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Venezuela registra inflación anualizada de 23,8%

Enviado por   •  4 de Enero de 2018  •  4.703 Palabras (19 Páginas)  •  330 Visitas

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Mito

Realidad

La crisis actual es producto del fracaso del modelo socialista implementado en Venezuela

En Venezuela no se ha llevado a cabo el programa mínimo para la transición al socialismo, que incluye los siguientes elementos: socialización de los medios de producción e intercambio; subversión de las relaciones sociales de producción, distribución y consumo; destrucción del Estado burgués; nacionalización de la banca, el crédito y el comercio exterior; planificación y centralización democrática de la economía sobre la base de las necesidades de la población, por mencionar solo algunas medidas fundamentales.

Ciertamente durante el gobierno de Hugo Chávez se materializó una experiencia extraordinaria de inclusión, dignificación y justicia social, y se ejecutaron algunas políticas que en apariencia son afines al programa socialista, tales como la nacionalización de algunas industrias, sin embargo, la esencia de esas políticas nunca trascendió la lógica del capital, las relaciones sociales no fueron transformadas, y quedó intacta la división jerárquica del trabajo inherente al modelo capitalista. Además, la función directiva del proceso revolucionario desde el punto de vista político-militar está en manos de la pequeña burguesía, y desde el punto de vista económico sigue en manos de la oligarquía tradicional que ha regentado el país durante su existencia republicana.

Lo más socialista que se ha realizado en la experiencia venezolana, ha sido plantear una lógica de distribución de la renta que como se señaló, permitió la inclusión y dignificación de gran parte de la población venezolana, pero estructuralmente la sociedad venezolana no ha dejado de ser capitalista.

El modelo que ha fracasado rotundamente en Venezuela es el del extractivismo y el rentismo petrolero como forma de acumulación (Terán, 2014), ese mismo que ha regentado a la formación económico-social venezolana desde la segunda década del siglo XX hasta la actualidad, ese mismo que no fue superado en la práctica (sino más bien profundizado[4][4]) por los gobierno de Hugo Chávez, ese mismo que pretende continuar la derecha venezolana pero en una versión neoliberal y supeditada a los designios del complejo militar-industrial norteamericano.

El gobierno destruyó el aparato productivo venezolano

La industria nacional se caracteriza por su incapacidad para desarrollar sus propias fuerzas, en razón de que el ingreso petrolero es la base material del mismo, y su dinamismo está condicionado por la dependencia tecnológica y económica de la nación. Por ejemplo, el aporte al PIB de la Industria Manufacturera pasó de 18 a 4,5 por ciento desde 1983 a 1998" (Wexell, 2010).

Los complejos industriales de importancia en el país, son apenas sucursales (subordinadas) de firmas del capital monopólico trasnacional, por tanto, la industria venezolana depende de las importaciones de patentes e insumos con valor agregado, de tecnología y de capital constante, de acuerdo con Araujo (2010: p. 42), "la industria manufacturera es una planta que vive superficialmente, sobre el tronco petrolero y comercial de la economía venezolana".

El aparato productivo venezolano presenta una tendencia sostenida a decrecer. Esa es una de las críticas fundamentales hacia el modelo económico de la revolución bolivariana, el cual reproduce el extractivismo y el rentismo petrolero.

En cuanto al sector agropecuario, el modelo de la denominada cuarta república también presenta una carga histórica de atraso y dependencia, acentuada por el dominio de fenómenos como el latifundio.

La ausencia de una política agropecuaria por parte del Estado venezolano, signada por el rentismo y la reproducción de una concepción en la que persiste y se profundiza la contradicción campo-ciudad inherente al capitalismo, siguen dominando la lógica de la productividad en el campo.

La crisis es producto de políticas económicas erradas, tales como el control de cambio como mecanismo para regular el flujo de divisas, el control de precios, y la expropiación-nacionalización de industrias.

La crisis venezolana no es un fenómeno aislado de la totalidad social, por tanto, está condicionada por la crisis estructural del capitalismo, en virtud de la relación orgánica de su economía y sus relaciones sociales con la economía mundial.

Por tal motivo, a pesar de que durante el siglo XX, en apariencia Venezuela ha presentado transiciones de estabilidad y crecimiento, en esencia, esa estabilidad es efímera (se ha sostenido en burbujas económicas) y ese crecimiento es parasitario (dependiente del ingreso petrolero). Se trata entonces de un espejismo de bonanza, que fluctúa cada vez que el mercado mundial capitalista impone una caída de los precios internacionales de los hidrocarburos. Además, las determinaciones sociales de la crisis actual también son estructurales, por tal motivo, los controles tienen una incidencia reducida en sus manifestaciones.

El problema no son los controles (los países capitalistas de la metrópoli, tan admirados por la derecha política y la burguesía, son expertos en controles a sus mercados, e incluso a los de otros países), sino su mala implementación, porque los mismos pretenden controlar un problema atacando sus síntomas y nos sus causas sistémicas, y porque desconoce el signo multifactorial de dichos problemas.

En cuanto a la expropiación-nacionalización de industrias y unidades productivas y su inconveniencia, hay experiencias de industrialización y crecimiento económico extraordinarias de naciones mediante este tipo de medidas. Sin embargo, es un hecho cierto que el gobierno venezolano ha sido incapaz de activar las empresas que tiene a su cargo, y más bien ha paralizado su potencial.

Aunque es necesario destacar que, el problema no se reduce a determinar si el Estado o la burguesía dirigen con mayor eficiencia (con mayor margen de rentabilidad –de ganancia- sobre la base de la explotación humana y de recursos naturales) esas unidades productivas, sino para qué y cómo se manejan, el problema de fondo es que tanto el Estado burgués como la burguesía reproducen la lógica de explotación del capitalismo, y ponen al capital por encima del ser humano en sus relaciones sociales de producción.

La mano invisible del mercado se encargaría de equilibrar la realidad económica, por tanto, son urgentes medidas como el desmontaje del control de cambio, la apertura del mercado nacional a la inversión extranjera en

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