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Vacas, cerdos, guerras y brujas. Comentario y análisis

Enviado por   •  8 de Noviembre de 2018  •  3.247 Palabras (13 Páginas)  •  447 Visitas

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El señor Harris, prefiriendo el enfoque de Maimónides, llega a la conclusión de la que Biblia y el Corán condenaron al cerdo porque la cría de estos constituía una amenaza para la integridad de los ecosistemas naturales y culturales del Oriente Medio. Esto se explica pues los antiguos hebreos eran sobre todo pastores nómadas, que iban acompañados de un lugar a otro con sus rebaños de ovejas, cabras y ganado vacuno; al mismo tiempo, estos mantenían estrechas relaciones con los agricultores sedentarios y de vez en cuando, al madurar estas relaciones, adquirían este estilo de vida. Con respecto a la trashumancia, podemos decir que los cerdos no están capacitados para recorrer largas distancias. A parte de esto y en relación al hábitat donde vivían, tenemos que tener en cuenta que los cerdos son animales de los bosques y que se adaptan mal al calor, ya que tienen un sistema ineficaz para regular su temperatura corporal. Tampoco debemos olvidar que comen alimentos pobres en celulosa, lo que los convierte en competidores directos del hombre.

Ahora bien, aunque el Oriente Medio es un lugar inadecuado para cuidar cerdos, su carne constituye un placer suculento; es por esto que cuanto mayor es la tentación, mayor es la necesidad de prohibición divina. Además, es curioso saber que a pesar de que era demasiado costoso alimentarlos y refrigerarlos, hoy en día estos tabúes cumplen funciones sociales como la de identificarse como una comunidad distintiva, ya que disponiendo de los medios adecuados para el consumo de cerdo, deciden no utilizarlos.

Si nos situamos en otra parte del globo, la creencia reinante de ésta es que las personas sólo pueden ser realmente humanas en compañía de los cerdos. Sin embargo, a diferencia del amor a las vacas de los hindúes, estos defienden el sacrifico de los mismos y su consumo en acontecimientos especiales. Esto se justifica mediante la satisfacción del ansia de carne de los antepasados, la mejora de la salud de la comunidad y la victoria de nuevas guerras.

Roy Rappaport, profesor de la Universidad de Michigan, en su libro Pigs for the ancestro: Ritual in the Ecology or a New Guinea People describe la relación que existe entre los cerdos y los maring, un grupo tribal amante de los mismos, al mismo tiempo que afirma que el amor a los cerdos contribuye a la solución de problemas básicos para los humanos.

Cada clan de los maring celebra su festival de cerdos una vez cada doce años aproximadamente y el sacrificio final, llamado kaiko, dura alrededor de un año. Pasados unos meses, se inicia un combate que produce muchas bajas humanas y la perdida o conquista de territorios. Cuando éste termina, los beligerantes plantan en los lugares sagrados árboles pequeños llamados rumbim. Este ciclo vuelve a producirse cuando hay una piara de cerdos lo suficientemente grande para celebrar el kaiko, dando así las gracias a los antepasados. Éste, a su vez, se integra en un ecosistema complejo autorregulado, que se ajusta al tamaño y distribución de la población animal y humana.

Ante la cuestión de cómo decide la gente el momento en que hay cerdos suficientes para dar gracias a los antepasados no existe una respuesta concreta. Son las mujeres las que añaden un esfuerzo extra a su trabajo diario ya que tiene que hacerse cargo de «domesticar» a los cerdos y proporcionarles comida al mismo tiempo que tienen que proteger sus huertos de estos. Es entonces cuando las mujeres empiezan a quejarse de su exceso de trabajo, a discutir con sus maridos, a regañar a los niños… y los maridos se preguntan si no habrá ya «suficientes cerdos»; finalmente, se celebra el kaiko.

El ansia de carne de cerdo es perfectamente racional teniendo en cuenta la escasez de carne en la dieta de los maring; sin embargo, un crecimiento ilimitado de la piara podría comportar una situación de competencia alimenticia entre el hombre y el cerdo. Cuando las mujeres maring empiezan a trabajar para alimentar a los cerdos en lugar de a las personas y la eficiencia agrícola cae, es hora de celebrar un kaiko. Imponer un número límite al número de cerdos sólo sería posible con un tipo de agricultura diferente, ya que éste depende de variables que cambian cada año: la población, la dimensión del territorio, el bosque secundario disponible y la situación e intenciones de los grupos enemigos. Para dar satisfacción a los antepasados se debe hacer un esfuerzo máximo, este aumenta la capacidad del grupo para sobrevivir y defender su territorio, mediante la ingestión de proteínas en los meses posteriores al combate. Los maring son conscientes de la relación entre el éxito en la cría de cerdos y el poderío militar y el sistema entero produce una distribución eficiente de plantas animales y hombres en la región.

Para terminar, Marvin Harris aclara que la porcofilia no es causa de la guerra ya que millones de personas que nunca han visto un cerdo, emprenden la guerra; y la porcofobia tampoco aumenta el carácter pacífico de las relaciones intergrupales en el Oriente Medio.

La guerra primitiva

La racionalidad de los humanos se pone en duda cuando hablamos sobre las guerras de las tribus primitivas. Mientras los países modernos se mueven por sus propios intereses, es decir, nunca llegaran a desencadenar una guerra si las perdidas van a ser mayores que las ganancias; los pueblos primitivos van a llevarla a cabo como solución a sus problemas. Es cierto que resulta contradictoria esta última idea puesto que la guerra tiene grandes consecuencias mortales; sin embargo, debemos saber que la guerra primitiva se funda en una base práctica aún cuando sus participantes la desconozcan y actúen movidos por motivaciones emocionales.

Los pueblos primitivos emprenden la guerra porque carecen de soluciones alternativas a ciertos problemas; los maring, por ejemplo, la justifican con la necesidad de vengar actos violentos. Así, cada combate proporciona un motivo suficiente para el próximo.

Si volvemos a retomar el kaiko de los maring y nos centramos en los preparativos para la batalla, sabremos que es imposible lanzar un ataque por sorpresa ya que los maring esperan que la grandeza de su kaiko desmoralice a sus enemigos. Llevan a cabo un ritual que siguen al pie de la letra y cuando se produce una derrota, los vencedores no ocupan directamente las tierras del enemigo y los vencidos ceden sus tierras fronterizas a sus aliados.

Uno de los temas que más preocupa a los estudiosos es el relacionado con la presión demográfica; ésta, según Harris, se produce cuando la población empieza a acercarse al punto de deficiencias calóricas o cuando empieza a crecer y consumir a un ritmo que degradará la capacidad del medio

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