Política industrial en los piases avanzados
Enviado por John0099 • 31 de Octubre de 2018 • 3.027 Palabras (13 Páginas) • 363 Visitas
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de política disponibles. Al mismo tiempo, y siguiendo los preceptos del pensamiento inscrito en el Consenso de Washington, muchos países han realizado, antes del ajuste macroeconómico o junto con él, numerosas reformas estructurales, entre las que destacan una acelerada apertura comercial. Ésta, en el marco de la creciente globalización e interdependencia de los flujos comerciales, hace que el tema de la competitividad internacional de las industrias nacionales cobre un papel de primer orden. A partir de ahí se evidencia que el interés por impulsar la capacidad productiva se traslada a incrementar la eficiencia de las actividades ya establecidas. En particular, las políticas de reestructuración industrial, cobran identidad propia. Pero al mismo tiempo, la dinámica ya señalada del comercio internacional hace que las cuestiones relacionadas con la capacidad de incorporación y generación de tecnología se constituyan en aspectos centrales de la política industrial. Simultáneamente con la apertura unilateral, algunos países de la región latinoamericana han avanzado aceleradamente en la construcción de espacios económicos regionales. Es evidente que este progreso plantea nuevos horizontes para la política industrial. No sólo le incorpora nuevas problemáticas (por ejemplo, la que se relaciona con la armonización de políticas), sino que también plantea nuevos condicionamientos sobre los grados de libertad de la política industrial.
Deslinde de políticas Tanto en los ámbitos académicos como en los no académicos, hay un creciente acuerdo en que la estabilidad macroeconómica constituye una precondición para el desarrollo económico, más allá de que subsistan enormes diferencias de criterio sobre cómo alcanzar dicha estabilidad. Los temas de carácter macroeconómico y los de política industrial han tendido a mantenerse separados en el análisis económico. En efecto, los análisis de política industrial en general tienden a centrarse en los aspectos microeconómicos ligados a la asignación de recursos y a la resolución de problemas vinculados a fallas de mercado, sin considerar sus efectos en la balanza comercial, las cuentas públicas, el empleo, etc. Se supone que dichos efectos se amortiguan con el ajuste de las variables macroeconómicas pertinentes: el tipo de cambio real, la recaudación fiscal, las tasas de interés, los salarios, etc. Por ejemplo, el problema del empleo es considerado por Krugman (1986) puramente macroeconómico y por tanto independiente de la situación industrial y/o del desempeño de la competitividad internacional de un país. Sin embargo, para los países en proceso de estabilización y reforma estructural no hay una consistencia entre las variables macroeconómicas, pero sí fuertes dificultades para ajustarse a sus niveles de equilibrio. Las rigideces en los tipos de cambio reales generan generan desequilibrios en la balaza comercial; la inelasticidad del gasto público a la baja y la incapacidad recaudatoria dan lugar a problemas de déficit fiscal; la baja elasticidad del ahorro respecto de la tasa de interés produce brechas entre el ahorro y la inversión; las rigideces en materia de política monetaria impiden actuar sobre los niveles de desempleo, etcétera. Frente a esta realidad, la política industrial aparece condicionada y es al mismo tiempo un factor condicionante del cierre macroeconómico de dichas economías. Ante la insuficiencia de mecanismos de autorregulación que aseguren el ajuste macroeconómico, ya no puede desdeñarse el efecto potencial de ciertas políticas microeconómicas particularmente de la política industrial en dicho ajuste. Es más, como lo señala Singh (1995) , los instrumentos de política microeconómica pueden cumplir objetivos propios de la política macroeconómica. En efecto, en primer lugar la política industrial puede alcanzar una dimensión macroeconómica al actuar en los precios relativos mediante cambios en la productividad. En la literatura teórica, y la experiencia de los países asiáticos lo corrobora, se destaca la importancia de un tipo de cambio real estable (con la misma justificación teórica de la estabilidad macroeconómica en general) y alto (subvaluado). En particular, en un proceso de apertura comercial el tipo de cambio real que equilibra la balanza comercial puede llegar a ser más alto debido a la necesidad de incentivar una reasignación de recursos hacia el sector de bienes transables.6 Sin embargo, los países de la región que a lo largo de este decenio emprendieron de manera simultánea programas de estabilización y apertura comercial han debido enfrentar un problema común: las presiones para que revalúen sus monedas. Ante esta situación, la actividad se ve limitada por el comportamiento del comercio exterior y se convierte en la principal variable de ajuste ante posibles choques externos (como, por ejemplo, una reversión en los flujos de capitales).En los casos en que la devaluación y la deflación son económicas o políticamente inviables,7 la política industrial puede utilizarse para modificar los precios relativos y mejorar la competitividad de la economía mediante incrementos generalizados de la productividad. Singh (1995) hace una referencia explícita a la relación entre la política comercial y la estabilidad macroeconómica. Señala que uno de los objetivos de la política industrial en países como Japón y Corea fue alcanzar una situación equilibrada de la cuenta corriente a la vez que se lograban altas tasas de crecimiento. Esto ayudó a evitar los ciclos de paro y arranque (tan conocidos por otras economías) y a consolidar la estabilidad macroeconómica. Sin embargo, los detractores de la política industrial sostienen que no hay mejor incentivo al incremento de la productividad que el libre comercio: la disciplina impuesta por el mercado internacional obliga a los empresarios a incrementar la eficiencia, a la vez que les da acceso a las tecnologías provenientes de todo el mundo. Este argumento, que aparece como muy convincente y encuentra fuerte respaldo entre economistas, presenta, sin embargo, numerosas limitaciones porque no todas las decisiones de reconversión de los agentes privados son socialmente eficientes. En efecto, en muchos casos las respuestas de las empresas a los procesos de apertura y revaluación cambiaria pasan por estrategias defensivas basadas fundamentalmente en la racionalización del personal, sin modificar los niveles de inversión y sin intentar la conquista de nuevos mercados. Si bien esto tiende a aumentar la productividad de cada empresa también provoca una reducción de los recursos empleados.8 Otra respuesta típica a la apertura, como es la desincorporación de valor agregado, implica el envejecimiento del capital humano acumulado por los países durante décadas. Con respecto a la posibilidad de que la apertura permita el acceso de las
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