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Una sombra, en una ciudad de sombras

Enviado por   •  20 de Diciembre de 2018  •  4.363 Palabras (18 Páginas)  •  345 Visitas

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Serris le reconoce al instante. Traga saliva, y un sudor frio le recorre la espalda, junto con una sensación que mesclaba miedo e incredulidad.

No puede ser posible…

Ninguno decía nada, no había necesidad. No hay cabida para palabras en un duelo entre asesinos.

El lobo negro sostiene lo que parece ser una espada sin terminar. Recta y ancha, de un solo filo. Sin empuñadura y sin guardia.

Ambos se miran por un rato. El alboroto de abajo parece haberse calmado un poco. La enorme luna llena atraviesa él mugriento cielo, y su brillo baña por última vez a uno de los dos asesinos sobre el tejado del gobernador.

La luna se esconde y el lobo negro salta al ataque. Toma a Serris por sorpresa. Este para una estocada con la daga y responde con un tajo de la cimitarra. El lobo negro se aleja con un paso y ataca otra vez con fuerza, una, y otra, y otra vez. Serris esquiva con esfuerzo, y un cuarto embate lo obliga a saltar hacia atrás. Serris da un corte desde arriba, que es detenido, pero inmediatamente emplea una puñalada con la daga, el lobo negro se aparta y Serris hace dos cortes que tan solo hieren el aire. El lobo negro responde con un golpe tan fuerte que Serris no se molesta en bloquearlo, y retrocede otra vez. Había cierta rabia en cada ataque de aquel hombre, una furia que apenas contenía y que liberaba espontáneamente en cada golpe. Serris ataca otra vez en una serie de cortes fluidos y magistrales. El lobo negro esquiva cada corte con una soltura insultante, y responde con un solo mandoble. Serris lo bloquea desesperadamente con su daga, pero el golpe es tan fuerte que la hoja de esta se quiebra, y cae de la mano tambaleante de Serris para perderse en la noche. El lobo negro hace otro mandoble, Serris retrocede casi tropezando y detiene un tercer golpe con su cimitarra. El acero choca y chispas se dispersan en la oscuridad. Ambos se miran un momento, y Serris nota con terror que los ojos de su contrincante ahora brillan rabiosamente con un color amarillo bestial. El lobo negro le da un puñetazo en la cara, y Serris retrocede una vez más. Este se tambalea al resbalar con el borde del tejado, el sudor mana a choros por su frente mientras jadea, su nariz sangra a mares. El lobo negro alza la espada con ambas manos y la deja caer con rabia. Serris apenas esquiva el corte, se escabulle por la derecha y mientras pasa por su lado tiene la oportunidad de herirle el costado con un corte. El lobo negro le da una patada a Serris antes de que este pueda hacer nada. La patada le da de lleno bajo las costillas, y Serris cae rodando por el empinado tejado. Se sostiene del borde del techo con su mano desarmada.

El lobo negro derrapa por las tejas en su busca. Serris se suelta y cae en una terraza, tomando a los despistados guardias por sorpresa. Estos no tienen tiempo ni de gritar cuando Serris le corta el cuello a primero de un grácil movimiento de su espada justo donde la armadura no lo cubría. El segundo intenta usar su alabarda como una porra, Serris atrapa el bastón con la mano y le corta el cuello sin pestañear.

El lobo negro cae en el balcón. Empuña su espada en una mano y una pistola robusta de largo cañón en la otra.

Se incorpora y le apunta a Serris por un instante, dándole tiempo a este a usar el guardia como escudo.

Una fuerte detonación irrumpe la noche.

Serris deja caer al guardia y se tambalea mientras sostiene su hombro con su mano desarmada, la mano que sostenía su espada perdió toda la fuerza, y dejo caer a esta con un fuerte sonido.

La bala no solo había atravesado acero, carne, hueso, y luego acero otra vez. Sino que también había atravesado su hombro y había impactado contra el suelo, también atravesándolo.

No puede ser posible….

Serris gira sobre sus talones y se da a la fuga. El lobo negro le da otra fuerte patada, esta vez en la espalda. Este cae de cara al mármol.

Se queda allí un momento, indefenso, y esperando a la llegada de la blanca parca.

Pero pasa un momento demasiado largo. Serris no voltea hacia el lobo negro. La cara hacia el suelo marmolado.

El lobo negro habla. Con una vos fría carente de emoción y con un extraño acento.

- Tengo preguntas sobre tu hermandad, muchacho….

En efecto, Serris era tan solo un muchacho, un niño dirían algunos.

El muchacho siente la fría y próxima puñalada de la muerte recorriendo su espalda. Una ansiedad incontrolable hace que no dejara de tragar saliva. El lobo negro lo quería con vida, eso era seguro. Pero él sabe lo que debe hacer…

Serris se voltea bruscamente, y con su brazo bueno lanza tres cuchillos arrojadizos. El lobo negro los rechaza con un movimiento desdeñoso de su espada. Pero le da el instante necesario al muchacho para correr. El lobo negro lo persigue. Los dos escuchan algo y se detienen en seco. Serris que ya está en la habitación da un salto hacia un lado, pero el lobo negro sigue en la terraza cuando un grupo de guardias armados con fusiles aparece por el pasillo y dispara al instante de verle.

Nadie puede esquivar una bala. Un hombre normal con una suerte del demonio podría esquivar una flecha, un ojos de estrella quizás, con mucha habilidad y practica podría incluso atraparla, pero nadie podía esquivar una bala. Aun así, las hazañas del lobo negro eran bien conocidas…

Este esquiva las balas sin apenas moverse de su sitio. Los guardias se quedaron de pie, boquiabiertos, sin hacer nada. Contemplando aquellas esferas de fuego amarillas que ardían con furia detrás de la negra mascara.

Estos salieron despavoridos. El muchacho corrió también. Con el brazo colgando y el terror a sus espaldas.

Serris recorre los pasillos, sosteniendo su hombro destrozado y evitando el caos de los guardias, tanto los que huyen como los que van hacia la terraza.

Sakari ya no era de importancia. Debía volver y avisar a la hermandad. Este hombre quería información sobre el ala negra, y era muy peligroso. El frio sudor recorre su frente y sus mejillas. Su pesado aliento es lo único que puede oír a parte de los guardias. El muchacho siente como la vida se le escapa por la dolorosa herida de su hombro.

Dobla en un

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