Mito de Prometeo y Epimeteo
Enviado por Stella • 27 de Marzo de 2018 • 4.765 Palabras (20 Páginas) • 364 Visitas
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Si les dijera que el mayor bien del hombre es hablar de la virtud todos los días de su vida y conversar sobre todas las demás cosas que han sido tema de mis discursos, ya sea examinándome a mí mismo o examinando a los demás -porque una vida sin examen no es vida- aun me creerían menos.
Si fuese rico me condenaría a una multa tal que pudiera pagarla, porque esto no me causaría ningún perjuicio; pero no puedo porque nada tengo, a menos que quieran que la multa sea proporcionada a mi indigencia y, en este caso, podría extenderme hasta una mina de plata y esto es a lo que yo me condeno.[pic 6][pic 7]
Habiéndose Sócrates condenado a sí mismo a la multa por obedecer a la ley, los jueces deliberaron y lo condenaron a muerte. Entonces Sócrates tomó la palabra y dijo:
Si hubiera hubieran tenido un tanto de paciencia, mi muerte vendría por sí misma y hubieran conseguido su objetivo, pues, ya ven que, a mi edad, estoy bien cerca de la muerte. No digo esto por los jueces, sino por los que me han condenado a muerte y a ellos a quienes me dirijo. ¿Creen que yo hubiera sido condenado si no me hubiera valido de medios para defenderme? No son las palabras las que me han faltado, es la vergüenza de no haberles dicho cosas que hubieran gustado mucho de oír. Hubiera sido para ustedes una gran satisfacción haberme visto lamentar todos los días en los acusados, suspirar, llorar, suplicar y caer en todas las demás bajezas que se ven todos los días en los acusados. Pero no he creído rebajarme a un hecho tan cobarde y vergonzoso. Prefiero morir después de haberme defendido como me he defendido que vivir por haberme arrastrado ante ustedes. Ni en los tribunales de justicia ni en medio de la guerra debe hombre honrado salvar su vida por tales medios.
Atenienses, lo difícil no es evitar la muerte; lo difícil es evitar la deshonra que corre más rápido que la muerte. Esta es la razón por que, viejo y pesado como estoy, no me he dejado llevar por la más pesada de las dos, la muerte…Yo voy a sufrir la muerte a la que me han condenado, ellos sufrirán la iniquidad y la infamia a la que la verdad los condena. Me atengo a mi castigo; ellos se atendrán al suyo.
…Esta es la razón jueces, para que nunca pierdan las esperanzas aun después de la tumba: que no hay ningún mal para el hombre de bien ni durante su vida ni después de su muerte; los dioses tienen cuidado de cuanto tiene relación con él; porque lo que en este momento me sucede a mí no es una obra del azar. No tengo resentimiento contra mis acusadores ni contra los que me han condenado, aun cuando no haya sido su intención hacerme un bien, sino, por el contrario, un mal…
Sólo tengo una gracia que pedirles. Cuando mis hijos sean mayores, les suplico los hostiguen y los atormenten como yo los he atormentado a ustedes, no dejen de ponerlos en evidencia si no se aplican a lo que deben aplicarse y creen ser lo que no son; porque así es como yo he actuado con ustedes. Pero ya es tiempo de que nos retiremos de aquí: yo para morir, ustedes para vivir. Entre ustedes y yo, ¿quién se lleva la mejor parte? Esto es lo que nadie sabe, excepto Dios.
(Fin de la Apología)
Critón o del deber:
Sócrates: ¿Cómo vienes tan temprano? Es aun de madrugada.
Critón: Cierto. En este largo rato he admirado verte dormir con un sueño tranquilo, desde que te conozco he estado maravillado de tu carácter, pero jamás tanto como en la presente desgracia, que soportas con tanta paz y tranquilidad.
Sócrates: Seria poco lógico que un hombre a mi edad temiera a la muerte. Pero en fin, ¿Por qué has venido?
Critón: He venido para comunicarte una nueva, que por poco que te influya, yo la temo; pues llenara de dolor
A tus parientes, a tus amigos; es la noticia más triste y penosa para mí.
Sócrates: ¿Cuál es? ¿Ha llegado de Delfos el buque cuyo retorno marcará el momento de mi muerte?
Critón: No, pero arribara sin duda hoy o a más tardar mañana. Sócrates, tendrás que dejar de existir.
Sócrates: Enhorabuena. Sin embargo, no creo que llegue hoy el buque.
Critón: ¿De dónde sacas eso?
Sócrates: No debo de morir hasta el día siguiente de la vuelta del buque. El no llegará hoy, sino mañana, lo deduzco de mi sueño que he tenido.
Critón: ¿Cuál es el sueño?
Sócrates: Ver una mujer vestida de blanco que me decía: “dentro de tres días estarás en la fértil Ftía”
Critón: ¡Extraño sueño Sócrates! Pero si mueres, además de verme privado de un amigo cuya perdida nadie podrá consolarme, temo que las personas que no nos conocen bien, pensaran que pudieran haberte salvado a costa de mi fortuna, te ha abandonado.
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Critón: Tranquilízate, en primer lugar la suma de que se pide por sacarte no es de gran consideración. Tú conoces la situación de quienes podrían acusarnos y el poco sacrificio que habría que hacerse para cerrarles la boca, aquí hay un buen número de extranjeros dispuestos a proporcionar lo necesario. Si hubieras salido desterrado, no hubieras sabido donde fijar tu residencia, esta idea no debe detenerte. A donde vayas serás siempre recibido.
Cometes una injusticia entregándote tú mismo cuando podrías salvarte. Faltas también a tus hijos ya que los abandonas cuando hay un medio de que puedes alimentarlos y educarlos. Consúltate tú mismo, es preciso tomar una decisión y aprovechar la noche próxima.
Sócrates: Critón, tu preocupación es digna de alabanza si concuerda con la justicia; pero, si se aleja de ella, tanto más se hace reprensible. Es preciso examinar si debemos hacer lo que dices o no, ya sabes, la costumbre que tengo de solo ceder por razones que me parezcan justas después de haberlas analizado detenidamente, no puede abandonar los principios que he profesado. Si no me das argumentos sólidos no cederé.
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Sócrates:
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