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¿Equidad o esclavitud? ¿Solución o parche?.

Enviado por   •  16 de Marzo de 2018  •  2.664 Palabras (11 Páginas)  •  313 Visitas

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Esta libertad de optar por aquellas profesiones que denotan nuestras aptitudes y capacidades constituyen la esencia de la democracia del mercado, explicando por qué unos ganan más y otros ganan menos. Esta libertad de mercado, en el que se seleccionan y se remunera de acuerdo a los esfuerzos realizados, genera una competencia. Para los liberales la competencia es el “medio para coordinar los esfuerzos humanos, pero no es una argumentación a favor a dejar las cosas como están” (Hayek, 1944, p.66). Con esto se quiere decir que no se niega que esta competencia requiera de un sistema cuidadosamente pensado, fiscalizado y regularizado, para controlar cualquier competencia desleal. Pero tampoco se quiere contradecir ni negar que este sistema, con su debida regulación, ha de crear una competencia eficaz, para ser el motor de la actividad económica actual. Y es que Hayek considera la competencia no sólo como el método más eficiente conocido, sino como “el único método que permite a nuestras actividades ajustarse a las de cada uno de los demás sin intervención coercitiva o arbitraria de autoridad.”(Hayek, 1944, p.67). Pero como organización de libre competencia, ésta excluye ciertos tipos de interferencia coercitiva necesaria en la vida económica, admitiendo que existen veces en las que éstos pueden ayudar considerablemente a su operación e incluso que se requieren ciertas formas de intervención oficial (Hayek, 1944, p.67). Cabe destacar que dichos controles necesarios deben ser regularizados y estrictamente señalados a fin de que sean pertinente y necesariamente usados en favor de la activad económica. Esto con el fin de evitar cualquier control innecesario, dándoles la oportunidad a los individuos de compensar las actividades productivas de acuerdo a los riesgos y esfuerzos que éstos llevan consigo. Con esto se quiere que los diferentes participantes y entes de la economía, participen de ésta, teniendo absoluta libertad de vender y comprar al precio que estimen conveniente, de acuerdo a lo que son capaces de producir, dependiendo del valor que le otorguen y a lo que son competentes de adquirir. “Cualquier intento de intervenir los precios o cantidades de unas mercancías en particular priva la competencia de su facultad para realizar una efectiva coordinación de los esfuerzos individuales, porque las variaciones de los precios dejan de registrar todas las alteraciones importantes de las circunstancias y no suministran ya una guía eficaz para la acción del individuo” (Hayek , 1944, p.67). Es por esto, que cualquier ajuste o intervención innecesaria o mal intencionada dentro de la economía y en la competencia, perjudica el esfuerzo y premia la comodidad.

La economía liberal plantea que los mercados suelen ser buenos y autónomos mecanismos para organizar la actividad económica y sus funcionalidades. Pero, por otra parte, la Economía de Planificación plantea y defiende las razones por la cual el Estado interviene: para fomentar la eficiencia, buscar la equidad y aspirar el bienestar social. En resumen, los planificadores buscan modificar y aumentar el tamaño de la tarta y en la forma en que ésta se reparte. Y es que, como plantea Mankiw, “la mano invisible lleva normalmente al mercado a asignar los recursos eficientemente. No obstante, a veces no funciona por varias razones” (Mankiw, 2002, p.8). La presencia de externalidades, “influencia de las acciones de una persona en el bienestar de la otra” (Mankiw, 2002, p.8), son los posibles fallos que traen los mercados; errores en los cuales estos mismos sistemas no logran asignar eficientemente los recursos por sí solos, trayendo como consecuencia la presencia de monopolios, monopsonios, contaminantes, etc.

Como se dijo anteriormente, la argumentación liberal en torno a la competencia como motor de la economía, no niega que exista y se requiera una estructura de fiscalización y regulación cuidadosamente pensada y estudiada; ya que tanto la política como la economía, como plantea Hayek, es un acto de planeación, en donde sólo pueden existir diferencias entre su buena o mala, prudente o insensata planificación. Por ende, todo economista, independiente de su procedencia o preferencia política, “es la última persona que puede oponerse a la planificación” (Hayek, 1944, p.65); ya que la tarea del economista es estudiar cómo la sociedad gestiona los recursos. Debe concernirle cómo se reparten los recursos de acuerdo a las diferentes y múltiples necesidades; debiendo también pensar, analizar y planificar como va a administrarlos y distribuirlos. Planificar entonces no es un modismo exclusivo para el sistema económico planteado por socialistas o comunistas, sino que un concepto que abarca cualquier acto político y por ende económico. Entonces la gran diferencia no radica en quien planifica y quien no, sino en cómo se planifica.

Somos seres libres y distintos, que con el pasar de los años hemos buscado diferenciaros y distinguirnos. Somos consientes de que “hemos abandonado progresivamente aquella libertad en materia económica sin la cual jamás existió en el pasado libertad personal ni política” (Hayek, 1944, p.42); consensos de habernos ido alejando continuamente de aquella libertad que el hombre ha buscado y luchado desde hace muchos siglos atrás. Pues nuevamente somos recluidos de nuestras decisiones, no hemos aprendido de nuestros errores y por lo tanto, hemos marchado asiduamente en dirección al socialismo. “Y ahora, cuando vemos surgir ante nuestros ojos una nueva forma de esclavitud, hemos olvidado tan completamente la advertencia, que rara vez se nos ocurre relacionar dos cosas” (Hayek, 1944, p.42). Nos hemos vuelto hacedores de nuestro propio destino, plantea Hayek, creadores de un sistema que no nos hace disfrutar de nuestra libertad y prosperidad, sino que nos enfrenta a una esclavitud y miseria. Es que somos creados libres, donde nuestras diferencias nos obligan a competir y defendernos, rasgos que inhibidos hacen sometimiento al hombre bajo un sistema restringido y autoritario.

De Tocqueville ataca al socialismo democrático enfatizando que “la democracia atribuye todo valor al posible individuo; el socialismo hace de cada hombre un simple agente, un simple número. La democracia y el socialismo solo tienen en común una palabra: igualdad. Pero adviértase la diferencia: mientras la democracia aspira a la igualdad en la libertad, el socialismo aspira a la igualdad en la coerción y la servidumbre” (De Tocqueville, 1866, p. 546). Y es que el socialismo transforma, altera, restringe y esclaviza.; que se inicia como una “nueva forma de libertad” frente a la derrochadora libertad económica, pero esta aspiración era tan solo el disfraz de una nueva desventura. Existe una ingenuidad social en creer que le socialismo, y más drásticamente

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