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EL ZARCO PERSONAJES PRINCIPALES

Enviado por   •  5 de Enero de 2019  •  3.519 Palabras (15 Páginas)  •  1.002 Visitas

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Capítulo VI La entrevista

Este capítulo narra las entrevistas nocturnas que tenían manuela y el zarco, y en ellas se llenaban de besos, caricias apasionadas y promesas de amor , esa noche en particular, manuela esperaba al zarco con gran emoción y absoluta impaciencia, pues se había enterado gracias a Nicolás el herrero que despreciaba , de un encuentro que su amante tuvo en el poblado de Alpuyeca, a lo que el Zarco respondió altivo y con desagrado que no volviera a hablar de ese tema, puesto que ponía en duda su autoridad como bandido y su valentía , Manuela con los ojos llorosos y sentimientos sumisos, le dijo que si ese era su deseo , jamás volvería hablar del tema.

El Zarco notó a Manuela afligida, y le preguntó cuál era su pesar, a lo que ella le respondió. “¡Oh! Mi señor, mi madre desea llevarme a México, junto con el regimiento que está por partir, e insiste en irnos lo más pronto posible. Él le dijo que debía negarse, pero al comprender los 2 que era inútil, Manuela en un acto de locura y pasión le rogo al Zarco que se la llevara a vivir con él en su guarida de Xochimancas, el Zarco se negó pues sabía perfectamente que una vida como la suya no era apropiada para una joven tan fresca y tan vanidosa como su amante, sin embargo, Manuela valiéndose de sus habilidades seductoras, juró al Zarco que dejaría todo por irse con él, sin melancolía ni tristeza ni lo culparía de nada.

Después de aquella promesa el Zarco accedió a llevársela, diciéndole que al día siguiente se verían en el mismo punto de encuentro y ella debería llevar sólo la ropa indispensable y sobre todo las alhajas que su amante la había regalado.

Capítulo VII La adelfa

Después de que Manuela vio partir a su amante, corrió a su escondite donde guardaba las joyas que él le había obsequiado, pero antes se detuvo a admirar las otras tres joyas que le había regalado: un anillo rebosante de diamantes y oro, un par de pulseras con brillantes esmaltados de varios colores que se enroscaban en sus brazos con la forma de dos serpientes y por último un par de aretes con las gemas más grandes que había visto jamás.

Cuando quiso devolver las joyas a sus cajas se dio cuenta de las manchas de sangre que las bañaban, y pensó por fin que las joyas venían de un sangriento combate en el que el Zarco le había quitado la vida a personas inocentes. Deshaciéndose pronto de todo remordimiento enterró su tesoro y volvió a su casa.

Capítulo VIII Quien era el Zarco

Este capítulo narra la travesía que el Zarco pasaba para regresar de la casa de su amada a la abandonada hacienda de Xochimancas y en el camino comparte su pensamiento y recuerda su niñez siendo humilde y de padres honrados, a él no le gustaba esa vida , por lo que decidió escapar y convertirse en un bandolero rico y temido en toda la región, en especial en las haciendas en las que se había visto obligado a trabajar para vivir, y sobre todo pensó en cómo le gustaría presumir a su amada Manuela quien reconoció que amaba por su belleza, frescura y pasión, partió decidido sin saber que haría con ella después, convencido de que no podría ser peor que el que no estuviera a su lado.

Capitulo IX El búho

A final de su trayecto ya esperaba el aterrador sonido de del búho que posado en la misma rama de siempre cantaba al sentir su presencia lo que al Zarco molestaba enormemente, pero no le daba mucha importancia, pues decía que eran supersticiones de los indios como Nicolás, y que él por ser rubio no le afectarían en nada, así que maldijo al búho y continuó su camino, sin saber si al final se casaría con Manuela, la única mujer a la que había querido lo suficiente para llevársela antes que perderla.

Capítulo X La fuga

En éste capítulo nos narra la visita rápida de Nicolás a la casa de doña Antonia quien le confió todos sus bienes materiales y su confianza para vender lo poco que tenía, pues se iría a México con su hija y no volvería en un buen rato. El joven aceptó gustoso y haría lo que ella le pidiera, sin resentimientos porque Manuela no lo quería.

Manuela durmió hasta la tarde, merendó con alegría porque la cabeza le dolía mucho y para colmo de sus males o bienes, llovió torrencialmente, cuando se aproximó la hora de su escape salió en medio de la tormenta con sus cosas preparadas, acababa de llegar a la cerca donde se encontraría con su amado Zarco, quien se la llevó a caballo junto con tres de sus mejores hombres.

Capítulo XI Antonia

La pobre madre no pudo dormir en toda la noche pensando en la tormenta, en los crímenes y sobre todo en su hija, a quien por la mañana buscó en su cuarto, al no encontrarla corrió al huerto, a los jardines y a la cocina sin saber donde se hallaba, se internó en lo profundo del bosque gritando y sollozando hasta que decidió pedir ayuda a Pilar y a sus tíos que no Vivian lejos de ahí, pues de había dado cuenta de que su hija había sido robada.

Capítulo XII La carta

Doña Antonia mostró a los tíos las pisadas de su hija en el barro del patio, y las pisadas de pezuñas bien enterradas en el lodo, como si se hubieran detenido a esperar a alguien, los tíos sospechaban que no había sido un robo, sino que se había ido por voluntad propia, pero si Manuela no tenía novio y Nicolás su mejor pretendiente, era un muchacho bueno y honrad.

Estaban en sus pensamientos cuando llegó un muchacho con una carta de Manuela para su madre, donde de manera breve pedía disculpas por lo que había hecho y donde pedía que no la buscaran porque era inútil, la madre destrozada rompió a llorar y los tíos corrieron a consolarla, hasta que llegó el buen Nicolás como había dispuesto el día anterior, y les informó que el hombre que se había llevado a Manuela era el Zarco, y que nunca podrían sacarla de ahí más que ayuda del ejército, así que la anciana corrió a buscar al prefecto de Yautepec para pedirle ayuda.

Capítulo XIII El comandante

El prefecto esperaba afuera del ayuntamiento al comandante para hablar con él y pedirle ayuda, los dos hombres después de una cansada mañana conversaron un rato, para ver la forma de atrapar al Zarco y su banda, lo que molestó mucho al comandante, ya que pensaba que cuestionaba su autoridad con justificada razón, ya que no había hecho más que colgar a inocentes y colgar a simples sospechosos.

La señora no pudo

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