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La eficiencia en el sentido de Pareto y el individualismo

Enviado por   •  31 de Octubre de 2017  •  4.863 Palabras (20 Páginas)  •  740 Visitas

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Desgraciadamente, el principio de Pareto no proporciona ningún criterio para ordenar los puntos (por ejemplo, el A y el B) de una curva de posibilidades de utilidad. Por lo tanto, no nos permite sabe si A es preferible a B o si B es preferible a A. No nos permite saber si deben reducirse las prestaciones actuales de la seguridad social o las futuras. De hecho, ni siquiera nos permite hacer afirmaciones sobre los desplazamientos de los puntos situados por debajo de la curva de posibilidades de utilidad, como el I, a los puntos situados en la curva, que no se encuentran por encima y a la derecha de I. Así, por ejemplo, aunque A es eficiente en el sentido de Pareto e I no lo es, el principio de Pareto no nos permite saber si A es preferible a I o si, por el contrario, I es preferible a A. Si un

punto no es eficiente en sentido de Pareto, lo único que sabemos es que existe necesariamente algún cambio que beneficiaría a todo el mundo.

Muchas ineficiencias plantean precisamente este problema. Consideremos el ejemplo del aumento de los peajes en una autopista durante las horas punta para contratar a más cobradores con el fin de aligerar el tráfico. El valor del tiempo ahorrado sería, supongamos, muy superior a lo que tendríamos que pagar al personal. Parece pues que la situación actual, con menos cobradores, se encuentra por debajo de la curva de posibilidades de utilidad. Sin embargo, si aumentáramos su número, costeando el aumento con una subida del peaje, esta medida perjudicaría a las personas para las cuales el tiempo no es tan valioso como el dinero.

Uno de los ejemplos históricos más famosos de mejora de la eficiencia que perjudicó a muchas personas tuvo lugar en Inglaterra. En la Edad Media cada pueblo tenía tierras comunales, a las que todos sus habitantes podían llevar a pastar su ganado. El hecho de que no se les cobrara por el uso de estas tierras hacía que se utilizaran excesivamente. Su cerramiento provocó un incremento de la productividad, pero perjudicó a los campesinos que perdieron el derecho a llevar su ganado a pastar en ellas. El nuevo equilibrio se encontraba en (o más cerca de) la curva de posibilidades de utilidad, pero el cambio no fue una mejora en el sentido de Pareto.

4.3.3. La eficiencia en el sentido de Pareto y el principio de compensación

Ya hemos visto que a menudo es posible idear un conjunto de cambios que conduzcan a una mejora en el sentido de Pareto. En Estados Unidos, los precios de los automóviles se elevan imponiendo contingentes sobre las importaciones de automóviles japoneses. Si el gobierno estuviera considerando la posibilidad de suprimir los contingentes, podría preguntar a los consumidores cuánto estaría dispuesto a sacrificar a cambio de una reducción del precio de los automóviles. Si la cantidad que estuvieran dispuestos a sacrificar fuera superior a la reducción de los beneficios de la industria, parece, en principio, que si combináramos la supresión de los contingentes con un impuesto adecuado sobre los consumidores, podríamos conseguir una mejora en el sentido de Pareto. Podríamos compensar a los productores de automóviles por la reducción del contingente.

En la práctica, raras veces se efectúan estas compensaciones. Cuando se construye una nueva autopista, normalmente disminuye el negocio de las empresas que se encuentran junto a la antigua carretera, pero sus propietarios nunca son compensados (a veces se intenta dar una compensación parcial; por ejemplo, a las personas que viven ceca de un aeropuerto que está a punto de construirse y cuyas propiedades pierden valor por esa causa).

No obstante, hay quienes creen que el criterio correcto para evaluar una política es preguntarse si el valor monetario de las ganancias de los que se benefician de ella es superior al valor monetario de la pérdida de los que resultan perjudicados. En estos casos, los ganadores podrían compensar, en teoría, a los perdedores. Este principio se conoce con el nombre de principio de compensación. Parte del supuesto implícito de que la ganancia de una persona por valor de una peseta debe sopesarse igual que la pérdida de ora por el mismo valor.

Los críticos del principio de compensación señalan que si una política tiene consecuencias distributivas, éstas han de tenerse en cuenta explícitamente. Debe intentarse cuantificar la magnitud de las ganancias y de las pérdidas de cada grupo; sin embargo, no existe ninguna justificación para asignar el mismo peso a las ganancias de los ganadores y a las pérdidas de los perdedores. Es

posible que ala sociedad le preocupe más que una persona pobre pierda 10.000 pesetas de renta que el hecho de que una rica pierda una cantidad mucho mayor.

El principio de compensación nos dice que no debería pedirse a Robinson Crusoe y a Viernes que intercambiaran naranjas a menos que con ello se consiguiera que aumentara el número de naranjas. En el ejemplo anterior, no es deseable alejarse de la asignación inicial, en la que Robinson tiene 100 naranjas y Viernes 20, ya que en el proceso de redistribuir las naranjas se pierden algunas. En cambio, sería deseable todo proyecto que aumentara el número total de naranjas, cualesquiera que fuesen sus consecuencias distributivas. Así, por ejemplo, un cambio que aumentar el número de naranjas de Robinson a 120 y redujera el de Viernes a 10 sería deseable según el principio de compensación. Dado que ahora haría más naranjas, Robinson podría compensar, en principio, a Viernes por el cambio.

Las compensaciones que permitirían que un cambio de política fuera una mejora en el sentido de Pareto no se efectúan porque suele ser difícil identificar, o bien quiénes son los ganadores y quiénes los perdedores, o bien cuáles son las magnitudes de sus ganancias y sus pérdidas los perdedores, o bien cuáles son las magnitudes de sus ganancias y sus pérdidas. Supongamos, por ejemplo, que estamos considerando la posibilidad de hacer un nuevo parque en cierto barrio. Su construcción beneficiaría a los vecinos. Supongamos, además, que el lector es el concejal encargado de los parques que, gracias a sus poderes sobrenaturales, conoce los gustos de cada persona. Al calcular en cuánto beneficiaría el parque a cada una, observa que su valor monetario total (lo que estarían dispuestas a pagar) es mayor que su coste. Ahora bien, algunas personas valoran, por supuesto, el parque mucho más que otras. Si usted cobrara a cada una de ellas una tasa acode con lo que se beneficiaría del parque, ésta sería una mejora en el sentido de Pareto. Supongamos, a modo de comparación, que usted no puede distinguir a los que se benefician mucho del parque de los que sólo se benefician

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