Antología Horacio Quiroga

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la plenitud del amor sienten que llegó el momento de tener descendencia, desean traer un hijo al mundo. Al poco tiempo nace su primer bebé, saludable y fuerte, de aspecto “normal” por donde se lo mire, pero al año y medio de su existencia debido a fuertes convulsiones contrae una enfermedad llamada meningitis, la cual le causa problemas físicos y mentales. El matrimonio queda muy triste y desolado, sin embargo, deciden seguir procreando porque aún tenían mucho amor para dar. Nacen tres hijos más, varones, que contraen la misma enfermedad que su hermano mayor, los cuatro niños carecen de inteligencia, habla y movilidad, solo se concentran en mirar una pared fijamente todo el día, sin mínimos cuidados de sus padres. El matrimonio a pesar de ya perder casi la cordura y tenerlos totalmente abandonados, deciden de común acuerdo concebir un hijo más, un último intento. En esta oportunidad nace una hermosa niña: Bertita, que por fin logra romper con la desgracia familiar al no heredar los problemas de sus hermanos. Y así, se va desarrollando el cuento, aparentemente y en cierto modo con la alegría ya instalada, hasta que un día sucede la tragedia… una mañana, mientras la sirvienta degollaba una gallina para el almuerzo y sin darse cuenta, los niños enfermos estaban allí, viéndola detenidamente, mientras que, en aquel momento, los padres y la pequeña Bertita se encontraban dando un paseo, pero la niña decide regresar sola e intenta trepar a un cerco atrayendo la atención de sus hermanos, quienes habían quedado hipnotizados con la escena de la gallina degollada…

“¿Y de noche se da de alta a los locos? ¿Por qué no? El individuo está curado, tan sano como usted y como yo. Por lo demás, si reincide, lo que es de regla en estos vampiros, a estas horas debe de estar ya en funciones. Pero estos no son asuntos míos. Buenas noches, señores”.

Horacio Quiroga