mexicano, el presidencialismo presentaba ciertas condiciones[7]:
En primer lugar, un sistema presidencial, entendido como un origen electoral separado del ejecutivo y legislativo, donde ninguno puede terminar con el mandato del otro a menos que se rompa con el orden institucional. Este elemento se confirmó a partir de la Constitución de 1917, aunque existe desde 1824.
La segunda condición es la existencia de un partido mayoritario o incluso hegemónico que controlase los resultados electorales, de tal forma que el Ejecutivo controlase una mayoría en el Legislativo. Esto se alcanzó en 1928 con la fundación del Partido Nacional Revolucionario, y se mantuvo a nivel federal hasta 1997.
En tercer lugar, se requiere de la capacidad del Presidente para imponer la disciplina a los miembros de su partido. Esta condición se alcanzó a partir de 1933, con la prohibición a la reelección inmediata de legisladores y autoridades municipales.
Por último y como resultado de lo anterior, se mencionan las atribuciones del Presidente como el operador supremo de esta maquinaria. Las ya mencionadas facultades metaconstitucionales acuñadas por Jorge Carpizo.
Bajo este arreglo el Presidente era el titular de una maquinaria política y su autoridad se limitaba a un sexenio.
El sistema descrito por Welden pudo sobrevivir a varias crisis de índole política, económica, y social. Sin embargo, a partir de las polémicas elecciones de 1988 se empezaron a dar las condiciones para que cayera.
A raíz de la crisis de legitimidad del gobierno mexicano tras el presunto fraude electoral, el ejecutivo no tuvo más remedio que impulsar una serie de reformas constitucionales, que ya tenían una serie de antecedentes, que permitieran la apertura a la participación de otras corrientes políticas diferentes a la oficial.
Dicho proceso desembocó, primeramente, en 1997, en la pérdida de la mayoría en el congreso. Y finalmente, la alternancia en el 2000. Antes de esta elección, Jorge Buendía Laredo (1999), hablaba en la revista Nexos del posible fin del presidencialismo priista, debido a la notable debilidad del ejecutivo ante la oposición en el congreso, y la, inédita hasta entonces, necesidad del presidente de negociar para sacar adelante las reformas[8]. Aun así, Buendía opinaba al igual que muchos en su época, que esto solo era una situación circunstancial, no obstante, el régimen presidencial mexicano no iba a ser el mismo.
Pese a esto, tras un par de sexenios bastante agitados en cuestión política, económica y de seguridad (especialmente el sexenio de Calderón), un PRI reformado en lo orgánico y en lo moral regresa a Los Pinos. Esto es lo que nos lleva a lo que planteábamos al principio: ¿podemos decir que el viejo presidencialismo priista regresó o en cambio hablamos de un nuevo tipo de presidencialismo?
Una fuerte tendencia a volver a centralizar funciones que se habían logrado descentralizar e incluso ciudadanizar (como el caso lo electoral), la creciente cohesión de los
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