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El diálogo como actitud hermenéutica hacia la existencia.

Enviado por   •  15 de Febrero de 2018  •  1.180 Palabras (5 Páginas)  •  359 Visitas

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u otra manera, comprenderlos.

Lo anterior se da por el ejercicio de ponerse en el lugar del otro. No necesariamente para hacer propias sus ideas, sino para tratar de ver el mundo desde su perspectiva y acercarme a una mayor comprensión de su circunstancia.

Esto implica la eliminación de barreras y prejuicios hacia la otra persona, porque de lo contrario, el diálogo se torna infértil. De este modo cobra sentido el hecho que a mayor identidad (con el otro), mayor intelección; a mayor diferencia, menor intelección (Valencia García O.P., 2012). Es posible entender la circunstancia del otro cuando no hay niveles mínimos de empatía.

Esta fusión de horizontes me hace pensar en la dialogicidad trinitaria de Chiara Lubich, quien sostiene que las relaciones humanas han de ser a imagen de la trinidad, en la que el Padre se da completamente por amor al Hijo, y éste a su vez hace lo mismo con su Padre. En este modo de relacionarse el amor es tan fuerte, que se genera una nueva realidad entre ellos dos, que no es una mezcla de ambos sino una realidad diferenciada que los une en un íntimo vínculo: el Espíritu.

Ahora bien, la intelección personal con un ser humano viviente implica diálogo y en este sentido las cosas son más sencillas. Ahora bien, ¿qué pasa con la intelección histórica, con un testimonio inerte con el que no se puede dialogar? Esta pregunta me abre un nuevo interrogante, tal vez un poco más profundo ¿Todo objeto (texto o contexto de estudio) debería a un sujeto con el cual podamos dialogar?

Porque, en verdad, yo no puedo dialogar con un objeto. Máximo, el objeto podrá darme información de sí mismo, pero no podremos dialogar. Sin embargo, el objeto puede decirme tantas cosas del sujeto que lo ‘creó’ y es con él con el que yo puedo entablar un diálogo más allá de los límites del tiempo y del espacio. Es cierto, no podrá ser un diálogo fluido ni libre, sino que condicionado por el texto mismo, pero podré efectuar preguntas que me generarán respuestas que tal vez, el mismo autor ni siquiera había contemplado, pero que implícitamente volcó en su texto (Zuleta, 1982) y que yo, años después y a kilómetros de distancia, puedo conocer a través de un proceso hermenéutico.

La dialogicidad del círculo hermenéutico y de la fusión de horizontes con sus bellos impedimentos de comprensión absoluta del otro, me remiten de forma inmediata al principio de unidad en la diversidad. Y es que la diversidad es una riqueza preciosa e invaluable de la que nos tendríamos que alegrar a cada instante. No imagino una realidad forzosamente homogeneizada en la que todos pensaran lo mismo y vivieran las mismas experiencias, puesto que esto comportaría un conocimiento completo y acabado de las circunstancias de todos los demás sujetos intérpretes. De este modo es delicioso decir no a la homogeneidad del absolutismo. La diversidad de pensamiento y de circunstancias nos constituye mucho más humanos.

Por último, me ha quedado abierta una reflexión a la que había huido por tanto tiempo y que gracias a este trabajo se me manifestó patente: ¿Es posible que me haya construido una idea de Dios a partir de mis experiencias y prejuicios y que tenga miedo de que se me descubra como alguien distinto a quien he pensado por años?

Referencias

Valencia García O.P., J. (2012). Hermenéutica. Bogotá, D.C.: Universidad Santo Tomás.

Zuleta, E. (1982). Sobre la lectura. Obtenido de Ministerio de Educación Nacional: http://www.mineducacion.gov.co/cvn/1665/articles-99018_archivo_pdf.pdf

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