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La filosofía como modo del saber.

Enviado por   •  8 de Enero de 2018  •  2.322 Palabras (10 Páginas)  •  403 Visitas

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Arte:

Es el saber productor, cuyo pleno cumplimiento tiene lugar en la obra misma, su resultado es independiente de quien lo posee. Es siempre la obra y su propósito el satisfacer las necesidades humanas de la mejor manera, bien se trate de necesidades materiales, corporales, o de necesidades espirituales, o como las llama también Aristóteles, necesidades relativas a lo que adorna la vida, se asemeja a la experiencia aunque ya no está dirigida a lo singular, sino a lo universal por causas y principios, un saber puramente racional, fundado en conceptos. Mientas los casos particulares a los que apunta la experiencia cambian, ahora se trata de algo que es siempre lo mismo, que siempre se repite, se mantiene y permanece como relación estable.

Ciencia:

Es un saber universal acerca de las causas y los principios de las cosas.

Filosofía

Es el proceso que a partir de lo oculto y sin salida conduce a través de lo oculto hasta lo des oculto, dialéctica, desde la ignorancia hasta la verdad, de la falta de conocimiento a la sabiduría.

Se presenta con el siguiente esquema:

Punto de partida: ignorancia, no saber, ocultamiento, estado de sin salida

Desarrollo: pensar, ir a través de lo oculto, dialéctica, ir a través de la dificultad.

Término: Saber, conocer, conocimiento, verdad, euforia, sabiduría

La filosofía como modo de saber:

“Ciencia de los primeros principios y causas”.

Principio:

Comienzo, el punto en el ue algo tiene inicio, principio del aprendizaje, el de donde algo empieza a surgir, la fuente. Lo más general y universal, “lo primeo desde lo cual algo es o se hace o se conoce”.

Causa:

Aristóteles introduce el concepto de causa sin detenerse a desarrollarlo, dejando sin aclarar cuál es su naturaleza y el porqué de su número y limitándose a decir que las causas son 4 y cuáles son. Esto no obstante, al referirse a las causas el filósofo nos advierte acerca de su papel en relación al conocimiento y las señala, al menos cuando se trata de la causa primera, Prote Aitia como aquello de cuyo conocimiento depende el saber. Saber acerca de algo es conoce su causa, y mediante el conocimiento de la causa conocemos el qué de la cosa.

Los filósofos se han considerado a sí mismos como los profesionales del saber. Aristóteles filosofaba cuando ya estaban constituidas las matemáticas en algunas de sus bases fundamentales y de sus experimentos biológicos, dice Darwin que muestran su estructura de gigante frente a la de los naturalistas posteriores, que aún en el aspecto biológico parecen enanos contra él. Científicos como Descartes, Leibniz y Newton vieron todavía la necesidad de la filosofía, a la que los dos primeros dedicaron sus mejores esfuerzos.

Sin embargo, junto a una profunda coincidencia, se dan divergencias notables entre lo que es conocimiento filosófico y lo que es conocimiento científico.

Ambos coinciden en proponer dos planos del saber y consecuentemente dos planos de realidad, o dos planos de realidad y consecuentemente dos planos del saber.

Marx lo formuló muy precisamente; si las cosas nos mostrasen de inmediato y sin esfuerzo lo que ellas son realmente, estarían por sobretodo estudio y todo saber científico. No se estudia y se hace ciencia porque si, sino porque la realidad de las cosas se oculta y se esconde tras sus apariencias.

Más difícil es mostrar la divergencia entre lo que es conocimiento científico y lo que es conocimiento filosófico. En general, podríamos decir que el científico busca saber con certeza cómo funcionan las cosas; mientras que el filósofo quiere saber cómo es en realidad una cosa. Ante este planteamiento, el filósofo pone dos objeciones fundamentales: reducir el saber al conocimiento cierto – lo cual es obra de un filósofo: Descartes.

Dejarse llevar por la riqueza de la realidad puede dejar al hombre en la ambigüedad de la incertidumbre; pero atenerse sólo a lo que puede alcanzar certeza comprobable es dejar lo más rico de la realidad a la fantasía de los imaginativos y a la aventura de los emocionales.

El filósofo corre el peligro de especular y dar como real, lo que es mero resultado de su especulación; pero el científico corre el peligro de negar el estatuto de real a algo que lo es y que, además, puede estar operando aunque de una forma no directamente verificable.

Los científicos procuran sobrepasar su campo, no se contentan con conocer los contenidos de su saber, sino que procuran alcanzar algún saber sobre su propio saber formal. De ahí la abundancia de teorías de la ciencia y epistemologías del saber científico, todo nos indica que en el mismo saber científico hay un dinamismo que lleva a su superación y que ninguno de los saberes científicos pueden plantearse, en toda su generalidad.

El filósofo sigue un camino propio, se pregunta el porqué de las cosas, pero entiende este porqué de un modo peculiar; está convencido que no se sabe perfectamente una cosa hasta que se conoce su último y total porqué.

Esto lleva al filósofo a su segundo gran campo de trabajo: que es la realidad y como se presenta la realidad en tanto que realidad; conocimiento y realidad son dos factores que se miran el uno al otro de modo que no se puede decir lo que es realidad sin hacer realidad sin hacer referencia a lo que es conocer.

La filosofía es siempre una especie de saber segundo, una empresa que el hombre arremete cuando ha alcanzado su madurez intelectual. Ha habido espléndidos científicos y maravillosos descubrimientos antes de los treinta años de edad; logros filosóficos definitivos han exigido muchos más años de reflexión y de madurez.

Las clásicas preguntas kantianas: qué puedo saber, qué debo hacer y qué me es dado esperar se resumían en una sola: Qué es el hombre.

El tercer gran cambio del saber filosófico es la pregunta por el sentido de la realidad. No sólo el porqué de las cosas, sino también el para qué de las cosas. Si es cierto el por qué sólo desde la realidad, puede plantearse el sentido de las cosas y, más en concreto, el sentido del hombre, de la vida humana y de la historia, también es cierto que no puede comprenderse

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