Cuestionando las imágenes tradicionales de las mujeres (a través de los personajes de Dulcinea, Marcela y Dorotea)

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Entonces vemos como Marcela decide defenderse a sí misma y enfrentar a Ambrosio y los otros quienes le acusaban a ella para la muerte de Grisóstomo y de los demás pretendientes, y presenta su lado de la historia, su esperanza y su estado de la mente con dignidad. Ella intenta a compartir con ellos su decisión de ser soltera y también pregunta muchas preguntas retóricas para que se dan cuenta de sus juicios erróneos sobre la ‘crueldad’ de Marcela.

“…y por el amor que me mostráis decís y aun queréis que esté yo obligada a amaros... según yo he oído decir, el verdadero amor no se divide, y ha de ser voluntario y no forzoso…Sino, decidme: si como el cielo me hizo hermosa me hiciera fea, ¿fuera justo que me quejara de vosotros porque no me amábades?

…bien se puede decir que no es obra mía que antes le mató su porfía que mi crueldad…Que si a Grisóstomo mató su impaciencia y arrojado deseo, ¿por qué se ha de culpar mi honesto proceder y recato? Si yo conservo mi limpieza con la compañía de los árboles, ¿por qué ha de querer que la pierda, el que quiera que la tenga, con los hombres? Yo, como sabéis, tengo riquezas propias, y no codicio las ajenas: tengo libre condición, y no gusto de sujetarme; ni quiero ni aborrezco a nadie; no engaño a este, ni solicito a aquel, ni me burlo con uno, ni me entretengo con el otro.”(I, 14)[2]

En la misma manera, Dorotea también se alza y pide con confianza lo que quiere. Ella le recuerda a Don Fernando de las promesas que él hizo a ella en la presencia del cielo. A ella no le importa que él está casado con Luscinda porque considera a Don Fernando su marido y por eso lucha para lograr su amor.

“En fin, señor, lo que últimamente te digo es que, quieras o no quieras, yo soy tu esposa: testigos son tus palabras, que no han ni deben ser mentirosas, si ya es que te precias de aquello porque me desprecias; testigo será la firma que hiciste, y testigo el cielo, a quien tú llamaste por testigo de lo que me prometías.”

Sus esperanzas aparecen tan puras y justas que toda la gente presente en la castilla se sienta por ella y su anhelo. De hecho los amigos de Don Fernando y el cura también intentan a influir a Don Fernando para que él aceptará a Dorotea como su mujer.

Ruth el Saffar también ha expresado en su obra “In praise of what is Left Unsaid: Thoughts on Women and Lack in Don Quijote” y yo cito,

“…es la ‘doncella menesterosa’ quien viene para recorrer, usando su visión, determinación, coraje, e ingeniosidad para desenredar telarañas de confusión en que sus amantes y maridos se habían enredado.

En conclusión, me parece que Cervantes ha deliberadamente creado esta personalidad de la mujer tradicional y ideal representado por Dulcinea del Toboso como sólo una imaginación porque él ha aceptado el hecho de que no puede existir este tipo de mujer tan perfecta. También el hecho que todos se burlan de Don Quijote cuando habla con mucha exageración de la grandeza de su mujer del alma, Dulcinea, esto muestra que nadie cree en lo que dice Don quijote y piensan que él se ha vuelto loco. Mientras que las mujeres como Marcela y Dorotea existe en realidad y esto muestra que la época de las doncellas menesterosas ya ha pasado.

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